Katmandú arde. Una turba que ya no esgrime móviles sino fusiles ha prendido fuego este martes por la tarde al Parlamento de Nepal, al palacio de gobierno y a la sede de varios partidos, así como a las residencias del presidente y del primer ministro. De nada le ha servido a este último levantar el veto a 26 de las aplicaciones y redes sociales más utilizadas. KP Sharma Oli se ha visto obligado a dimitir este martes, tras la desmesurada represión de las protestas que ayer lunes dejó 19 muertos y más de trescientos heridos en todo el país, la mayoría en Katmandú.
A pesar del toque de queda en la capital y otras localidades, las manifestaciones han continuado hoy con mayor violencia, espoleadas por la restauración de aplicaciones como Whatsapp y Line y de redes como Facebook, X o Youtube, así como por la incorporación de individuos armados, hasta ayer en la sombra.
La generación en el poder de izquierdistas nepalíes, que hicieron con fusiles la última revolución del siglo XX ya muy entrado el siglo XXI, no estaba preparada para esta juventud que ayer solo empuñaba teléfonos móviles, pero que parece mejor conectada de lo que ellos jamás estuvieron. A esos teléfonos se han añadido hoy fusiles y móviles dudosos. La república del Himalaya se enfrenta a una revolución de ideología e objetivos tan difusos como las propias redes en que se columpian.
Cambio de régimen
La turba ha prendido fuego al Parlamento, al Palacio de Gobierno y a sedes de partidos
Mientras tanto, en un ambiente insurreccional, la ministra de Exteriores, Arzu Rana Deuba, ha sido agredida en su casa, al igual que su marido y exprimer ministro, Sher Bahudar Deuba, a la postre presidente del Partido del Congreso. Tanto la sede de esta fuerza como la del Partido Comunista de Nepal (CPN-UML) han sido incendiadas. Mientras que las dos autoridades citadas han tenido que ser rescatadas por el ejército, traumatizados y sangrando. Peor le ha ido al ministro de Finanzas, Bishnu Paudel, perseguido como un perro calle abajo y molido a patadas.
La ira está fuera de control en una estado multiétnico que no logra salir de la pobreza, fragmentado además por la división de castas de su abrumadora mayoría hindú. Un país donde la edad media es de 27 años pero el primer ministro supera los 73, como varios miembros de su gobierno, pertenecientes a la generación que derrocó la monarquía.
Sus siglas han conservado epítetos que entonces inspiraban temor entre la élite reaccionaria de Katmandú (marxistas, leninistas, maoístas) aunque su ultraizquierdismo hace tiempo que pasó a la historia. Permanece su competencia dudosa y en no pocos casos, su corrupción fuera de duda, como la de aquellos a los que sustituyeron. Este es uno de los banderines de enganche de lo que se ha dado en llamar la Generación Z nepalí, sin ideología reconocible y orientación maleable.
Nepal es unas sociedad, en fin, con una historia reciente de guerrillas y de bandidismo, en el que sigue habiendo muchas armas en circulación, como se está viendo hoy.

Vista aérea del Parlamento de Nepal incendiado por la turba este martes
KP Sharma Oli creía tocar el cielo el miércoles pasado en Pekín -tras pasar por Tianjin- en el desfile militar encabezado por Xi Jinping, Vladimir Putin y Kim Jong Un. Pero pudo muy bien ser el beso de la muerte, al coincidir con una cuenta atrás que ha resultado fatídica: el límite de plazo de 26 redes sociales y aplicaciones de móviles -la mayoría estadounidenses- para registrarse en el país, de acuerdo con la ley, o afrontar su veto, como sucedió a partir del día 4.
A causa de la revuelta, todos los vuelos en el aeropuerto de Katmandú han sido suspendidos. Mientras la situación revolucionaria en manos de individuos armados de filiación desconocida sigue extendiéndose como un reguero de pólvora. Tras prender fuego al Parlamento de la nación, se han aplicado también a incendiar la sede de gobierno, la residencia del presidente Ramchandra Paudel o la casa particular del primer ministro. Ni siquiera se ha librado de la turba incendiaria la morada del tres veces jefe de gobierno, Pushpa Kamal Dahal, el mítico guerrillero de inspiración maoísta apodado “Prachanda” (el fiero).

Emboscados entre los manifestantes anticorrupción hoy han emergido individuos armados y enmascarados, empeñados en destruir todos los símbolos del Estado nepalí)
El cambio de régimen en ciernes en Nepal evoca al que se desencadenó con éxito en Bangladesh, hace poco más de un año (que a su vez hizo revivir escenas de la revuelta de Sri Lanka en 2022). Con la diferencia de que el revanchismo, en el caso nepalí, podría volver a prender la mecha de la guerra civil, que duró una década hasta apagarse, entre 2006 y 2008, con la instauración de la república. Alguien está jugando con fuego.
Otra diferencia es que en Nepal no podrá haber un cambio político duradero que no cuente con la aprobación tácita de India. Mucho menos una mutación en contra de los intereses de India. Y desde luego, cualquier intento de colocar una cuña entre India y China, en perjuicio de ambas, está condenado al fracaso.
La historia dice que un parlamento en llamas no augura nada bueno. El zarandeo y agresión de gobernantes electos, tampoco. Algo que coloca en una situación muy delicada a las ONG extranjeras -aún más prominentes en Katmandú que en Dacca- que podrían sentirse tentadas a justificar lo que considerarían inaceptable en sus propios países.
De forma extraordinaria, el presidente Paudel ha pedido “contención a todas las partes”, poniendo al mismo nivel a las autoridades salidas de las urnas y a aquellos que han quemado su propia residencia o la casa del exprimer ministro Jhalanath Khanal, cuya esposa, Rajyalaxmi Chitrakarha, ha fallecido abrasada. También hay que lamentar la muerte de otras tres personas, durante la represión del vandalismo, que se suman a los 19 manifestantes fallecidos en el día de ayer.

Los manifestantes en el complejo del Parlamento, durante una protesta contra el asesinato el lunes de 19 personas tras las manifestaciones contra la corrupción
Horas antes de dimitir, KP Sharma Oli había prometido investigar a fondo la muerte de 19 personas en las protestas del lunes. Esa investigación podría quedar en un cajón, como el proyecto de ferrocarril entre Shigatse (Tíbet) y Katmandú, muy avanzado en papel desde hace un año.
Las cosas pueden ir a peor y, como sucede en las situaciones extremas -véase el terremoto de 2015- el ejército indio es el último recurso.
(Abajo, vídeo de la turba que ha prendido fuego al parlamento de la nación).
(Más abajo, vídeo la ministra de Exteriores y conocida feminista, Arzu Rana Deuba, agredida por la turba y en paradero desconocido)