Golpe anti Trump en Bucarest

Crisis democrática en el sureste europeo

Rumanía inhabilita a un candidato electoral partidario de la paz en Ucrania y escéptico con la OTAN

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Seguidores de  Călin Georgescu se manifiestan en Bucarest en febrero delante de un cartel de Donald Trump ". (AP Photo/Andreea Alexandru)

Andreea Alexandru / Ap-LaPresse

Durante la transición poscomunista después de la caída del tirano Nicolas Ceausescu en 1989, la Plaza de la Victoria en Bucarest solía escenificar protestas de jóvenes urbanos progresistas  que reivindicaban los valores occidentales mientras que ondeaban banderas con las estrellas de la UE.

Ahora, tras la explosiva decisión el domingo de las autoridades electorales rumanas de vetar al polémico candidato populista Călin Georgescu en los comicios en mayo, son otros los que sujetan  las pancartas que rezan Democrație!.

Proceden de zonas del interior olvidado, muchos de ellos, pequeños agricultores que han encontrado en el discurso antisistema de Georgescu una expresión de su propia frustración con la Unión Europea y el impacto inflacionista de la guerra en Ucrania.

Las protestas en favor de la democracia ya llegan desde el campo y no la ciudad

Georgescu, nacionalista radical y admirador de Donald Trump, ganó las elecciones del pasado seis de diciembre. Pero, tras denunciar una supuesta injerencia rusa en favor del candidato nacionalista, el poderoso tribunal constitucional suspendió los comicios y reconvocó las elecciones para mayo.

Ahora la autoridad electoral ha excluido al mismo candidato a dos meses de las nuevas elecciones. Esto pese a que el apoyo a Georgescu rebasara el 40% en los sondeos, mucho más que otros candidatos.

La decisión de vetar a Georgescu, -un paria para el establishment rumano y europeo, tal vez por su retórica cuasi fascista, tal vez por su escepticismo respecto a la UE y la OTAN- desencadenó violentas protestas frente a la sede del órgano electoral en la noche del domingo.

Un grupo de manifestantes intentó romper las barricadas policiales y varios resultaron heridos al igual que una decena de policías anti disturbios. La situación se calmó ayer, pero se da por hecho que las protestas vuelvan a las calles en los próximos días.

La rebelión populista de Georgescu arremete contra el “globalismo” y las grandes empresas y bancos multinacionales cuyos logotipos destacan en medio de la arquitectura belle époque de Bucarest: Nu ne vindeți țara! (“¡No vendan nuestro país!”), rezan los grafitis. Esto, junto con el ultra etno nacionalismo del ex candidato, ya incomodaba al establishment en Bucarest y Bruselas.

“¡No vendan nuestro país!” rezan los grafitis de seguidores  de Georgescu en  Bucarest

A la vez que la violencia estalló en las calles de Bucarest, se encendieron las redes sociales trumpistas, desde Milan hasta Washington. Elon Musk denunció un atentado contra la democracia: “¿Como puede un juez acabar con la democracia en Rumania?”, protestó en su red X. En Italia, el líder de la Liga del Norte, un grupo de extrema derecha italiano, Matteo Salvini, calificó la exclusión como "un euro-golpe al estilo soviético“.

El vicepresidente estadounidense JD Vance ya había lamentado la suspensión de las elecciones de diciembre en el histórico discurso pronunciado en Múnich hace dos semanas, en el que Vance denunció una crisis de democracia en Europa.

Georgescu -ingeniero agrónomo de 62 años que ha trabajado para el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas - denunció en la red X, "un golpe directo al corazón de la democracia a escala mundial“. Ha recurrido la decisión de la autoridad electoral. Pero, según fuentes consultadas en Bucarest, hay escasas posibilidades de que se revoque la inhabilitación de su candidatura.

Al excluir a Georgescu, la  autoridad electoral se basó en la decisión del tribunal constitucional de cancelar las elecciones en diciembre. Entonces se le acusó al candidato populista de haberse beneficiado de un aumento disparado de tráfico de su propaganda en la red TikTok, que el tribunal constitucional achacó a la interferencia del Estado ruso.

A partir de documentos desclasificados de inteligencia rumana y alemana, “había motivos fuertes para sospechar que hubo injerencia rusa”, dijo Elena Calistro, de la ONG Funky Citizens en una entrevista mantenida en su despacho en Bucarest.

Pero, al igual que se demostró en el caso de Russiagate contra el entonces candidato Trump en 2016, las acusaciones son casi imposibles de comprobar. “Cuando algo sale mal siempre echan la culpa a los rusos”, dijo la abogada Silvia Uscov en una entrevista concedida a La Vanguardia en un restaurante en las afueras de Bucarest. “Los documentos desclasificados estaban llenas de suposiciones y hipótesis”, añadió.

Se le acusó a Georgescu tambien de haber utilizado un vehículo proporcionado por la empresa de mercenarios de Horatio Pontraasi, así como de mostrar simpatías con la organización fascista de la Segunda Guerra Mundial, la Guardia de Hierro

Hábil orador que entremezcla elogios místicos al espíritu de la naturaleza con reivindicaciones a los valores de la Iglesia ortodoxa, Georgescu ha sacado partido al desencanto rumano en un momento de hartazgo general debido a la inflación y la incertidumbre provocada por la guerra en su país vecino, Ucrania. Sus tics de ultraderechismo y reticencia de hablar mal del presidente ruso Vladimir Putin dieron el perfecto pretexto para actuar contra el candidato.

Pero muchos percibirán el apoyo de la UE y la OTAN a la exclusión como un ejemplo de que la proverbial “niebla de la guerra” empieza a justificar la censura y  restringe libertadas políticas en Europa. Rumanía, un país estratégico en el flanco oriental de la OTAN con casi 20 millones de habitantes, no puede salir de la orbita de Berlin y Bruselas en estos momentos de crispación y ruptura. La base miltar estadounidense Mihail Kogălniceanu cerca de Constanza es un eslabón crucial en la cadena de defensa de al región.

De haber llegado al poder, Georgescu habría sido un aliado del rebelde primer ministro de Hungría, Víctor Orbán, otro partidario de la paz bajo la fórmula de Trump en Ucrania.

De haber ganado las elecciones, Georgescu habría sido un aliado de Víctor  Orban

En Rumanía, que se incorporó a la OTAN en 2004 y a la UE en 2007, la  pertenencia a estas dos organizaciones multilaterales está garantizada por la constitución. Cualquier político que lo ponga en cuestión se arriesga ser inhabilitado.  

Diana Sosoaca, la candidata euroescépetica del grupo ultra nacionalista SOS Rumania, fue excluida del proceso electoral en octubre por cuestionar la pertenencia de Rumanía a la UE, creando un precedente para el caso de Georgescu. Sosaca fue culpable, según falló el tribunal constitucional, de “cuestionar y hacer caso omiso a la obligación de respetar la Constitución (...) como la pertenencia a la UE y a la OTAN”.

Pero la OTAN no tiene tanto apoyo históricamente en Rumanía como en otros países. Cuando las fuerzas de la alianza atlántica, bajo ordenes de Bill Clinton,  bombardearon Serbia en 1999 en defensa de la secesión de Kosovo, solo el 1% de los rumanos apoyó la guerra. “Serbia era percibida como un aliado en la imaginación popular rumana, un vecino contra el cual jamás había librado una guerra”, escribe Tom Gallagher en su libro  The Theft of a Nation.

La operación de cerrar el paso al trumpismo en Rumanía pronto puede topar con otro escollo. El frustrado voto a Georgescu probablemente se trasladará a George Simion, el líder del partido conservador AUR que denunció el lunes “una nueva fase del golpe de Estado que comenzó el seis de diciembre”. Simion es otro aliado euro escéptico de Trump que defiende la rápida resolución de la guerra en Ucrania mediante negociaciones con Putin. 

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