El ‘annus horribilis’ de Macron

Francia se instala en la inestabilidad

La severa crisis política ha eclipsado los éxitos de los Juegos y de Notre Dame

France's President Emmanuel Macron speaks to the media after meeting with local representatives in Mamoudzou, on the French Indian Ocean territory of Mayotte on December 19, 2024. Distraught and angry inhabitants of Mayotte shouted out their despair to French President Emmanuel Macron during his visit on December 19, five days after the Indian Ocean archipelago was devastated by a cyclone, with lacking water and food, and fear of looting topping the grievances. (Photo by Ludovic MARIN / POOL / AFP)

Emmanuel Macron se explica en Mayotte, provincia de ultramar víctima de un ciclón

LUDOVIC MARIN / AFP

El mundo parecía todavía perfecto para Emmanuel Macron la noche del 8 junio pasado. El presidente francés y su esposa, Brigitte, eran los anfitriones, en el Elíseo, de una cena a la que asistían Joe Biden y la first lady Jill. Dos días antes habían conmemorado juntos el 80 aniversario del desembarco de Normandía. En la mesa de honor, frente a los dos presidentes, se sentaba Bernard Arnault, dueño del grupo LVMH (Louis Vuitton), el hombre más rico de Francia, y su mujer, Hèlene. Viandas exquisitas servidas en porcelana de Sèvres, brindis con champán, sonrisas y bellos discursos.

Veinticuatro horas después, el 9 de junio, el escenario cambió por completo. Apenas había comenzado el recuento de votos de las elecciones europeas, un Macron con el rostro tenso se dirigió al país por televisión para anunciar, por sorpresa, que disolvía la Asamblea Nacional y convocaba comicios anticipados. Era la respuesta en caliente al desastre de los partidarios del presidente. Los sondeos a pie de urna apuntaban que la extrema derecha había sacado más del doble de votos.

Existe un consenso unánime de que la decisión de convocar comicios anticipados fue un grave error

Según reveló hace unas semanas el semanario L’Obs , Arnault se sintió casi ofendido por no haber sido avisado con antelación de los planes del jefe de Estado. Ambos matrimonios son amigos, se invitan a cenar y se ven durante las vacaciones. El patrón de LVMH, consciente del riesgo que corría el país al volver a votar, intentó en vano llamar a Macron para que diera marcha atrás. Luego su objetivo fue más realista: evitar a toda costa que la izquierda gobernase.

El presidente francés, que tomó la temeraria decisión asesorado por un círculo muy reducido de consejeros, dejó descolocado al propio primer ministro de entonces, Gabriel Attal, y a pesos pesados del gobierno como el titular de Economía y Hacienda, Bruno Le Maire. Estaban en la inopia total.

La ‘tripolarización’ en la Asamblea Nacional, con bloques irreconciliables, hace imposible avanzar

Con el paso de los meses, el consenso es cada vez más unánime de que la maniobra de Macron fue un grave error que ha sumido al país en una profunda crisis política, una inestabilidad inédita desde la creación de la V República por el general Charles de Gaulle, en 1958, un auténtico annus horribilis que ha eclipsado en buena parte los éxitos incontestables de los Juegos Olímpicos de París y de la festiva reapertura de la restaurada catedral de Notre Dame.

Los comicios anticipados dieron como claro vencedor, en la primera vuelta, al partido de Marine Le Pen, el Reagrupamiento Nacional y sus aliados. Eso obligó, a toda prisa, a sellar un compromiso para formar un “frente republicano” que frenara a la extrema derecha en la segunda vuelta. Fue una alianza contra natura entre centristas, socialistas, ecologistas y la izquierda radical. Eso desembocó en una Cámara fracturada en tres bloques incapaces de trabajar juntos, la llamada tripolarización . Los macronistas salvaron los muebles, de milagro, por carambola, y quedaron en segunda posición, aunque perdieron de largo la mayoría y el control. Se tardó dos meses en encontrar un primer ministro, el conservador Michel Barnier, cuyo gobierno fue derribado tres meses después en una moción de censura apoyada por la izquierda y extrema derecha.

El ensayista Alain Minc teme que Macron tenga un final trágico, pese a su comienzo “como estrella de rock”

A Macron le han llovido las críticas, no solo por su impericia. Le han acusado de una reacción narcisista, inmadura. El ensayista y consejero político Alain Minc, otrora próximo al presidente, deploró “el acto imperdonable y destructivo” de la disolución de la Asamblea y alertó que Macron, que comenzó “como una estrella de rock” –por su brillantez intelectual y su energía–, puede tener “un final shakespeariano”, trágico.

El annus horribilis empezó ya, en enero, con una decisión muy discutible, por inoportuna, la sustitución de la primera ministra Elisabeth Borne por el joven y dinámico Attal, un personaje similar a Macron, brillante, aunque con exceso gesticulación mediática. El presidente gastó con él una carta que podría haber reservado para después de las europeas.

François Bayrou, cuarto primer ministro en un año, no ha resuelto la fragilidad innata del Gobierno

La designación de Barnier se saldó con otro fracaso que hundió al país aún más en la crisis. Resultó bastante chocante que Macron optara como primer ministro por un personaje de la derecha republicana, muy minoritaria en la Cámara. Su gobierno nació bajo la acusación de ilegitimidad lanzada por la izquierda y sometido a la tutela de la extrema derecha. De nada sirvieron, a la postre, su buen cartel internacional y su talante dialogante. Barnier terminó siendo víctima de una ecuación política endiablada e irresoluble.

La llegada al palacio de Matignon del centrista François Bayrou, aliado de Macron desde el 2017, cuarto primer ministro del annus horribilis, no ha resuelto la fragilidad innata del Gobierno. De hecho, se repite casi el mismo esquema de Barnier, con la incorporación de algunas figuras exsocialistas como Manuel Valls, primer ministro entre el 2014 y el 2016. La debilidad no ayuda en nada a tomar decisiones dolorosas para frenar un déficit y una deuda que deben ser contenidos lo antes posible.

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Emmanuel Macron entre Volodímir Zelenski y Donald Trump, en la reapertura de Notre Dame, uno de sus escasos éxitos

Christian Hartmann / Reuters

Macron ha podido exhibir los logros de la buena organización de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de París, que transcurrieron sin sobresaltos de seguridad, y el cumplimiento del plazo de cinco años para restaurar Notre Dame. Serán hitos de su legado. Pero el bloqueo institucional, autoinfligido al arriesgarse a convocar elecciones en un momento peligroso, se recordará como una irresponsabilidad, aunque él se empeñe en justificarla con el argumento -contestado- de que probablemente habría triunfado de todos modos una moción de censura unos meses más tarde.

El debilitamiento de Macron es una evidencia y será muy difícil que se recupere en los dos años y medio que le restan de mandato. El triunfo de otra moción de censura antes el próximo verano avivaría el debate sobre su propia renuncia como último recurso para salir de la parálisis. Él lo ha descartado. Cree que traicionaría a sus electores. Nada garantiza que otras elecciones legislativas a partir de julio dieran un escenario más gobernable. El horizonte político en Francia tardará en despejarse.

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