En uno de los vídeos filtrados por los inmigrantes detenidos en un centro del bajo Manhattan, hacinados, durmiendo sobre el suelo y en pésimas condiciones higiénicas y sanitarias, por supuesto malnutridos, se escucha la voz de uno que dice: “Nos tratan como perros”.
Solo cabe una clarificación. Que más quisieran ellos disfrutar de los cuidados de los perros, que en esta ciudad son los verdaderos reyes del mambo.
No. Lo que está ocurriendo con el trato que la Administración de Donald Trump dispensa a estas personas, la mayoría sin delitos en su historial o con simples faltas, muchos cuidadores de ancianos hasta hace poco o jardineros por horas en casas de blancos, consiste en la deshumanización, en convertirlos por la carencia de documentos en “animales”, como a menudo los describe el presidente estadounidense, haciéndose eco de la terminología de los nazis.
A medida que se han difundido estas humillantes condiciones de existencia, los esfuerzos de congresistas demócratas por tratar de supervisar las celdas del décimo piso de ese edificio federal han resultado en vano.
Según el estilo viente en este gobierno, todo es mentira. Kristi Noem, secretaria del Departamento de Seguridad Nacional, argumentó que el procesamiento de indocumentados esta fuera de la competencia atribuida al Congreso.
La publicación de los vídeos se ha producido poco después de que Noem y Tom Homan, el zar fronterizo, estuvieran en Nueva York para asegurarse de que sus agentes (ICE) reforzarían las redadas contra los inmigrantes. Era su respuesta al tiroteo en que resultó herido uno de los agentes fuera de servicio, junto al faro que hay en el parque del Hudson en Nueva York, presuntamente atacado por dos indocumentados, ya detenidos.
Pero incluso el alcalde Eric Adams, que ha facilitado las operaciones del ICE en la ciudad, mostró su perplejidad y solicitó a los Servicios Generales de la Administración que se haga una inspección de esa décima planta. El Departamento de Justicia respondió este jueves con una demanda contra Adams y Nueva York por su política de ciudad santuario.
Alligator Alcatraz, la cárcel de los pantanos de Florida repletos de mosquitos, es el último símbolo de la ignominia
A pesar de que Trump no deja de colgarse medallas por esta represión de esas personas a las que se refiere siempre como criminales o enfermos mentales, lo cierto es que los sondeos muestran que los estadounidenses expresan una opinión cada vez más positiva de la inmigración y más crítica con el presidente. Si en el 2024 había un 55% que apoyaba una reducción en el número de inmigrantes, ese porcentaje ha caído al 30% este julio, según un sondeo de Gallup. Un número récord de adultos, el 79% respondió que la inmigración es una buena cosa para el país.
En ese cambio de sintonía influye la circunstancia de que muchos ciudadanos certifican que personas que vivían en su barrio o que trabajaban con ellos sin causar problemas han desaparecido o están escondidas. Algunos servicios, industrias y negocios tienen problemas para dar con mano de obra.
Pero en ese mayor aprecio de los inmigrantes también ha influido, sostienen los activistas, las detenciones de personas sin delitos, las operaciones de agentes enmascarados y sin identificación visible al más puro estilo de las dictaduras o la continúa difusión de casos de tratos ignominiosos a esas personas.
La irrupción de Alligator Alcatraz, nombre con el que se ha bautizado el centro de detención montado en los Everglades, en una remota localización de Florida, una zona pantanosa conocida por sus caimanes, está facilitando la expansión de esa narrativa denigrante.
Los inmigrantes hablan de que estar ahí “es un tipo de tortura”. Para el gobernador Ron DeSantis, “lo que se ha conseguido es notable”, por la rapidez con que se montó ante el incremento de arrestos. El estado ha puesto 245 millones de dólares y se calcula que el coste anual ascenderá a 450 millones. DeSantis anunció este viernes que ya han empezado los viajes de deportaciones desde ese lugar.
Human Rights Watch sacó un informe esta semana en el que subrayó “las prácticas abusivas”que sufren los detenidos. El 72% de estos no tienen antecedentes penales, según ese texto.
Los encerrados están en una especie de jaulas, plagados de mosquitos, las luces fluorescentes encendidas día y noche, sin comida ni atención médica. “Las condiciones de detención son inhabitables”, sostuvo Tessa Petit, de la Coalición de Inmigrantes de Florida.
Esta mala fama no solo frena, sino que impulsa a que otros estados, como Texas, preparen instalaciones envilecedoras, solo previstas para animales.