Calin Georgescu vivió en Austria diez años, sin que se sepa muy bien a qué se dedicaba. Populista de manual, el voto de la diáspora en este país le apoyó. La “Gran Rumanía” –que siempre estuvo ahí, al igual que la Hungría que aspira a territorios en Ucrania– es el mensaje nacionalista básico y sencillo al que recurrió: ruralismo, autarquía, antiglobalización, antivacunas, rechazo a la UE, que nos estafa, etcétera. El programa completo. Nada raro, por otra parte, en el marco siempre convulso de la aún joven democracia rumana, que ha dado personajes como el magnate del fútbol Gigi Becali.

Calin Georgescu en una imagen reciente
Alguien así es oro para los intereses del Kremlin, como el partido ultra al que perteneció Georgescu, AUR, y algún grupúsculo: recordemos que Rumanía y los puertos del Danubio han sido fundamentales para que Ucrania pudiera seguir exportando cereal. Pero, en el caso de Georgescu, no se trata de nostalgias vinculadas a Rusia; la Rumanía de Ceaucescu fue un ente autónomo en la Europa comunista, y Georgescu, más que ser un apologeta de Rusia, ha sido mimado por los medios rusos.
Lo grave es que sí hizo apología del régimen fascista de Ion Antonescu, responsable de la parte rumana del Holocausto. La papeleta para Bucarest es compleja: frenarlo en los límites del sistema democrático o dejar que la mancha siga extendiéndose por Europa.