Francia ha decidido encerrarse en su laberinto. El Gobierno de François Bayrou, que llevaba en el poder apenas nueve meses, cayó estrepitosamente ayer al ser derrotada por amplio margen la moción de confianza a que se sometió el primer ministro en la Asamblea Nacional. Al término de un debate muy bronco, solo 194 diputados votaron la confianza y 364 lo hicieron en contra. La dimisión debe oficializarse este martes cuando Bayrou vaya al Elíseo a presentarla al presidente de la República, Emmanuel Macron.
La profunda crisis política en París se agrava, con el riesgo financiero que ello comporta. El país está bloqueado, a la deriva. Le corresponde a Macron, muy impopular y más de debilitado que nunca, decidir si convoca nuevas elecciones –hipótesis que hasta ahora rechazaba– o escoge a otro primer ministro que, dada la aritmética parlamentaria y la actitud intransigente de los partidos, está condenado a fracasar mientras no exista una mínima voluntad de consenso. Otros comicios no garantizan una mayoría viable

Bayrou se dirige a la tribuna de la Asamblea Nacional, donde dibujó un panorama muy inquietante sobre la situación del país (Benoit Tessier / Reuters)
En su discurso, de 40 minutos, el primer ministro dibujó un panorama muy inquietante, no solo en el ámbito económico. Además de alertar del desfase frente a otros países europeos, que producen más y gastan menos, como Holanda, Bayrou constató el deterioro de la educación, el problema de la vivienda y la emergencia migratoria. Para no pecar de pesimismo, citó las fortalezas del país, como la excelencia en matemáticas o robótica, la calidad de la industria aeronáutica, de construcción naval o nuclear.
El núcleo de su intervención fue el desafío de la deuda, que calificó como “una adicción” y “una hemorragia insoportable” que hay que frenar. El jefe del Gobierno recordó que los presupuestos del Estado han sido deficitarios, de modo ininterrumpido, desde hace 51 años. Actuar es también una obligación moral para no dejar “una carga aplastante sobre las espaldas de los jóvenes”.
Para intentar el milagro de convencer en el último minuto a parte de la izquierda y a la extrema derecha, Bayrou mencionó dos concesiones parciales a los dos campos. Aunque dijo que imponer más impuestos a los ricos puede ser contraproducente porque estos huyen a países menos gravosos, el premier se abrió a hallar fórmulas para que contribuyan más al esfuerzo nacional.
Al partido de Le Pen le ofreció, sin citarlo, la reducción de la Ayuda Médica de Estado (AME), la cobertura a los inmigrantes irregulares, una prestación que la extrema derecha lleva años denunciando porque la ve como un imán para la inmigración ilegal.
Le Pen habla del “naufragio” de la presidencia de Macron y exige nuevas elecciones
El primero de los 11 grupos parlamentarios en responder a Bayrou fue el socialista. Su presidente, Boris Vallaud, pareció anticipar el nombramiento por Macron de un socialista para ocupar el palacio de Matignon, algo muy hipotético. “Es un nuevo horizonte que se abre para la izquierda y para el país”, afirmó. “Estamos preparados si vienen a buscarnos”, dijo, en alusión al presidente de la República. Vallaud no tuvo piedad para Bayrou, a quien acusó de haber carecido de coraje y haber preferido “una escapada, una farsa ante la adversidad”. Para el líder socialista, el responsable último es Macron, pero Bayrou es “el primer apóstol” de “los epígonos ciegos” del jefe de Estado.
El líder del grupo parlamentario de Los Republicanos (LR, derecha clásica), Laurent Wauquiez, anunció que habría diputados de su grupo que votarían en contra, pese a formar parte de la mayoría gubernamental. Wauquiez votó la confianza “sin entusiasmo” y mencionó el desacuerdo con el plan de Bayrou de eliminar dos días festivos. El dirigente conservador argumentó que en vez de castigar a los franceses que trabajan, habría que hacer trabajar a quienes viven de subsidios.
Éric Ciotti, de la Unión de las Derechas –aliado de Le Pen– habló del “Titanic macronista”. Quiene fue presidente de LR antes de asociarse con la extrema derecha exhortó a excorreligionarios a romper con el Elíseo.

Marine Le Pen, durante la sesión de ayer en la Asamblea Nacional
En su turno en la tribuna, la líder del Reagrupamiento Nacional (RN), Marine Le Pen, visiblemente satisfecha por la debacle de sus rivales, dijo que se estaba viviendo “el fin de la agonía de un gobierno fantasma” después del “naufragio” de ocho años de presidencia de Macron y que solo “la gran alternancia” (la llegada al poder de la extrema derecha) dará esperanza al país. También arremetió contra la izquierda por haber sellado un pacto oportunista con los macronistas, el año pasado, para evitar la victoria del RN en la segunda vuelta de las legislativas. Le Pen pidió elecciones porque “un gran país como Francia no puede vivir con un gobierno de papel”.
Dadas las circunstancias, Macron se verá presionado a decidir sin dilación. No puede ocurrir como el verano pasado, cuando tardó dos meses en nombrar a un sustituto para Gabriel Attal después de la catastrófica decisión de convocar comicios anticipados y quedar en minoría en la Asamblea. La excusa fueron los Juegos Olímpicos. Ahora no hay razón.
Desde el 2017 ha habido ya seis inquilinos del palacio de Matignon. Francia empieza a parecerse a la Italia de inestabilidad crónica después de la II Guerra Mundial, o a la propia Francia de la IV República hasta que el general De Gaulle, en 1958, en plena crisis por la guerra de Argelia, se erigió en el salvador de la nación e fundó la V República. Algunos analistas comparan el escenario actual con 1958, con el agravante de que no existe hoy una figura respetada y con ideas claras como lo fue De Gaulle para salir al rescate.
El primer ministro dice que la deuda es “una hemorragia insoportable”, pero su mensaje no convence
La semana puede deparar otros sobresaltos. El miércoles hay convocada una protesta nacional bajo el lema “Bloqueemos todo”, una iniciativa que presenta una potencial amenaza de orden público. El viernes, la agencia Fitch de calificación de la deuda pondrá una nueva nota a Francia, que puede ser mala y se teme que acelere la subida de los tipos de interés.