La ciudad francesa de Estrasburgo ya está repleta de los cientos de periodistas, europarlamentarios, asistentes y el resto de personal que se han dirigido hacia la sede del Parlamento Europeo para asistir, el miércoles, al discurso sobre el Estado de la Unión que debe pronunciar la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. Si cada año esta alocución tiene un cierto componente de trámite que marca el inicio del curso político en la UE, en esta ocasión es especialmente delicado para la líder alemana. Tras un terrible verano para los intereses europeos, Von der Leyen se encuentra en el ojo del huracán por la debilidad de Europa en el mundo, cuestionada tanto por su falta de firmeza ante Donald Trump como por la tibieza ante Gaza, entre otras cuestiones calientes que están generando malestar en la capital comunitaria.
En este primer discurso sobre el Estado de la Unión del segundo mandato de Von der Leyen –el año pasado por estas fechas todavía no había nacido oficialmente la segunda Comisión liderada por la popular alemana– la presidenta se encontrará de frente a un Parlamento Europeo dolido, para empezar, por el pacto arancelario al que ha llegado este verano con Donald Trump, visto por muchos como una rendición frente a las exigencias del magnate. Las críticas por las condiciones aceptadas por los negociadores comunitarios le llegan tanto de la oposición –los grupos de La Izquierda y la ultraderecha de los Patriotas están preparando unas mociones de censura– como de dentro de la propia mayoría que la encumbró hace menos de un año.
El pacto está visto por muchos como una rendición frente a las exigencias de Trump
Los liberales hablan, en palabras de su líder, Valerie Hayer, de “condiciones catastróficas para la imagen de Europa”. Los socialdemócratas (S&D), el segundo grupo parlamentario en la Eurocámara, ya han advertido que pese a que no ven útil intentar erosionar la Comisión con estas mociones de censura destinadas a fracasar –como ocurrió en el último pleno de verano–, sí que se están movilizando para censurar el acuerdo comercial con EE.UU. porque creen que los negociadores han sido demasiado blandos tras verse obligados a acatar un 15% de aranceles. “No podemos permitir que la política de presión estadounidense dicte el futuro de Europa”, critica la vicepresidenta de S&D, Kathleen van Brempt.
Así las cosas, las últimas noticias sobre el intento de Maros Sefcovic, el comisario de Comercio encargado de las negociaciones con Estados Unidos, de retrasar la reciente multa de casi 3.000 millones de euros a Google para no enfadar a Trump no han mejorado el humor de la bancada progresista. Y más, después de las nuevas amenazas del presidente de EE.UU., que promete nuevas represalias comerciales, tras ser informado de esta sanción a Google por prácticas abusivas.
“La UE debe detener esta práctica contra empresas estadounidenses inmediatamente!”, advirtió Trump, validando el temor de los analistas en Bruselas que llevan tiempo avisando que el estira y afloja con Washington no termina con el pacto arancelario, sino que será una constante por lo menos, en los próximos tres años.
La Comisión de Von der Leyen no solo está atada por los intereses económicos de los Veintisiete con la Casa Blanca, sino también de la división de los Veintisiete. Otro de los campos en los que la Comisión está siendo especialmente criticada es por la inacción de Bruselas en Gaza. Hasta ahora, el gesto más duro que ha tenido el Ejecutivo comunitario con Israel ha sido proponer la suspensión parcial del Acuerdo de Asociación –solamente el programa científico Horizon– pero todo está paralizado por la falta de acuerdo. Fuentes diplomáticas ya reconocen abiertamente que hasta que Alemania no se sume será complicado tejer la mayoría cualificada que requiere esta decisión, pese a que Israel todavía no está implementando el acuerdo de la jefa de la diplomacia comunitaria, Kaja Kallas, para permitir la llegada de ayuda humanitaria en condiciones a la Franja.
“No podemos ir más allá porque ya sabéis lo que hay, pero hay que insistir en la diplomacia”, reconoció ayer el portavoz de Exteriores comunitario Anouar El Anouni. La tensión es también interna: la vicepresidenta ejecutiva Teresa Ribera, la mayor voz de los socialdemócratas en el equipo de Von der Leyen, ha tachado las acciones de Israel de “genocidio”.
La reunión en Alaska entre Trump y Putin tampoco ayudó a olvidar esta imagen de una Europa enclenque en el nuevo orden mundial pretendido por el inquilino de la Casa Blanca. Además, en estas incipientes negociaciones, en Berlín no fue apreciado que a su compatriota se le escapara en una entrevista en el Financial Times que Europa tiene planes “bastante precisos” para un eventual despliegue de tropas en Ucrania como garantías de seguridad. Mandar tropas es una competencia que recae en los Estados, tal y como le recordó el titular de Defensa alemán, Boris Pistorius. Que apostilló: “Esto son cosas de las que no se habla antes de sentarse en una mesa negociadora con las partes que tienen algo que decir sobre el asunto”.
En estas condiciones, Von der Leyen se va a aferrar mañana a su política de rearmar la UE y a sus planes para disparar su competitividad. La precipitación de los acontecimientos en Alaska ha acelerado las preparaciones para el nuevo paquete de sanciones contra Rusia, el 19.º desde el inicio de la guerra, que Von der Leyen podría presentar ya ante unos eurodiputados mucho menos satisfechos que el año pasado.

 
            
