Cada día que pasa, Gaza se aleja más del alivio relativo de los dos meses de tregua y se acerca a octubre del 2023. Con bombardeos sangrientos, incursiones terrestres y un bloqueo total a la ayuda humanitaria (ya son 20 días sin entrada de agua, comida o medicinas), Israel sigue empujando al enclave palestino al infierno, mientras que Hamas lanzó su primera represalia desde la reanudación de los ataques israelíes que rompieron el alto el fuego.
Solo ayer, más de 90 palestinos murieron en ataques aéreos, que según fuentes médicas locales fueron dirigidos a viviendas en el norte y el sur. Los tanques y tropas israelíes anunciaron también la enésima invasión de la zona costera de Beit Lahia (norte de Gaza), sumándose a la ocupación de posiciones del sur y parte del corredor Netzarim, que divide en dos la Franja.
“Vivimos con miedo. Si no nos bombardean, moriremos de hambre”, dice una mujer refugiada
Como resultado, el ejército prohibió a los civiles palestinos la circulación “en cualquier dirección” por la carretera Saladino y limitó el traslado solo “de norte a sur” por la vía costera de Al Rashid. Es decir que, en la práctica, Israel ha vuelto a aislar el extremo norte de Gaza, una medida que acompañó con nuevas órdenes de desplazamiento forzado para los residentes de las ciudades norteñas de Beit Lahia y Beit Hanun, y del distrito de Shejaia en Ciudad de Gaza (además de los suburbios de Jan Yunis, en el sur).
“La guerra está de regreso. El desplazamiento y la muerte están de vuelta, ¿sobreviviremos a esta ronda?”, se preguntaba ante la agencia Reuters Samed Sami, un joven de 29 años que huyó de Shejaia para instalar una tienda en un terreno a cielo abierto. Cientos de palestinos siguieron ayer el mismo camino para huir de las zonas marcadas por Israel y algunos se instalaron en un campamento precario montado en el estadio Yarmuk, de Ciudad de Gaza. Entre los desplazados, la amenaza no son solo las bombas, sino la falta de alimentos y refugios adecuados. “Vivimos con miedo. Si no nos bombardean, moriremos de hambre”, afirmó una mujer refugiada al canal qatarí Al Yazira.
Desde su masacre del martes, Israel ha matado a más de 500 palestinos, 200 de ellos menores, según el recuento publicado por el Ministerio de Salud de Gaza al mediodía de ayer. Esa cifra incluye cinco trabajadores de la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA), como confirmó el comisionado general del organismo, Philippe Lazzarini, quien los recordó como “maestros, médicos, enfermeras, al servicio de los más vulnerables”.
Tras dos días sin responder a la renovada ofensiva israelí, Hamas demostró haber recuperado algo de su capacidad para lanzar cohetes contra Israel. Tres de ellos hicieron saltar las sirenas antiaéreas en Tel Aviv y zonas del centro de Israel: uno fue interceptado, dos cayeron en zonas inhabitadas y no hubo heridos. Fue la segunda alerta del día de un total de tres, ya que dos misiles balísticos de los hutíes de Yemen –que fueron interceptados por las defensas israelíes– hicieron sonar las alarmas en Tel Aviv y, por primera vez en meses, en Jerusalén.
Aunque la posibilidad de resucitar la tregua pinta difícil, los ministros de Exteriores de Egipto y Qatar aseguran que siguen “la coordinación para contener la escalada” y “consolidar el acuerdo de alto el fuego”. Dichos esfuerzos de los mediadores han aumentado, según señaló una fuente de Hamas a Reuters, pero sin alcanzar acuerdos. El grupo palestino persiste en dialogar y liberar algunos de los 59 rehenes que mantiene cautivos para extender la fase uno del pacto y negociar los términos de la segunda fase, pero Israel se niega a avanzar a esa instancia, que implicaría la retirada de tropas, y busca forzar a Hamas a devolver a los secuestrados en una tregua temporal extendida, sin un alto el fuego permanente. Para ello cuenta con el “apoyo total” de Donald Trump, en palabras de la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, quien volvió a responsabilizar de la violencia a Hamas.