A Francia siempre le han gustado las grandes historias de amor. Pero, ¿qué ocurre cuando se mezclan con la política y los medios de comunicación? Esta es la pregunta que sacude el panorama mediático tricolor, mientras Léa Salamé, la reina del periodismo francés, se prepara para tomar las riendas de uno de los principales telediarios de la noche en France 2, una de las grandes cadenas públicas francesas. Un anuncio realizado tras once años en la primera radio en Francia, France Inter. Y todo ello en un momento en el que, desde la semana pasada, su pareja, el eurodiputado Raphaël Glucksmann, parece estar sentando las bases de una candidatura a las elecciones presidenciales del 2027.
Un escenario digno de una telenovela y que plantea una cuestión que la pareja conoce bien: ¿cómo evitar el choque de conflictos de intereses?
La relación de Léa Salamé con el líder de Place Publique ha abierto el debate sobre un posible conflicto de intereses
Léa Salamé y Raphaël Glucksmann son pareja desde hace unos diez años. Aunque su relación no es nada nuevo, fue el ascenso de Glucksmann a la prominencia política, como cofundador del movimiento Place Publique (un partido político de izquierdas) y cabeza de lista para las elecciones europeas del 2019, lo que provocó una onda expansiva en términos de ética. En aquel momento, Salamé optó por retirarse temporalmente del programa matinal de France Inter durante seis semanas, en nombre de la transparencia y para evitar cualquier confusión entre su misión periodística y el compromiso político de su pareja.
Pero, esta vez, la situación parece aún más delicada. Aunque todavía no se ha lanzado nada oficialmente, el momento ya plantea interrogantes. Y reaviva la llama de una pregunta bien conocida en el mundo de los medios de comunicación: ¿es posible informar con total imparcialidad sobre el mundo cuando se comparte la vida con alguien que pronto podría poner sus ojos en el Elíseo?
Entrevistada hace unos días por el periódico La Tribune Dimanche , Salamé empezó hablando de cómo han cambiado las actitudes en el país: “De Emmanuel Macron [el presidente francés] a Marine Le Pen [la líder de ultraderecha], sin olvidar [otras personalidades políticas como] Bruno Retailleau, Édouard Philippe y Jean-Luc Mélenchon, nunca he sentido que pensaran que yo era la mujer de... Los tiempos han cambiado y los franceses, políticos incluidos, son mucho más feministas de lo que podría pensarse”.
Por su parte, Glucksmann prefiere mantener la imprecisión: “Ella es ella y yo soy yo”, ha dicho. “No me veo discutiendo con ella el hecho de que no debería estar haciendo algo tan importante en su carrera porque estamos involucrados en un proceso político”.
A pesar de todo, la propia Salamé asegura que, si Glucksmann entrara oficialmente en la carrera en el 2027, ella pasaría a un segundo plano en su trabajo de presentadora del telediario de las ocho.
En el pasado, otras periodistas se han enfrentado a este dilema moral. Por ejemplo, Audrey Pulvar, que mantenía una relación con el diputado Arnaud Montebourg cuando trabajaba en la cadena I-Télé. Marie Drucker dejó de presentar el informativo Soir 3 cuando se reveló su relación con el ministro François Baroin. Béatrice Schönberg, esposa de Jean-Louis Borloo, fue presentadora durante año y medio antes
de retirarse. Incluso Anne Sinclair, antigua periodista estrella de Francia y pareja
de Dominique Strauss-Kahn, tuvo que aparcar su carrera en 1997, al menos en parte, debido a las actividades políticas de su marido.
Y más recientemente, el 27 de enero del 2024, Ivanne Trippenbach, exjefa de la sección de Política de Le Monde , se vio obligada a dejar su cargo y trasladarse al servicio de grandes reporteros. Esto ocurría en un momento en que su pareja, Rayan Nezzar, acababa de ser nombrado jefe de acción pública y cuentas del primer ministro Gabriel Attal. Esta situación suscitó en su día serias dudas sobre la independencia del servicio político del periódico.