Bombas sobre la prisión

La guerra de los doce días

Las familias de presos políticos iraníes piden su libertad tras el ataque a la cárcel de Evin

Bombas sobre la prisión
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Así ha sido el bombardeo israelí sobre la prisión de Evin en Irán

No hay nadie en Irán que no haya oído mencionar el nombre de Evin y posiblemente no hay nadie en Teherán –al menos no en el área central de la ciudad– que no sepa que en la ladera occidental del monte Tochal, en una área conocida como Evin Daraker, se levanta el complejo penitenciario donde están privados de su libertad algunos de los prisioneros y las prisioneras más conocidos del país, especialmente aquellos por motivos políticos. Se podría decir que, con muy pocas excepciones, todos conocen al menos uno de los nombres de los activistas, periodistas u opositores allí recluidos.

De todos ellos, tal vez, el más conocido sea Mustafa Tajzadeh, un político reformista que en las últimas décadas pasó a convertirse en el crítico más visible del ayatolá Ali Jamenei. “Es un verdadero defensor de la paz y está firmemente en contra de cualquier forma de violencia o guerra, o de cualquier cosa que pueda conducir a la violencia”, explica su mujer Fakhrossadat Mohtashamipour a través de mensajes intercambiados vía telefónica.

FILE - Rescuers search through the rubble of a damaged section of Evin Prison following an Israeli strike the day before, in Tehran, Iran, Tuesday, June 24, 2025. (AP Photo/Mostafa Roudaki/Mizan News Agency, File)

Los rescatistas, entre los escombros, al día siguiente del bombardeo del 23 de junio contra la prisión de Evin, en Teherán

Mostafa Roudaki / Ap-LaPresse

“Fueron cuatro explosiones, fueron muy fuertes”, explica un vecino del centro penitenciario

“Desde el principio, advirtió a las autoridades que debían actuar de manera que se evitara la guerra. Y condenó enérgicamente los ataques inhumanos llevados a cabo por Israel, especialmente aquellos dirigidos contra zonas residenciales y civiles”, añade esta mujer que durante el gobierno de Mohamed Jatami fue jefa de asuntos de la mujer en el Ministerio del Interior y es directora ejecutiva de la oenegé Asociación de Mujeres Empresarias.

Así se entiende la reacción inmediata de los teheraníes cuando el lunes 23 de junio se enteraron del ataque a la prisión. La preocupación por los prisioneros fue inminente. “Fueron cuatro explosiones, fueron muy fuertes. Inmediatamente entendimos que los impactos habían sido exactamente en la prisión”, cuenta un vecino de 32 años que no quiere que se publique su nombre.

La primera reacción de las autoridades fue bajarle importancia al ataque –se informó de un muerto–; entonces solo era uno de tantos puntos alcanzado por la aviación israelí. Esa jornada estaba siendo la más dura tras el shock del ataque inicial del 13 de junio.

Pero la descripción que hacían los testigos no coincidía con la estimación de las autoridades. “Son más, muchos más. Yo vi sacar varios cadáveres”, contaba un fotógrafo que se atrevió a pasar por el lugar, sin atreverse a sacar su cámara, horas después del ataque. Así lo entendieron rápidamente las familias de los prisioneros que de inmediato empezaron a preguntarse por el paradero de los suyos. Algunos de los impactos habían alcanzado las instalaciones donde está el área de visitas, pero también los juzgados. En los salones suelen esperar decenas de personas. Entre ellas, quienes han sido capturadas por llevar mal el velo, por “atentar contra la seguridad nacional”, o por tomar equivocadamente una foto en un lugar cercano a un edificio oficial, como le sucedió a quien esto escribe.

Muchas veces lo hacen por horas, como en esa ocasión, donde tras una espera que se hizo eterna uno de los jueces emitió la orden de libertad. Muchos no tienen la misma suerte, las sentencias a menudo son excesivas como suelen denunciar organizaciones de derechos humanos. Tajzadeh cumple una condena de cinco años. En el 2016 había sido liberado, tras siete años en prisión.

“Las visitas solían tener lugar desde la puerta de visitas, que está en el lado norte de Evin, en una zona residencial. Este ataque afectó a toda esa zona, que también incluía las oficinas judiciales, administrativas, tanto de los prisioneros políticos como de los no políticos, así como el área de los visitantes”, explica Fakhrossadat que asegura que no pudo entender la dimensión de la tragedia hasta que visitó el lugar. “Todo quedó destruido”, dice.

Cuenta que esto llevó a la muerte a muchas personas inocentes: empleados de las oficinas, soldados, familiares de los prisioneros políticos, personas que habían acudido para poner una fianza o hacer seguimiento de los trámites de sus seres queridos, así como empleados de las oficinas fiscales y visitantes, estaban también los propios prisioneros que habían salido para reunirse con sus familias. En total 79 personas fallecieron según el último recuento de la justicia iraní.

“Este ataque no tiene justificación. No se ajusta a ninguna lógica. No creo que algo así haya sucedido antes: un ataque directo contra una prisión”, sentencia esta mujer que nunca ha tenido miedo para dirigirse a las autoridades, incluido el líder supremo Jamenei. El interrogante que ronda a la señora Mohtashamipour es el mismo que da vuelta en la cabeza de muchos iraníes: “¿Por qué Israel atacó la cárcel donde están los principales críticos del sistema?”.

Su drama se hace mayor si se tiene en cuenta que las familias de los prisioneros políticos pidieron que los dejaran en libertad bajo fianza desde el comienzo de la guerra. Y lo siguen pidiendo actualmente, incluso con mayor vehemencia. “La expectativa pública era que, en esas condiciones de guerra, de acuerdo con la Resolución n° 211 del Poder Judicial de la República Islámica de Irán, los presos políticos y los prisioneros seguros serían liberados de inmediato”, dice una carta que escribió en nombre de las familias de los prisioneros políticos al jefe de la justicia iraní. “Nuestro Irán necesita paz y unidad, por eso liberenlos”, escribía.

Después del caos que trajo el ataque, la prisión fue militarizada y esa misma noche, mientras Teherán era fuertemente atacada, fueron trasladados a otras prisiones de la capital, muchas de ellas famosas por las malas condiciones. En las cortas conversaciones telefónicas que han tenido con sus familias han contado que todo fue caótico y muchos sufrieron daños.

Un artista que pasó por la prisión de Fasapouyeh, donde se encuentra Tajzadeh, asegura que todo es “horrible”: los baños son imposibles, hay celdas hasta con 20 personas, “muchas de ellas drogadictas que duermen sobre su propio vómito”. Muchos de los prisioneros están contemplando hacer huelga de hambre.

En los últimos días ella ha tratado de contactar con personas del gobierno, a los que conoce desde hace mucho tiempo, pero no contestan. “Pero he enviado muchos mensajes”, dice esta mujer que deja claro que, si bien ellos no están satisfechos con el gobierno de Irán, es el pueblo iraní quien debe resolver sus propios asuntos.

“No aceptamos que nadie intervenga en nombre del pueblo iraní con el pretexto de defendernos o liberarnos”, concluye.

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