Durante 683 días ha sido el secreto mejor guardado del Reino Unido, un secreto del que estaban al tanto el Gobierno, los líderes de la Cámara de los Comunes y de los Lores, los directores de los periódicos y un puñado de periodistas que cubrían asuntos de defensa, amordazados por una orden cautelar que prohibía cualquier mención del tema bajo penas de prisión. Ni siquiera los diputados lo sabían, y el primer ministro Keir Starmer se enteró al llegar a Downing Street.
¿Qué secreto puede justificar semejante encubrimiento? Un marine real, encargado de examinar las solicitudes de asilo de 26.000 afganos que habían colaborado con el ejército británico durante la ocupación del país entre el 2001 y el 2021 en concepto de soldados, espías e intérpretes, y de sus familiares, reveló por error sus nombres en un correo electrónico a un contacto. Pretendía consultarle sobre 150 personas, para averiguar si sus historias eran genuinas, pero se equivocó y mandó los datos de todos los que habían pedido ser sacados del país por miedo a la venganza de los talibanes.
Un marine mandó por error un correo electrónico con los datos de todos los que habían pedido ser sacados del país
El Reino Unido está tan en la ruina como Francia, pero a veces parece que tenga dinero para dar y tomar. Si las lágrimas de la ministra de Economía, Rachel Reeves, hace unos días en los Comunes han sido bautizadas como el llanto más caro de la historia (costándole al Tesoro cuatro mil millones de euros en la subida de intereses de la deuda británica), el correo electrónico del marine es el más costoso que se recuerda, habiendo obligado a Londres a separar ocho mil millones de euros para traer al país a los afectados y el pago de indemnizaciones. Dinero que no ha sido sacado de los presupuestos ordinarios para que no saltara la liebre, sino de los fondos reservados del Estado.
Después de los 683 días, la orden cautelar ha sido levantada ahora, por entender el Gobierno Starmer que los talibanes disponen con toda seguridad de la lista, y quienes no hayan sido ya asesinados o detenidos no tienen nada que temer (excepto las constantes violaciones de los derechos humanos, que afectan a todos los ciudadanos y especialmente a las mujeres). Es decir, borrón y cuenta nueva.
Un error con impunidad
Del marine que cometió el error garrafal y reveló los nombres de 26.000 colaboradores afganos del Reino Unido solo se ha dicho que pertenece a la Unidad de Inteligencia con sede en Regents Park, y no consta que haya sido castigado. En la imagen grande, el Ministerio de Defensa
Liberada de la mordaza, la prensa ha informado que entre seis mil y siete mil colaboradores afganos del ejército británico cuyos nombres aparecieron en la lista fueron extraídos con urgencia de su país con un coste de más de 500 millones de euros, y que de los 26.000 nombrados en el correo electrónico, aproximadamente dos terceras partes se han establecido por unos medios u otros en el Reino Unido. Un número significativo permanece todavía en hoteles para solicitantes de asilo que cuestan a los contribuyentes cinco millones de euros al día (la derecha se hace cruces).
Del error del marine se tuvo conocimiento cuando un individuo cuya identidad no ha sido revelada (un afgano residente en Gran Bretaña) demostró haber accedido a la lista publicando los nombres de nueve personas que figuraban en ella. El Gobierno persuadió inmediatamente a Meta para que eliminase de Facebook todas las referencias por cuestiones de seguridad nacional, y tramitó la orden cautelar dirigida a la prensa. Pero el daño ya estaba hecho, y en el mercado negro se pagaban hasta cien mil euros por el documento.
El anterior gobierno conservador de Rishi Sunak ha sido acusado de encubrimiento y de atentar contra la libertad de prensa, al resistirse a divulgar la información durante la última campaña electoral por temor a perder votos. Es la culminación del desastre de la retirada del Reino Unido de Afganistán de manera precipitada en el 2021, cuando el presidente norteamericano Joe Biden decidió marcharse de un día para el otro sin mayor consideración ni con los afganos ni con los aliados, y el asunto pilló al entonces ministro de Defensa Dominic Raab de vacaciones en Creta (decidió permanecer atado a la piscina de su hotel). A todo esto, el primer ministro Boris Johnson intercedió ante el ejército para que incluyera en la Operación Salida a perros y gatos, como si fueran más importantes que las personas.
El Gobierno Starmer no ha mostrado mucha más humanidad, y ha dado por cerrada la vía de retorno para los integrantes de la “lista del marine” que siguen en Afganistán, insinuando que no todos son solicitantes legítimos de asilo, y que las reclamaciones de muchos habrían sido en cualquier caso denegadas. Nadie sabe cuántos han sido cazados por los talibanes, y cuántos figuran aún en su punto de mira.