Ahora todos querrán la bomba

visión periférica

Hace un par de semanas, la Fuerza Aérea de Estados Unidos presentó su nuevo misil de crucero de largo alcance AGM-181 para armar a los bombarderos estratégicos B-21 Raider y B-52 Stratofortress con bombas nucleares. Este nuevo misil, en cuyo programa se han comprometido 16.000 millones de dólares y que empezará a desplegarse en el 2027, podrá transportar una ojiva nuclear del tipo W80-4, con una potencia de hasta 150 kilotones (diez veces más que la bomba atómica de Hiroshima). Es una muestra del reforzamiento de los arsenales nucleares que se está produciendo en todo el mundo, en un proceso de rearme general no visto desde la guerra fría.

En el 2017 la ONU aprobó, con el voto de 122 países, un tratado para la Prohibición de las Armas Nucleares. Fue solo un gesto simbólico, puesto que ninguna de las nueve potencias nucleares (China, Corea del Norte, EE.UU., Francia, India, Israel, Pakistán, Reino Unido y Rusia) lo ratificó, pero que buscaba impulsar un nuevo proceso de desarme. Nada más lejos.

El gasto mundial en defensa alcanzó el año pasado 2,7 billones de dólares, un 9,4% más que en el 2023

En su último informe, el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (Sipri) ha denunciado una nueva carrera nuclear. Los arsenales no solo no se están desmantelando, sino que la tendencia es la inversa. “La era de la reducción de armas nucleares parece haber terminado”, ha constatado el director del Sipri, Dan Smith. Las nueve potencias atómicas disponen de 12.241 ojivas nucleares, de las que 9.614 están listas para su uso militar.

El contexto internacional ha cambiado radicalmente y no se parece en nada al periodo de distensión que había en julio de 1991, cuando George Bush y Mijaíl Gorbachov firmaron el primer tratado Start de reducción de armas estratégicas entre EE.UU. y la todavía Unión Soviética. Todo lo contrario, el último acuerdo de este tipo, el New Start –firmado el 2010 y prorrogado hasta el 2026– está en suspenso a causa de la guerra de Ucrania. En respuesta a la implicación de EE.UU. en defensa de Kyiv, el presidente ruso, Vladímir Putin, decidió en febrero del 2023 suspender la participación de Rusia en el tratado. Que no está roto, pero casi.

Conceptual image portrays the threat of nuclear war. Silhouetted missiles are juxtaposed against a textured background dominated by a mushroom cloud, symbolizing an atomic explosion. The distressed, vintage-style texture of the image adds a layer of historical weight, suggesting the enduring nature of this threat. This photo is suitable for conveying themes of global conflict, nuclear disarmament, political tension, and the potential consequences of unchecked power.Nuclear explosion background photo from the public domain library of archives.gov:https://catalog.archives.gov/id/6234448

Imagen conceptual que retrata la amenaza de una guerra nuclear

zpagistock / Getty

Aún manteniendo sus arsenales nucleares en sus dimensiones actuales, tanto EE.UU. como Rusia están embarcados en importantes programas de modernización y refuerzo. Washington tiene previsto invertir en ello del orden de 950.000 millones dólares en los próximos diez años, según la Oficina de Presupuestos del Congreso. Por su parte, Moscú, que a causa de la guerra de Ucrania ha elevado su gasto en defensa al 7,1% del PIB, no ha proporcionado cifras, pero días atrás Putin se jactó públicamente de que el 95% de los sistemas de las fuerzas nucleares estratégicas rusas ya están modernizados y encargó elaborar un nuevo programa de armamento para el periodo 2027-2036.

El mundo entero se está armando de nuevo a unos niveles no vistos desde hace mucho tiempo. El gasto mundial en defensa alcanzó el año pasado 2,7 billones de dólares, lo que supone un aumento del 9,4% respecto a 2023, según el Sipri. En cabeza están EE.UU. (997.000 millones, el primero con distancia), China (314.000 millones) y Rusia (149.000 millones). El gasto militar en Europa occidental lo lideran Alemania (con 88.500 millones, en el cuarto puesto del ranking), Reino Unido (81.800 millones) y Francia (64.700 millones) como principales polos.

Europa ha acatado casi sin chistar elevar el gasto en defensa al 5% del PIB, cuando la necesidad no es gastar más sino mejor

Y aún crecerá más si los aliados europeos de la OTAN cumplen con el compromiso –al que se han plegado esta semana por presiones del presidente de EE.UU, Donald Trump– de aumentar el gasto de defensa, de aquí al año 2035, hasta el 5% del PIB (de momento, solo una veintena de los 32 miembros de la Alianza han alcanzado o superado el objetivo del 2%)

Europa ha acatado casi sin chistar el nuevo listón del 5% como si su principal necesidad fuera gastar más en defensa, cuando el problema principal es gastar mejor (EE.UU tiene un solo modelo de carro de combate, mientras en la UE hay 19, por ejemplo). Y el reto de que los ejércitos europeos puedan actuar de forma coordinada y bajo una cadena de mando común.

En todo caso, el rearme de un país o de un bloque de países induce automáticamente, en un peligroso engranaje, el rearme del adversario, haciendo al mundo más inseguro. Vladímir Putin, que acostumbra a obviar su grave responsabilidad en la situación actual al invadir Ucrania en 2022, acusó el lunes a la OTAN de propiciar una nueva carrera armamentística, ante lo cual –avanzó– Rusia reforzará su tríada nuclear.

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En un mundo donde parece volver a regir, más que nunca, la ley del más fuerte, el arma atómica aparece como el único baluarte que garantiza suficiente poder de disuasión para evitar ser atacado. Tras alcanzar su independencia, en 1994 Ucrania –junto a Bielorrusia y Kazajistán– accedió a entregar a Rusia el arsenal nuclear soviético que tenía en su territorio a cambio de garantías de seguridad. De haberlo conservado, deben pensar tras la flagrante traición de Moscú, jamás los tanques rusos hubieran traspasado la frontera.

De igual modo debe pensar Irán. Los bombardeos combinados de Israel y Estados Unidos para acabar con su capacidad nuclear –dañada pero no destruida, según un informe del propio Pentágono– no habrán hecho más que convencerle de la absoluta necesidad de disponer de la bomba atómica. ¿Acaso alguien se ha atrevido a atacar a Corea del Norte? Su arsenal nuclear es el que garantiza, en última instancia, la pervivencia del régimen.

Si el nuevo orden de Putin y Trump implica que los poderosos puedan hacer lo que quieran con los más débiles, sin respeto a los tratados ni la ley internacional, al final todos querrán tener la bomba. Y entonces el desastre estará asegurado.

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