Una gran maqueta de un Boeing 747 vuelve a ocupar un lugar de relevancia en el Despacho Oval. Vuelve, pues después de los cuatro años de presidencia de Joe Biden, Donald Trump ha vuelto a pedir que se instale allí, como también se ha reinstalado el famoso botón con el que pedir exclusivamente Coca Cola Light o la recuperación de las cortinas doradas para decorar una de las salas más célebres del mundo occidental.
Durante su primer mandato, el 45 presidente de los Estados Unidos dio una preferencia, rayana en lo obsesivo, al nuevo avión presidencial: la versión modernizada del Air Force One. Esta fijación venía de lejos. Usando la red social entonces llamada Twitter, se quejó de que los costos de los nuevos aviones que Boeing estaba desarrollando (los VC-25B, basados en el 747-8) estaban “fuera de control”, pues el presupuesto había superado los cuatro mil millones de dólares. Tras esto, pidió cancelar el pedido.
Finalmente no fue así. Meses después, renegociando el coste con el entonces director general de la corporación aeronáutica, Trump alardeó de haber bajado los costes a 3.900 millones, una cifra que nunca fue verificada por otras fuentes ajenas a su gabinete. Mientras tanto, Boeing guardaba silencio. Había mucho en juego.

El presidente Donald Trump y la primera dama Melania Trump saludan antes de subir al Air Force One en Fletcher
La fijación del presidente por el avión no solo se basaba en lo que fueran a costar las dos unidades sino en la imagen que iban a dar. Los colores que llevan los aviones presidenciales desde 1962 no le resultaban lo “suficientemente patrióticos” al neoyorquino y encargó un rediseño con los colores rojo, blanco y azul oscuro en el fuselaje, además de una enorme bandera con las barras y estrellas ocupando toda la cola. La maqueta con estos nuevos colores fue la que ocupó el Despacho Oval durante buena parte de su mandato. Los visitantes a los que el mandatario recibía se sorprendían por la presencia de una aeronave a escala, más propia de una agencia de viajes, que acababa siendo uno de los temas de conversación en cada reunión, fuese quien fuese el que estaba en la silla contraria.
Trump siempre confió en estrenar el avión
Trump siempre confió en estrenar el avión, aunque fuera en las últimas semanas de su mandato, aunque el constructor, en horas bajas por los problemas con sus aviones 737 Max y los retrasos con el 777X, también sufría problemas con la cadena de suministro para la célebre y esperada aeronave, además de enfrentar las complejidades técnicas de convertir un Jumbo en una Casa Blanca volante del siglo XXI. Eso hizo que los nuevos Air Force One se retrasaran varios años. Al 46º presidente no pareció importarle demasiado durante todo su mandato. El asunto del Air Force One pasó a tener una importancia relativa, pues a pesar de que los actuales, dos 747-200 de 1990 estrenados por Bush padre ya son unos veteranos del aire, su impecable mantenimiento y uso moderado en comparación a un avión comercial, no preocupaban en la administración Biden.
Su regreso a la Casa Blanca ha vuelto a traer a primera línea a Boeing y al programa
La vuelta del que dirigió el país entre 2017 y 2021, ahora como 47º presidente, ha vuelto a traer a primera línea a Boeing y al aun retrasado programa del Air Force One. Trump ya ha mostrado varias veces su enojo con el constructor y ha dado varias vueltas a las alternativas existentes. Descartando explícitamente que un mandatario estadounidense vuele en Airbus, el competidor europeo directo, este ha planteado la posibilidad que el nuevo avión presidencial sea uno de los que usó la familia gobernante de Qatar. Desde hace un tiempo los Al Thani tienen aparcado un impecable 747-8 VIP en Palm Beach. El aeropuerto es donde Trump tiene buena parte del año su Boeing 757 personal, al ser la pista más próxima a su residencia de Mar-a-Lago. Aprovechando la cercanía a esta mansión, el presidente quiso visitar personalmente el Jumbo Qatarí para ver su potencial como avión con el que viajar por el mundo. De hecho, para Trump, el Air Force One no es solo un medio de transporte, sino una extensión de su marca: un símbolo de poder y prestigio que quiere personalizar y modernizar a su gusto.

El presidente estadounidense, Donald Trump, baja del Air Force One en una imagen reciente
Cuando está por decidirse y definir el ritmo de trabajo para que el cuatrimotor con los nuevos colores pueda estrenarse más pronto que tarde, Elon Musk ha entrado en la ecuación, pues ha recibido el mandato genérico de 'ayudar' a Boeing a acelerar el calendario. Robert “Kelly” Ortberg, consejero delegado de Boeing desde el año pasado, dijo recientemente en una conferencia de Barclays que “Elon Musk nos está ayudando mucho en la tramitación de los requisitos para que podamos avanzar más rápido y entregar al presidente esos aviones". El actual dirigente de la empresa aeroespacial probablemente ha tomado nota de su antecesor Dennis Muilenburg, quien recibió reprimendas en público por parte de Trump, tanto por el asunto de los aviones presidenciales, como por la crisis de los Boeing 737MAX.
De momento los dos VC25 de 1990 seguirán dando su servicio al 47º inquilino de la Casa Blanca. Son los mismos que han llevado por el mundo a George H.W. Bush, a Bill Clinton, a George W Bush, a Barack Obama y a Joe Biden. Los presidentes previos a estos también volaban en un Air Force One a reacción que también había fabricado Boeing: el 707, que en diferentes versiones usaron ocho presidentes más: desde Eisenhower hasta Bush padre, pasando por Kennedy, Johnson, Nixon, Ford, Carter y Reagan.