El pasado 18 de marzo, los habitantes de la Franja de Gaza volvieron a mirar hacia el cielo con terror. Israel rompió por sorpresa el alto el fuego vigente desde hacía dos meses con una oleada de bombardeos aéreos que, en pocas horas, se cobró la vida de más de 400 personas. “Esto es solo el comienzo”, dijo Beniamin Netanyahu.
Las palabras del primer ministro israelí no eran un mero ejercicio retórico: hoy se cumple un mes del reinicio de las hostilidades y las bombas siguen cayendo sobre el enclave palestino. Y no hay señales de que la guerra –cuyo origen se remonta al brutal ataque perpetrado por Hamas contra Israel el 7 de octubre del 2023– vaya a terminar pronto.
En estos últimos 31 días, las autoridades gazatíes estiman que más de 1.650 palestinos han muerto. De ellos, alrededor de 500 son menores de edad. Además, más de 4.000 personas han resultado heridas. Cualquier lugar de la franja es susceptible de convertirse en un objetivo del ejército israelí: desde hospitales a escuelas reconvertidas en refugios, pasando por campamentos improvisados de desplazados. El último ejemplo, la pasada madrugada, cuando al menos 32 personas murieron en ataques contra tiendas de campaña en el norte y sur de la franja que albergaban a familias que se habían visto forzadas a abandonar sus hogares.
Niños sentados entre los escombros de un campamento de refugiados bombardeado por Israel en Jan Yunis, ayer
Israel insiste en que sus bombardeos no se dirigen a la población civil, sino a la infraestructura terrorista de Hamas. Sin embargo, episodios vividos estas últimas semanas, como el asesinato de 15 paramédicos en Rafah o el ataque letal contra una tienda de campaña en Nasser en la que dormían varios periodistas, hacen difícil sostener esas justificaciones.
La reanudación de los bombardeos ha venido acompañada de una contundente ofensiva terrestre. Desde el fin del alto el fuego, las tropas israelíes han ido ganando terreno en la franja para establecer una amplia –en palabras del ejército– “zona de seguridad”. De esta forma, Israel ha conseguido controlar ya cerca del 70% de Gaza, incluidas ciudades como Rafah. Según la ONU, este despliegue militar ha dejado confinados a más de 2 millones de palestinos en zonas cada vez más reducidas, básicamente en el sur y a lo largo de la costa. Una población que no solo vive en condiciones precarias y expuesta a constantes desplazamientos, sino que también se ha quedado sin el suministro de ayuda humanitaria, incluidos alimentos y medicinas.
Pero las llamadas de alerta de las organizaciones internacionales caen en saco roto. El ministro de Defensa israelí, Israel Karz, ha asegurado que su ejército seguirá ocupando la franja “bajo cualquier acuerdo de futuro, ya sea temporal o permanente”, y que se está trabajando en un plan para permitir que los palestinos que deseen abandonar Gaza pueda hacerlo. Una idea que se alinea con el objetivo del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de convertir la franja en “la Riviera de Oriente Medio”.
Negociaciones en marcha
Israel ha propuesto a Hamas una tregua a cambio del desarme, una línea roja para la milicia islamista
La gravedad del momento se ha evidenciado en una escena inusual registrada por primera vez a finales de marzo: la de las manifestaciones de gazatíes en contra de Hamas, a quien responsabilizan del caos en que ha quedado sumida la franja. Estas protestas han roto el mutismo habitual de la población palestina en torno a la milicia islamista, la cual ha actuado con mano de hierro contra las voces críticas desde que tomó el control total del enclave en el 2007.
Mientras tanto, las negociaciones para volver a un estatus de alto el fuego parecen condenadas al fracaso. A través de mediadores egipcios y qataríes, Israel ha ofrecido esta semana a Hamas una tregua de 45 días a cambio de que abandone las armas. Según fuentes palestinas, este plan no contempla la retirada de tropas israelíes, e incluye además la exigencia de liberar a una parte de los 59 rehenes que Hamas todavía tiene en su poder, convertidos en su única baza negociadora. La milicia ya ha rechazado esta propuesta. Para Netanyahu, supone una buena noticia: así tendrá carta blanca para continuar su campaña militar y tomar el control total de Gaza.
