A lo largo del siglo XVIII, la hegemonía en Europa se decidió con frecuencia en los mares. Las principales potencias invertían sumas colosales en la construcción y el mantenimiento de poderosas armadas, símbolo de su poder en la esfera internacional. Inglaterra, con su arraigada tradición marinera, ostentaba la supremacía en este terreno. Sin embargo, no podía perder de vista a Francia y España. Estos molestos rivales unieron esfuerzos en su contra, y como aliados podían suponerle un serio problema.

Despistar al enemigo
Tras sucesivas victorias, Napoleón (1769-1821) había convertido a Francia en la dueña de Europa. Solo Gran Bretaña le ofrecía una importante resistencia. Para someter a los ingleses, el Gran Corso trazó un plan aparentemente sencillo, pero que no tenía en cuenta los factores impredecibles de la navegación. Enviaría su flota al Caribe, reforzada con barcos españoles. Así, la escuadra británica saldría en su persecución. Sería entonces cuando los franco-españoles, a toda velocidad, regresaran a Europa dispuestos a invadir Gran Bretaña.

¡Descubiertos!
Al principio, el plan de Bonaparte se desarrolló según lo previsto. Sin embargo, cuando la Armada del almirante Villeneuve regresaba a Europa, fue detectada por un bergantín inglés que avisó de inmediato a las autoridades de su país. Se había perdido el efecto sorpresa.

Primer asalto
El 22 de julio de 1805, la escuadra de Nelson venció a la flota franco-española en Finisterre, pese a la superioridad numérica de esta. Los españoles, como reconocería Napoleón, lucharon “como leones”, pero se llevaron la peor parte del combate, puesto que se encontraron en la posición de vanguardia.

Acto de desesperación
Pese a la derrota, Villeneuve prosiguió con el plan de invasión de Gran Bretaña. Por un malentendido, sin embargo, se dirigió hacia el Mediterráneo, y no al canal de la Mancha. Irritado, Napoleón se dispuso a destituirle. Pero Villeneuve, ansioso por demostrar su valía, decidió plantar cara a Nelson sin estar preparado. El 19 de octubre de 1805, la flota franco-española zarpó de Cádiz al encuentro de la escuadra enemiga. La suerte estaba echada.

El “toque Nelson”
El día 21, a la altura del cabo de Trafalgar, en la costa gaditana, se encontraron. Villeneuve contaba con 33 navíos de línea, 18 franceses y 15 españoles. Frente a ellos, Nelson utilizó una arriesgada estrategia. Dividió a sus 27 buques en dos columnas que cortarían el centro de la línea enemiga. Villeneuve, por su parte, ordenó una maniobra que, torpemente ejecutada, acabó por desordenar su flota.

Victoria absoluta
Ante el letal ataque británico, las pérdidas de la escuadra aliada en barcos y hombres fueron muy elevadas. Lo peor, sin embargo, estaba por llegar. Tras la batalla, un temporal remató a los vencidos. Solo llegaron a puerto cinco barcos franceses y otros tantos españoles. El triunfo británico era rotundo pese a la muerte de Nelson.

Las consecuencias del desastre
Trafalgar frustró el plan napoleónico de invadir Gran Bretaña. Los ingleses, por su parte, se convirtieron en dueños de los océanos durante el siguiente siglo y medio. España fue la más perjudicada, al entrar en decadencia como potencia naval. Había perdido una brillante generación de marinos como Gravina, Churruca y Alcalá Galiana.
Este texto forma parte de un artículo publicado en el número 442 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a [email protected].
