Ni siquiera convidado de piedra en Alaska

Cumbre Rusia-EE.UU.

La gincana negociadora de Trump llega a la cumbre con Putin sin la presencia y la voz del presidente de Ucrania, Zelenski

LONDON, ENGLAND - AUGUST 14: Ukraine's President Volodymyr Zelensky drinks from a Downing Street -themed mug as he sits with Britain's Prime Minister Keir Starmer (unseen) in the garden of 10 Downing Street on August 14, 2025 in London, United Kingdom. Zelenskyy's UK visit comes following his trip to Berlin to attend virtual meetings with European leaders and US President Trump to discuss the strategy for talks taking place between Trump and Russian President Vladimir Putin on Friday in Alaska, where they will discuss ending the war in Ukraine. (Photo by Ben Stansall - WPA Pool/Getty Images)

Zelenski el jueves en el 10 de Downing Street, donde se reunió con el premier británico, Keir Starmer

WPA Pool / Getty

Este no ha sido el peor año de la guerra para Volodímir Zelenski, pero tampoco el menos malo. Con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, el pasado enero, comenzó una gincana de altos y bajos que han llegado hasta la cumbre de Alaska. Por si fuera poco, el presidente ucraniano no ha sido ni siquiera un convidado de piedra en la reunión de Trump y el presidente ruso, Vladímir Putin, para negociar el futuro de Ucrania. Como a casi todo el mundo, también a él le tocó el viernes estar pendiente de las noticias.

Desde que este actor y productor licenciado en Derecho sin experiencia política ganó las elecciones presidenciales del 2019, su vida al frente de Ucrania ha estado marcada por el conflicto con Rusia. Primero, la guerra del Donbass, que comenzó en el 2014 y que, congelada pero no desactivada, prometió en campaña solucionar. Después, el enfrentamiento directo con Rusia desde que en febrero del 2022 Putin envió al ejército ruso a Ucrania para bloquear su camino hacia Occidente y, eventualmente, hacia la OTAN.

Se quedó en Kyiv para dirigir la defensa ante Rusia y se convirtió en un símbolo para ucranianos y aliados

Zelenski, que nació en Krivói Rog en 1978 en una familia de origen judío y creció con el ruso como idioma materno, se quedó en Ucrania para dirigir la defensa de su país cuando en Moscú se pensaba que huiría. “Cuando nos ataquéis veréis nuestra cara, no nuestra espalda”, dijo en uno de los vídeos que hicieron crecer su popularidad hasta el 90%. “Estamos aquí. Estamos en Kyiv. Estamos protegiendo Ucrania”, dijo en otra desafiante alocución.

Fue así como se convirtió en símbolo de resistencia para sus compatriotas, pero también para los países aliados, sobre todo europeos y Estados Unidos, que han apoyado a Ucrania con ayuda económica y suministros militares. Pero todo eso ha dado la vuelta con la segunda presidencia de Donald Trump.

El nuevo inquilino de la Casa Blanca, que en el pasado mostró su admiración por el jefe del Kremlin y había prometido terminar con la guerra en 24 horas, se propuso mediar en el conflicto para lograr la paz. Al principio, no se contuvo en criticar a Zelenski, al que incluso llegó a llamar “dictador”, haciéndose eco de las acusaciones lanzadas desde Moscú, que le considera un presidente “ilegítimo” por no haber celebrado este año unas elecciones que las hostilidades y la declaración de ley marcial hacían imposible.

El peor momento para Zelenski se produjo a finales de febrero, cuando viajó a Washington para firmar un acuerdo con el que su país iba a compartir sus recursos minerales con EE.UU. La reunión en el despacho oval terminó en humillación, con una agria discusión con Trump y el vicepresidente estadounidense, J.D. Vance.

La relación con su principal valedor se logró reconducir y Trump aceptó la posición ucraniana de pedir un alto el fuego completo como primer paso para negociar luego una solución con los rusos. Pero el Kremlin no aceptó parar los combates, ya que lleva la iniciativa en el campo de batalla y cree que una pausa permitiría a los ucranianos rearmarse con suministros occidentales.

Además, en abril, Kyiv perdió una buena carta para negociar territorios. El ejército ruso expulsó a las tropas ucranianas que desde agosto del 2024 ocupaban parte de la región rusa de Kursk.

Tal vez ese revés facilitó que la presión del americano lograra que rusos y ucranianos volvieran a conversar cara a cara. Sus delegaciones celebraron tres rondas de negociaciones en mayo, junio y julio en Estambul. Pero Zelenski no logró forzar una reunión cara a cara entre él y Putin, lo que, según Kyiv, impulsaría las estancadas negociaciones de paz.

En su país, el líder ucraniano también ha tenido que hacer frente a las mayores protestas en su contra en seis años de presidencia. Sucedió después de que la Rada, el Parlamento unicameral dominado por su partido político, Servidor del Pueblo, aprobara en julio una ley que reducía la independencia de las agencias anticorrupción, cuya tarea se entiende fundamental en las aspiraciones ucranianas de integrarse en la Unión Europea. Tras las manifestaciones y las críticas de Bruselas, Zelenski mostró cintura y presentó un nuevo proyecto que anulaba la decisión anterior.

Alaska muestra que, a pesar de protagonizar la resistencia, el presidente ucraniano se ha quedado sin voz en la mesa de diálogo. Él y sus aliados siempre han sostenido que el futuro de Ucrania no se puede decidir sin Ucrania. Sin embargo, Washington y Moscú han celebrado reuniones sin él, tanto para recomponer sus relaciones como para buscar una salida a la guerra. Zelenski aquí solo tiene un papel secundario.

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