Ocho ideologías, siete movimientos sociales y tres religiones han tratado de asaltar las cumbres más inaccesibles del planeta para clavar la bandera de su ideario. En La bandera en la cumbre. Una historia política del montañismo (Capitán Swing), el historiador y montañero asturiano Pablo Batalla relata las mil maneras en las que se ha querido hacer política desde las alturas. Desde el pacifismo hasta la violencia, desde la opresión hasta el ansia de libertad, la montaña ha sido el gran escenario de los sueños y las pesadillas del mundo.
“No hay política, todo es política”, dicen dos personajes de La montaña mágica de Thomas Mann. Es una cita que vertebra su libro. ¿Todas las montañas son mágicas o todas son ideológicas? ¿Qué hace que una cima se convierta en símbolo político?
Me sorprende cuando se dice eso de que el deporte no es política, que hay que sacar la política del deporte. Claro que el deporte es política. Si hay algo político que no sea política es el deporte. El deporte profesional surge a la vez que la revolución industrial y el capitalismo moderno. Y no es casualidad, porque al final el deporte sirve como vehículo de propaganda de todas esas cosas nuevas que están pasando.
El capitalismo toma los juegos tradicionales, rurales y demás que se vienen practicando desde tiempo inmemorial, aunque de una manera anárquica, y lo que hace es someterlos a reglas. Y los convierte en un vehículo de propaganda de sí mismo, de la meritocracia, de la efectividad del tiempo, de la competición, de los valores del capitalismo y la revolución industrial.
Y con el alpinismo también pasa. A mí me sorprendía, como amante del montañismo y como lector de su historia, no conocer ningún libro que abordase su dimensión política. Para mí el alpinismo es sobre todo política. Desde el principio estuvo al servicio del liberalismo, del nacionalismo, del imperialismo y de la modernidad en general, de las construcciones nacionales. Todas las ideologías lo han utilizado.
La montaña al fin y al cabo es un símbolo fácil para cualquier ideología. ¿Por qué? Porque permite desde formar un grupo que va a ella a socializar, a anudar los lazos de fraternidad, hasta utilizarla como metáfora en discursos políticos. En el libro menciono ejemplos que van desde Lenin, que en un momento dado justifica la Nueva Política Económica (NEP) aplicando un ejemplo montañero, hasta las metáforas liberales, nacionalistas, religiosas, etc.
Lenin en las montañas de Suiza, de Fiódor Lepeshkin
La montaña es un lugar de esfuerzo, de superación, donde el hombre lucha con sus límites, donde se encuentra con dificultades, pero las supera. Y al final eso se convierte en una metáfora muy atractiva para cualquier revolución. Todas las ideologías tienen su ser humano ideal que aspira a construir una sociedad ideal, a construir montañas.
¿Para escalar la montaña de tu libro debemos estar pertrechados con un equipaje especial?
No necesariamente con una mochila montañera. Mi deseo es que este libro interese a los amantes de la montaña, pero también a otros a los que no les interese nada ese mundo y sí la historia, la historia política, la historia de las ideas. Por eso digo que esto es una historia política del montañismo, o una historia montañera de la política. Es una historia de la modernidad y de las ideologías que han vertebrado la modernidad contada a través de sus manifestaciones en la montaña. Cuáles eran sus conceptos, sus sueños, su complejidad interna. Porque hay muchos tipos de conservadores, muchos tipos de socialistas, muchos tipos de feministas, de anarquistas, de ecologistas.
¿Conquistar una cumbre es una manera de domar conciencias?
Para escribir el libro hice una lista de las ideologías de la modernidad. Me salieron 18 temas, entre ideologías, movimientos sociales y religiones (cristianismo, judaísmo e islam). Ya conocía historias del alpinismo fascista, de todas aquellas expediciones para buscar la raza aria en el Himalaya o de la obsesión de Hitler porque los alemanes fueran los primeros en escalar un ochomil. De cómo se sacrificó a la flor y nata de la mejor generación del alpinismo alemán obligándoles a escalar el Nanga Parbat. Murieron por decenas intentando superar el reto.
Había otras ideologías de las que pensaba que no había gran cosa que contar. Pero descubrí mucha información. Me pasó con el montañismo animalista. Hay muchos debates por parte del animalismo para que el material montañero no utilice plumón de ganso o grasa de caballo o cualquier otro producto derivado de los animales. Ocurre lo mismo con expediciones de montañeros veganos, hombres y mujeres que suben al Everest para demostrar que la alimentación vegana no les debilita.
El indio Kuntal Joisher pasa por ser el primer vegano que ha subido al Everest
Algo similar a lo que hizo el movimiento feminista con expediciones de mujeres a cumbres muy difíciles. Clavaron la bandera sufragista en lo alto de la montaña a principios del siglo XX pidiendo el voto para las mujeres. Una demostración de que ellas no eran el sexo débil y merecían los mismos derechos que los hombres.
El montañismo anarquista de Barcelona de los años veinte y treinta utilizaba la montaña para todo tipo de cosas, desde practicar la lengua del esperanto hasta, en el caso de los grupos más violentos o volcados en la acción directa, esconder armas o buscar pasos pirenaicos para escapar de la policía. Por tanto, es una manera de domar conciencias, pero también de demostrar cosas.
Fanny Bullock Workman sostiene un cartel reclamando el voto para las mujeres en el Ghent Kangri, en el Karakórum, c. 1911-12
Lo de clavar la bandera en lo más alto de una cumbre, ¿es la expresión máxima del nacionalismo?
Sí, y de muchas otras cuestiones. Durante el estalinismo, el alpinismo soviético debía ser colectivo, con fines científicos o ideológicos. Subir montañas por placer era burgués. Las cimas se convertían en escenarios de propaganda, se colocaban bustos de Lenin o Stalin, se cantaba la Internacional…
También se han usado otros símbolos –como cruces cristianas o bustos de figuras nacionales– para marcar ideologías, evangelizar o conmemorar eventos históricos.
De todas las metáforas montañeras utilizadas por las ideologías que ha estudiado, ¿cuál es la que ha tenido más éxito?
Creo que la metáfora de la superación. Por cansado que estés, por agotado que estés, tienes que sacar fuerzas de donde no las haya y superarte. También están las metáforas de raíz religiosa, utilizadas tanto por el islam como por el cristianismo, ese camino de la montaña para ascender hacia la gracia de Dios con tu esfuerzo.
La más curiosa que me encontré está relacionada con Lenin, que era bastante montañero. Justificó la adopción de la NEP, que representaba dar un paso atrás, con la metáfora de un montañero que tiene que desandar el camino y elegir otra ruta para ascender a la cumbre. Significaba reconocer que, para consolidar la revolución, debía admitirse cierto grado de economía privada.
El historiador asturiano Pablo Batalla, autor de ‘La bandera en la cumbre’ (Capitán Swing)
¿Es Lenin el líder político más montañero con el que te has encontrado?
No sé si el que más, pero me sorprendió. Hay muchos líderes políticos que nunca imaginarías que hubiesen transitado la montaña y lo hicieron. Por ejemplo, Winston Churchill. De joven hizo algunas expediciones a los Alpes y escaló varias montañas.
También relato una excursión de Helmut Kohl con Strauss, que era su mayor rival en la CDU. Un periplo en el que tuvieron que ayudarse ante las dificultades y problemas que les sobrevinieron. En una anécdota muy graciosa, el excanciller cuenta que tuvo que llevar en brazos a Strauss por un camino muy peliagudo porque este tenía miedo, y Kohl iba pensando que si algo le pasaba a Strauss nadie iba a creer que le estaba ayudando, sino todo lo contrario, que quería deshacerse de él.
¿Puede ser la montaña libertad y opresión al mismo tiempo?
Sí. Las dos cosas. En el caso de los maquis, era un espacio de libertad, una oportunidad de sobrevivir y luchar por su liberación y la de todos. Incluso en las peores tiranías, como la franquista, la montaña era el lugar donde se refugiaba la gente que de otro modo acabaría encarcelada o fusilada. También significaba libertad para las mujeres que salían de su encierro doméstico y descubrían una vida independiente en los espacios abiertos.
Grupo de maquis
Pero también ha sido un entorno de opresión, en el caso del régimen nazi o el soviético. Hitler expulsó a los judíos de los grupos de montaña tradicionales y de los refugios de los Alpes austríacos y alemanes, y ellos tuvieron que crear sus propios grupos al margen de la línea oficial.
En el caso soviético, alpinistas que habían coronado montañas fueron después purgados y sus nombres borrados de los registros históricos, en esa política de la memoria propia de Stalin. La montaña ha sido utilizada por las ideologías de emancipación y también por la represión y el totalitarismo.
¿Cómo utiliza la política el mundo del alpinismo y la montaña en 2025?
Hay reivindicaciones nuevas, como el movimiento vegano que mencionaba antes, pero continúan las de siempre. Sigue habiendo gente que ondea las banderas nacionales en las cumbres y hacen expediciones para mayor gloria de su país. Ahora no son las naciones pioneras en el alpinismo, a esas ya les queda poco que reivindicar en ese sentido. Hay otras, sin embargo, que quieren colocar a su primer alpinista en el Everest y que antes, por cuestiones de subdesarrollo, no podían.
Siempre se hará una utilización política de estas proezas, especialmente en el discurso interior del propio país. Todas las ideologías de la modernidad siguen haciendo montañismo para plasmar sus reivindicaciones, al igual que las religiones.
Bandera de la República Turca del Norte de Chipre en los montes Pentadácti
Y a Pablo Batalla, ¿qué montaña real o simbólica le queda por escalar?
Me gustaría escalar Torre Cerredo, la cumbre más alta de los Picos de Europa, en la frontera entre Asturias y León. Es una montaña técnicamente fácil, pero difícil para gente como yo, que tengo vértigo. Nunca me he atrevido a subirla, pero quiero ser capaz de hacerlo algún día. Superar mis propios límites y llegar a la cumbre.



