El “Día de la Liberación”, el 2 de abril, en el que Donald Trump declaró su guerra comercial a todo el mundo, representó un punto de inflexión en sus índices de aprobación. Aunque su popularidad llevaba en descenso desde el mismo día de su investidura en enero, comenzó a caer a un ritmo acelerado durante el mes de abril, hasta la peor cifra para un presidente en la historia de Estados Unidos en los primeros 100 días de su mandato. Desde entonces, Trump ha logrado remontar su imagen pública, aunque sigue por debajo de aquella señalada fecha, a la que calificó como una de las más trascendentales en la historia del país.
Según los últimos datos del modelo de recopilación de encuestas del prestigioso Nate Silver, el mandatario inicia el mes de junio suspendiendo en todas sus políticas, excepto en una, la misma que ha propulsado su popularidad en una década en política y que le ha hecho ganar dos elecciones presidenciales: la gestión de la inmigración. Es el mismo eje que guía el crecimiento de los populismos de extrema derecha alrededor del mundo y con el que las izquierdas no han sido capaces de transmitir propuestas coherentes que resuenen entre sus votantes.
El índice neto de desaprobación despunta en el comercio, la economía y la inflación
El promedio de encuestas Silver Bulletin da a Trump una aprobación del 45,8% y una desaprobación del 50,7%, un índice neto de -4,9 puntos, que se amplía en la cuestión comercial (-8,6 puntos) y despunta especialmente en la economía (-10), principalmente en la inflación (-17,5). Sin embargo, en el asunto migratorio mantiene el 49,6% de aprobación, frente al 47,2% de los estadounidenses que lo suspenden.
Aunque en la Casa Blanca sigue habiendo frustración por el ritmo de deportaciones, que por la falta de recursos está lejos de alcanzar el objetivo propuesto por Trump en campaña (15 millones de personas en cuatro años), sí puede presumir de algunas victorias significativas. La cifra de cruces fronterizos se ha desplomado al mínimo histórico en este siglo, y el pasado mes de abril, último dato oficial, se registraron únicamente 12.035 detenciones en la frontera sur, una reducción del 90% en la comparación interanual.
Este contundente desplome se debe a una combinación de políticas que confluyen en una estrategia: la disuasión mediante la suspensión de derechos humanos. Una de las primeras medidas de Trump fue eliminar la posibilidad de solicitar asilo tras cruzar los puertos de entrada, obligando a los solicitantes –que huyen de guerras, inestabilidad, pobreza y persecución política– a presentar su petición en embajadas estadounidenses en sus países de origen. En paralelo, cerró la aplicación CBP One, que había permitido a ciertos inmigrantes obtener citas para ingresar legalmente.
Además, la Casa Blanca canceló una serie de programas humanitarios que habían permitido obtener la residencia legal temporal a migrantes originarios de Cuba, Haití, Nicaragua y Venezuela, entre otros países. Esa política obtuvo la semana pasada una victoria determinante en el Tribunal Supremo, que anuló la suspensión de los tribunales inferiores y permitirá al Gobierno expulsar a más de 500.000 migrantes que habían ingresado legalmente en el país.
En cuanto a las deportaciones, el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas asegura que expulsó a 11.000 inmigrantes en febrero, a 12.300 en marzo y unos 17.200 en abril. Eso implica un ritmo de 450 deportados al día, de personas a las que la Casa Blanca define en un lenguaje deshumanizador: “Monstruos atroces, violadores, asesinos, secuestradores, agresores sexuales, depredadores”, dijo la secretaria de prensa, Karoline Leavitt, en una reciente declaración, repitiendo las descripciones dadas por el llamado “Zar de la Frontera”, Tom Homan, y el presidente Trump.
Entre esos deportados, sin embargo, se encuentran también personas sin ningún historial criminal, como ha reconocido la propia Administración y varias resoluciones judiciales. El caso paradigmático es el de Kilmar Ábrego, que sigue retenido en la cárcel salvadoreña del CECOT sin ninguna sentencia incriminatoria en su contra. Ábrego fue expulsado en un vuelo de deportación bajo la ley de Enemigos Extranjeros, que hasta el momento tan solo se había aplicado en contextos de guerra, junto con otros 200 inmigrantes que la Casa Blanca aseguró sin pruebas que eran pandilleros.
Trump ha incumplido gran parte de sus promesas de campaña y ha iniciado en cuatro meses una revolución sin precedentes en el despacho oval, desde el que está erosionando la democracia, la separación de poderes y la libertad de prensa a un ritmo acelerado con la firma casi diaria de órdenes ejecutivas. No ha llegado la paz en Gaza ni en Ucrania, la economía muestra signos de debilitamiento por su errática política comercial, y el gasto público y el déficit sigue en una senda ascendente pese a los recortes de programas sociales. Aunque también sigue lejos de cumplir con su objetivo principal, las deportaciones masivas, la cuestión migratoria parece estar salvándole la papeleta y, aunque el pueblo lo suspende en su mayoría, todavía mantiene unos índices de aprobación dignos para seguir con su radical transformación.