Hermandad, rivalidad y fracaso estratégico: la relación histórica entre Palestina y los estados árabes

Oriente Medio

Dos expertos en la materia, Rashid Khalidi y Eugene Rogan, nos explican cómo, desde 1948, los regímenes árabes han instrumentalizado la causa palestina 

Los delegados de Arabia Saudí firman la carta de la Liga Árabe en Egipto, 1945

Los delegados de Arabia Saudí firman la carta de la Liga Árabe en Egipto, 1945

Keystone-France/Gamma-Keystone vía Getty Images

Egipto y Qatar fueron los dos estados árabes que firmaron la declaración de Donald Trump para lograr un acuerdo de paz en Gaza, certificando así su papel como mediadores para poner fin a las hostilidades entre Israel y Hamas. Más allá de detener la muerte de civiles, egipcios y qataríes, así como otros actores de la región, están interesados en participar en la reconstrucción de Gaza y en fomentar sus intereses económicos en la zona, en el penúltimo capítulo de la compleja relación que Palestina ha ido forjando con los países árabes desde 1948.

Para analizar estos vínculos, Historia y Vida  ha podido hablar con dos expertos en Oriente Medio: Rashid Khalidi, titular de la cátedra Edward Said de Estudios Árabes de la Universidad de Columbia y autor de Palestina. Cien años de resistencia (Capitán Swing, 2023), y Eugene Rogan, catedrático de Oxford y firmante, entre otros títulos, de Los sucesos de Damasco (Crítica, 2025) y Los árabes. Del imperio otomano a la actualidad (Crítica, 2018).

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Al igual que la mantenida con Israel, la relación de Palestina con sus vecinos árabes está marcada por la partición del mandato británico sobre el territorio en 1948. Contrariamente al relato ofrecido desde algunos sectores del nacionalismo hebreo, no fue una lucha de un David judío contra un Goliat de estados árabes.

Tal como explica Eugen Rogan, “en el momento de la guerra de 1948, los estados árabes apenas eran más antiguos que Israel y sus ejércitos seguían dependiendo de las antiguas potencias coloniales, Gran Bretaña y Francia, para el suministro de material y municiones”. En su libro Los árabes también deja claro que la ventaja numérica estaba del lado hebreo (35.000 soldados contra 25.000).

Refugiados palestinos durante la primera guerra árabe-israelí, 1948

Refugiados palestinos durante la primera guerra árabe-israelí, 1948

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¿Cuál era la capacidad de resistencia de los palestinos frente al naciente Israel? “El 15 de mayo de 1948 –apunta Khalidi al respecto–, cuando finalizó el mandato, las tropas británicas completaron su retirada y se proclamó el estado hebreo, la resistencia palestina a las fuerzas militares sionistas ya había sido vencida, y estas tropas habían invadido y despoblado Haifa, Jaffa y los barrios árabes de Jerusalén occidental”.

Además de la desventaja numérica, los rivales de Israel demostraron una gran descoordinación, aunque en teoría actuaban bajo un mando unificado de la Liga Árabe que designó a Abdalá I, rey de Transjordania (actual Jordania), como comandante en jefe. Pronto se vio también que cada país tenía su propia agenda y recelaba de sus propios aliados.

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“Siria temía a las facciones projordanas en su territorio, Egipto y Arabia Saudí sospechaban que el rey de Transjordania pretendía aprovechar el plan de partición para anexionarse los territorios árabes de Palestina”, detalla Rogan. Otros estados árabes, como Líbano o Irak, mostraron muchas reticencias a enviar grandes contingentes y su intervención fue simbólica.

En una línea similar, Khalidi también responsabiliza a Abdalá I: “La Legión Árabe jordana [la mejor unidad que luchó contra Israel] entró en Palestina, de acuerdo con los británicos, para hacerse con buena parte de la zona asignada al estado árabe en virtud del plan de partición. Siguiendo órdenes de los británicos, tanto ellos como las fuerzas iraquíes bajo su mando evitaron escrupulosamente entrar en las zonas hebreas asignadas por la ONU”.

El rey Abdalá i junto al rey Faruk, de Egipto

El rey Abdalá I de Transjordania (dcha.) Junto al rey Faruk de Egipto

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Khalidi añade a su análisis de esta primera guerra árabe israelí, “las zonas que las fuerzas jordanas lograron conservar al final del conflicto, lo que hoy llamamos Cisjordania, fueron anexionadas a Jordania, y el estado palestino quedó estrangulado en su cuna”.

El doble juego del panarabismo

La consecuencia de la guerra de 1948 fue la nakba, el éxodo de miles de palestinos de sus hogares hacia los estados vecinos –unas 750.000 personas, según citan Rogan y Khalidi en sus respectivas obras–. Esto causó un profundo impacto entre las poblaciones árabes, que simpatizaron con los desplazados y vieron en Israel al gran enemigo.

Como indica Rogan, antes de la creación de la OLP en 1964 “los estados árabes reivindicaron la responsabilidad de la liberación de Palestina, que se convirtió en una manera de legitimarse políticamente por parte de estos gobiernos”. Pero, según el catedrático de Oxford, la mayoría de los regímenes árabes reprimieron la actividad política palestina, especialmente en los estados fronterizos con Israel. En concreto, señala dos casos: “Egipcios y jordanos temían que las incursiones guerrilleras provocaran represalias hebreas en su territorio, como el ataque a la aldea de Qibya (bajo soberanía hachemí) en octubre de 1953 o la incursión en Gaza en febrero de 1955”.

De hecho, como podemos leer en el libro de Khalidi Palestina. Cien años de resistencia, durante la primera mitad de los sesenta, y pese a su retórica belicista contra Israel, los países musulmanes realmente estaban centrados en su particular guerra fría, con dos bloques enfrentados: Egipto, liderando las dictaduras de corte nacionalista, y Arabia Saudí, que encabezaba las monarquías conservadoras como la del sha de Persia.

Esta pugna geopolítica tuvo su campo de batalla en la guerra civil de Yemen (1962-1970), donde el Egipto del presidente  Gamal Abdel Nasser se implicó a fondo desde el inicio. Pese a su retórica, el líder panarabista no quería abrir un nuevo frente con Israel y ordenó a su ejército y a sus servicios secretos que reprimieran a los guerrilleros palestinos que lanzaban incursiones desde Gaza.

El presidente egipcio Gamal Abdel Nasser (de pie a la izquierda) es recibido por la multitud yemení en su visita a Saná, en abril de 1964

El presidente egipcio Gamal Abdel Nasser (de pie a la izquierda) es recibido por la multitud yemení en su visita a Saná, en abril de 1964

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La OLP fue fundada en 1964 bajo los auspicios de la Liga Árabe para mantener el movimiento palestino bajo control. Pero el escenario cambiaría tres años después. Tras la guerra de los Seis Días y la ocupación israelí de Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este, Nasser y sus aliados quedaron desprestigiados, de modo que “la OLP pudo asegurar su independencia del control árabe y emerger como el liderazgo reconocido del pueblo palestino”, apunta Rogan.

Años de enfrentamiento

La emergencia de la OLP personificada en el liderazgo de Yasir Arafat marcó una nueva época. Aun así, los países árabes siguieron actuando con cierta ambigüedad, esgrimiendo la causa palestina en función de sus intereses.

Dictaduras como las de Siria, Irak o Libia hicieron todo lo posible (incluso ordenar asesinatos) para debilitar el liderazgo de Arafat y controlar el movimiento palestino, impulsando sus propias organizaciones, como la escisión de Fatah auspiciada por Sadam Husein o el Ejército de Liberación Palestino dominado por Damasco. Khalidi considera que los ataques de estas dictaduras (unidos a los del propio Israel) “consiguieron debilitar a la OLP, pero esta conservó el apoyo de la inmensa mayoría de los palestinos desde la década de los sesenta hasta la de los noventa”.

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Otras naciones árabes no dudaron en enfrentarse con las armas a la OLP cuando sintieron que la presencia de esta dentro de sus fronteras suponía un doble peligro. En primer lugar, las incursiones palestinas contra Israel desde su suelo provocaban graves represalias de las tropas hebreas. Por otro lado, temían que la organización de Arafat creara su propio estado en lugares como Jordania o Líbano.

En el primero de estos países, Jordania, terminó con la expulsión de los palestinos en 1970, después de los enfrentamientos armados conocidos como Septiembre Negro. En el segundo, el Líbano, la presencia de la OLP fue uno de los factores que alimentaron la violencia sectaria en el pequeño país árabe, violencia que desembocó en una larga guerra civil (1975-1990).

Combatientes palestinos en Beirut, en 1979

Combatientes palestinos en Beirut, en 1979

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“En ambos casos, los ataques de Israel y la presión estadounidense fueron fundamentales en estas campañas contra la OLP”, explica Rashid Khalidi. También añade que las expulsiones de la organización de Arafat de Jordania y Líbano (sucedida en 1982) “revelaron la vulnerabilidad de un movimiento de resistencia que no tenía su base en su propio territorio y que no contaba con el apoyo de los estados anfitriones”.

La cúpula de la OLP se estableció en Túnez, pero allí vio como el panorama internacional se volvía poco favorable. Más allá de la expulsión del Líbano, los palestinos comprobaron que, según explica Eugene Rogan, tras la firma de la paz entre Israel y Egipto –con los acuerdos de Camp David en 1979–, “su causa ya no tenía ningún peso en la política de El Cairo”.

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La guerra del Golfo de 1991 abrió una nueva etapa con el apoyo de Arafat a Sadam Husein. “Fue sin duda un error de cálculo colosal que alejó a la mayoría de los gobiernos árabes de la OLP y la privó de su apoyo financiero y diplomático”, sentencia Khalidi. En particular, por parte de las monarquías del Golfo, que cortaron el apoyo financiero que aún proporcionaban a los palestinos.

Con esta fragilidad llegó la OLP al proceso de paz con Israel que arrancó con la cumbre de Madrid de 1991. Sobre el proceso, Khalidi concluye que “las desastrosas condiciones aceptadas por la OLP en Oslo dos años después fueron consecuencia, en gran parte, de su debilitada posición tras haber apoyado imprudentemente a Irak”.

Isaac Rabin, Bill Clinton, y Yasser Arafat durante la firma de los Acuerdos de Oslo en la Casa Blanca, el 13 de septiembre de 1993

Isaac Rabin, Bill Clinton, y Yasir Arafat durante la firma de los Acuerdos de Oslo en la Casa Blanca, el 13 de septiembre de 1993

LV / Propias

Rogan se manifiesta en una línea similar sobre los acuerdos de Oslo, y acerca su análisis a los hechos recientes vividos en Oriente Medio: “Los países árabes consideraron que la Autoridad Nacional Palestina (ANP) tenía el mandato de negociar con Israel y promover las aspiraciones nacionales de su pueblo; también la culpan por no mantener la paz en Cisjordania y Gaza”.

La incapacidad de la ANP para ir más allá de los acuerdos de Oslo propició el progresivo auge de las organizaciones islamistas –Hamas y la Yihad Islámica– en los territorios palestinos.

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Para Rogan, este escenario de cargar la responsabilidad en la ANP dejó libres las manos a algunos países árabes para firmar los acuerdos de Abraham a partir de 2020. En el marco de estos acuerdos diplomáticos, Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Marruecos o Sudán normalizaron sus relaciones con Israel sin ninguna referencia a los derechos nacionales palestinos.

Este acercamiento despertó críticas entre las respectivas poblaciones que se acrecentaron con el conflicto surgido de los atentados de Hamas del 7 de octubre de 2023. En este sentido, Eugene Rogan concluye que “la simpatía por el pueblo palestino está aún más extendida en los países árabes que antes de la guerra de Gaza”.

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