“Mi hijo es piel y huesos”

Guerra en Oriente Medio

La hambruna por el cerco alimentario de Israel ya causa muertes diarias por inanición en Gaza

SENSITIVE MATERIAL. THIS IMAGE MAY OFFEND OR DISTURB A man carries the body of Palestinian baby Zainab Abu Haleeb, who died due to malnutrition, according to health officials, at Nasser Hospital in Khan Younis, southern Gaza Strip, July 26, 2025. REUTERS/Ramadan Abed TPX IMAGES OF THE DAY

La bebé palestina de 11 meses Zainab Abu Haleeb, muerta por desnutrición, ayer en Jan Yunis

Ramadan Abed / Reuters

Suena el teléfono. Son nuevas imágenes que, sin un acceso libre a Gaza por veto de Israel, sirven de partidas de defunción de víctimas de la desnutrición. Solo ayer, dos bebés: Zainab Abu Haleeb de 11 meses, y Hud Arafat, de siete días de vida. Ya son 127 los palestinos muertos por inanición desde octubre del 2023, 62 apenas este julio. Y no serán los últimos. La hambruna inducida por el cerco alimentario israelí no hace más que extenderse.

De hecho, desde hace una semana, las muertes de niños y adultos por desnutrición se producen a diario. La ONU y organizaciones humanitarias ya no saben cómo enfatizar el horror, mientras que, desde el terreno, residentes y médicos se desesperan pidiendo auxilio para evitar una avalancha de muertos de hambre y sed.

“A los hospitales están llegando cientos de pacientes y el número crece cada día”, alerta a este diario el doctor Mohamed Abu Safiya, director del hospital Al Shifa, en ciudad de Gaza. Según él, las personas muestran síntomas como fatiga severa, parálisis corporal, presión sanguínea baja, diarrea, hinchazón en ojos y vientre o respiración agitada. Daniela de Oliveira Mota, responsable de enfermería de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Gaza, agrega que en sus clínicas muchos gazatíes “llegan a desmayarse” producto “del cansancio excesivo y una pérdida considerable de peso”. “La desnutrición que observamos está relacionada con la falta de acceso a alimentos”, remarca.

Sin recursos

A los gazatíes les resulta casi imposible conseguir alimentos, y lo poco disponible alcanza precios exorbitantes

Cuatro habitantes de Gaza, que cuidan a hijos y sobrinos desnutridos, coinciden en señalar a La Vanguardia que comen una vez el día, y a veces ni eso; que es casi imposible conseguir alimentos base, como frutas, leche, pescado o huevos; y que lo poco disponible se vende en los mercados a precios exorbitantes.

“Un kilo de harina puede costar 50 euros, ¿de dónde sacas dinero para pagarlo?”, clama Shaza, desplazada en Ciudad de Gaza junto a su pequeño, su marido y doce familiares. Asegura que están “sufriendo más y más hambruna, la gente desfallece en las calles”. “Todos los niños de mi familia padecen desnutrición”, agrega.

Lo mismo ocurre con los cinco hijos de Maryam Auad Fadus. Refugiada en una tienda precaria al oeste de la capital gazatí, esta viuda –cuyo esposo fue “martirizado” en esta invasión– admite que solo quiere llorar porque no puede alimentarlos: “A veces los mando a dormir sin comer. Yo misma tengo miedo, hambre y sed”. Hace poco, intentó arañar algo de comida en un punto de la Fundación Humanitaria de Gaza, respaldada por Israel y EE.UU., y, como muchos, se fue con las manos vacías: “Solo pude juntar algo de arroz y lentejas del suelo”.

Maryam relata que, de todos sus hijos, el menor, Muath, es quien peor se encuentra. “No puede caminar o hablar, siempre está cansado. Mi hijo es piel y huesos”, dice con mucho dolor, en parte también porque no pudo hospitalizarlo; “no había tratamientos”.

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Palestinos ayer con sacos de harina distribuidos en Ciudad de Gaza

Jehad Alshrafi / Ap-LaPresse
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Los médicos, igual de débiles por la falta de alimentos, hacen lo que pueden para atender con un personal y unos insumos al límite del agotamiento. Unicef avisa de que, si nada cambia, a mediados de agosto no tendrá alimentos terapéuticos, claves para niños con desnutrición.

También es muy difícil contar con leche de fórmula, que es esencial para alimentar bebés, sobre todo cuando sus madres, desnutridas, no pueden amamantarles. Es el caso de Sila Barbakh, de 11 meses y hospitalizada en el Naser de Jan Yunis, ejemplo de una tendencia que los sanitarios de la franja observan cada vez más: niños sin condiciones preexistentes que son ingresados únicamente por desnutrición. La pequeña debería pesar diez kilos y no llega a cuatro. “Está luchando contra la muerte”, denuncia su tío Kazem.

Colapso sanitario

En los hospitales, los ingresos a causa de la hambruna empiezan a equipararse a los de los heridos por el fuego israelí

En los hospitales abarrotados, los ingresos por desnutrición empiezan a equipararse al de los heridos por ataques israelíes. En Musab al Dibs se combinan ambos. En mayo, un bombardeo le hirió en el cráneo y le causó una hemorragia cerebral que lo ha dejado paralizado. A sus 14 años solo puede alimentarse por sonda y, por este cerco israelí, ha perdido 20 kilos. Sin despegarse de él en el hospital Al Shifa, su padre Ali ruega ayuda internacional para evacuarle. “Cuando me siento a su lado, lloro mucho porque no puedo ofrecerle nada”, confiesa.

Desde el mismo centro, el doctor Abu Safiya subraya que la desnutrición requiere “meses de tratamiento intensivo, con suplementos alimentarios, proteínas, sales y minerales”, algo casi imposible de cumplir en este contexto. Oliveira Mota añade que los suplementos que brinda MSF, muchas veces, “terminan siendo la única comida del día para la mayoría de los niños”.

Es por ello que ambos profesionales insisten en que la única forma de revertir esta hambruna es el ingreso irrestricto de ayuda. Israel justifica su bloqueo y su método militarizado de reparto, con el supuesto robo de camiones por parte de Hamas. Pero, en un informe publicado ayer por The New York Times , dos fuentes militares israelíes afirman que no hay pruebas de que la milicia palestina haya robado sistemáticamente la asistencia distribuida por la ONU.

Mientras crece la presión internacional para que Israel permita la entrada de ayuda a gran escala, incluso eso podría no ser suficiente. “La desnutrición puede tener consecuencias permanentes a largo plazo en los niños, puede afectar su desarrollo físico y cognitivo –concluye Oliveira Mota–. En algunos casos, incluso si los alimentos llegaran ahora, ya sería demasiado tarde”.

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