Los trompazos de Trump aceleran el deshielo entre India y China

Abrazo de gigantes

Modi le confirma en Delhi al ministro Wang Yi que este mes volverá a pisar suelo chino después de siete años

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El ministro de Exteriores chino, Wang Yi, que ha vuelto a India por primera vez desde 2022, se entrevistó ayer con el primer ministro Narendra Modi 

Ap-LaPresse

El distanciamiento entre el presidente estadounidense Donald Trump y el primer ministro indio Narendra Modi -por motivos sujetos a especulación- está acelerando el deshielo entre los dos gigantes asiáticos. Y el trompazo arancelario del 50% para los exportaciones indias a EE.UU. -en vigor dentro de una semana- ha hecho sonar el gong definitivo. 

Bajo esa vibración, el ministro de Exteriores chino, Wang Yi, ha concluido este miércoles su visita de tres días a Nueva Delhi -la primera en tres años y medio- en la que se ha reunido con su homólogo S. Jaishankar; con el Asesor Nacional de seSguridad, Ajit Doval; y con el propio Narendra Modi. Este último ha confirmado que a finales de mes pisará China por primera vez en siete años, con motivo de la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai, en Tianjin. 

Desde ya, India y China han acordado reabrir al comercio tres pasos fronterizos himalayos y reanudar “lo antes posible” los vuelos directos entre ambos países, suspendidos desde 2020 con la única excepción de Hong Kong. 

Un botón de muestra del acelerado deshielo entre los dos países más populosos, que comenzó con la reanudación de los visados turísticos por parte de la India el mes pasado. Antes, Pekín había tenido el buen sentido de volver a conceder visados para grupos de peregrinos hindúes al monte Kailash, que ahora se compromete a aumentar en número. 

India y China razonan, con motivo, que los vínculos entre ambas sociedades están muy lejos de haber alcanzado su potencial. A pesar de la vecindad y de los miles de kilómetros de frontera común, el desconocimiento mutuo es descomunal y la cuestión tibetana ha bloqueado a menudo el acercamiento.

Status quo en la “línea de control”

India accede a reanudar los visados turísticos y los vuelos directos

Asimismo, bajo la batuta de S. Jaishankar, la diplomacia india ha seguido una trayectoria notablemente pro estadounidense. Eso se ha traducido en un cierto desacople con China, mientras la complicidad diplomática y la dependencia militar respecto a Rusia se reducía de forma mucho más gradual. Sin embargo, mantener un pie en ambas orillas no era fácil y la sacudida de  Trump -que todo el mundo se esperaba, excepto India- ya está pasando factura. 

Cabe recordar que Narendra Modi y Donald Trump escenificaron una luna de miel política durante el anterior mandato de este último, con un acto conjunto en Texas y luego en Guyarat, estado natal de Modi. El político indio también fue el segundo jefe de gobierno en visitar la Casa Blanca en febrero pasado, solo por detrás del israelí Beniamin Netanyahu. Sin embargo, algo se torció poco después.

Algunos creen que el desencuentro se remonta a la campaña estadounidense, en septiembre, cuando Trump anunció en un mitin que se reuniría con Modi, una semana más tarde, pero este rehusó hacerlo, en aras de la neutralidad. La rival demócrata, Kamala Harris, además, tal como indica su nombre, es de origen indio (por parte de madre). Si bien es cierto que esta nunca demostró sintonía alguna con Modi, a diferencia de la excandidata republicana Tulsi Gabbard (su nombre es indio, pero no su origen) repescada por Trump como Directora Nacional de Inteligencia (y actualmente en segundo plano). 

En Nueva Delhi se interpreta que el ego de Donald Trump no ha soportado que distintas voces del gobierno indio -Modi incluido- le hayan desmentido cada vez que se ha atribuido la tregua de abril pasado entre India y Pakistán. 

No es ningún secreto que el magnate no quiere ser menos que Barack Obama y suspira por el premio Nobel de la Paz. Además, no ve contradicción alguna entre ese anhelo y el envío de aviones militares cargados de inmigrantes irregulares de regreso a India, esposados y encadenados durante las cuarenta horas de vuelo, tal como hizo la primavera pasada. 

Arancel del 50%

Trump ha pulverizado décadas de acercamiento entre India y EE.UU. 

Bajo su mandato, Washington ha renovado o redoblado los ataques contra los fundadores del grupo de los Brics. La coartada comercial a menudo esconde motivos mucho más mezquinos, como en el caso de Sudáfrica (que ha llevado a Israel, antiguo socio de los gobiernos del apartheid, al Tribunal Internacional de La Haya, por presunto genocidio en Gaza). O en el caso de Brasil (otro gravamen del 50%), donde busca proteger de la justicia a su amigo Jair Bolsonaro, procesado por su intentona golpista.

La actual discordia entre Nueva Delhi y Washington deja en una posición incómoda a S. Jaishankar, apostol de ententes indo-pacíficas, del que ahora se recuerda la nacionalidad japonesa de su esposa y los muchos años de su hijo Dhruva como empleado de laboratorios de ideas en Washington (y que según algunos, habría adquirido la ciudadanía estadounidense, ya que India no reconoce la doble nacionalidad). Críticas algo injustas ya que S. Jaishankar también conoce China mejor que cualquier otro ministro de Exteriores de cualquier otro país (fue embajador en Pekín durante cinco años). 

Pero es cierto que, al no materializarse las promesas de creación de empleo con las que Modi llegó al poder, empiezan a emerger voces que cuestionan la política de los últimos años respecto a China (ejemplificada, por ejemplo, en la prohibición de docenas de apps chinas, empezando por TikTok). 

El caso es que el crecimiento al margen del tirón de China se ha demostrado harto difícil. La deslocalización estadounidense desde China nunca llegó, por mucho que se repita machaconamente un único caso, además parcial: El de los iPhones de Apple, algunos de cuyos modelos para el mercado estadounidense son ensamblados (más que fabricados) en naves industriales en territorio indio (varias de ellas, propiedad de Tata).

Aunque la tónica de los últimos veinte años es que las cifras macroeconómicas sitúen el crecimiento de India siempre alguna décima por encima del de China, hay que ponerlas en entredicho. La realidad es que la brecha de desarrollo entre ambos países no ha parado de crecer. En 1980, la India de Indira Gandhi era menos pobre que la China. En 1990, ambos países seguían empatados. Pero desde entonces, el abismo económico se ha ensanchado y hoy por hoy la renta per cápita de los chinos multiplica por cinco a la de los indios.

Uno de los efectos secundarios de los aranceles de Trump es que convertirán a China, con toda seguridad, en primer socio comercial de India, este mismo año, por delante de EE.UU.. Pero se trata de una relación muy desequilibrada, en la que India le compra a China ocho veces más de lo que le vende: 100.000 millones de dólares de déficit en el último año fiscal. 

Probable efecto secundario

China sustituirá este año a EE.UU. como primer socio comercial de India

De ahí que China se muestre abierta a aumentar sus inversiones -hasta ahora bajo sospecha en Nueva Delhi- y a abrir la mano en las exportaciones de tierras raras, fertilizantes y tuneladoras a India.

Balanza comercial aparte, el mayor quebranto en la relación es la falta de acuerdo sobre las lindes entre ambos países. Sin embargo, China ha logrado acordar la delimitación de sus fronteras terrestres con todos sus demás vecinos (excepto Bután, bajo presión de Nueva Delhi). Ahora considera que también es posible avanzar en la demarcación de la frontera con India: “El objetivo es mantener conjuntamente la paz y la tranquilidad en las zonas fronterizas mediante consultas”. El asesor de seguridad, Ajit Doval, se ha felicitado de que esto sea así desde hace ya nueve meses. 

Hasta ahora, la credibilidad de Pekín padecía por su cercanía a Pakistán. Sin embargo, China nunca ha ido tan lejos como Donald Trump este mismo año, al invitar a un almuerzo privado en la Casa Blanca al jefe de las Fuerzas Armadas pakistaníes, general Asim Munir (que el mes pasado repitió visita a EE.UU.), con la escaramuza con India todavía caliente. 

El arancel estadounidense del 50% para India ha añadido sal a la herida, anque la electrónica, las medicinas y los servicios estén de momento exentos del Trumpazo. Un porcentaje muy parecido a un veto y que se convierte en una humillación en toda regla comparado con el 19% aplicado a Pakistán. 

EE.UU.  cree tener una justificación para ello. Su secretario del Tesoro, Scott Bessent, dijo ayer martes que “algunas de las familias más ricas de India se están enriqueciendo con la guerra”. De una forma además que no admite comparación: “China importaba un 13% de su petróleo de Rusia antes de la invasión de Ucrania y hoy importa un 16%; mientras que India, que importaba menos de un 1%, ahora importa un 42%”. “El objetivo es aumentar la presión para que Rusia pare la guerra”, añadía una portavoz de la Casa Blanca.

Nueva Delhi responde que está en su derecho, pero se abre camino  la idea de que no puede poner todos los huevos en la misma cesta. Y Pekín ahora sí da crédito a las buenas palabras, siempre medidas, de los funcionarios indios. “Las discrepancias sobre la frontera no deben afectar al resto de aspectos de la relación bilateral”, ha defendido Wang Yi.

El ministro chino de Exteriores ha continuado hoy su gira rumbo a Kabul, para reunirse con sus homólogos de Pakistán y del Emirato Islámico de Afganistán, al que nadie reconoce formalmente, cuatro años después, excepto Rusia, desde el mes pasado. 

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