La policía nepalí mata a 19 manifestantes contra la clausura de redes sociales y la corrupción

Gen Z en Katmandú

El primer ministro Oli estuvo la semana pasada en el desfile militar en Pekín junto al indonesio Prabowo

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Un detenido por la policía antidisturbios este lunes en Katmandú 

Navesh Chitrakar / Reuters

Una concentración convocada en Nepal contra la clausura de veintiséis redes sociales  “y contra la corrupción” se ha saldado este lunes con un mínimo de 19 muertos entre los manifestantes, en su mayoría por balas de las policía antidisturbios. Diecisiete víctimas mortales se han registrado en la capital, Katmandú, y dos en Itahari, al este del país, a las que hay que sumar al menos 347 heridos, algunos en otras ciudades como Pokhara y Bharatpur. Una batalla campal, sobre todo en Katmandú,  que ha precipitado la dimisión del ministro del Interior, Ramesh Lekhak. 

La manifestación, pregonada en las propias redes por una ONG de nuevo cuño, Hami Nepal, habría logrado una adhesión importante, pero no masiva, entre jóvenes y estudiantes de clase media de Katmandú y del barrio turístico de Thamel. Sin embargo, lo que le faltaba en cantidad le sobraba en intensidad, poniendo contra las cuerdas a la policía antidisturbios en su intento de asalto al Parlamento. 

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Vehículo incendiado durante la protesta

Navesh Chitrakar / Reuters

La corrupción es endémica en Nepal y afecta tanto a la administración como a las propias ONG. La industria humanitaria es, desde hace décadas, la más sólida y codiciada de las industrias del país del Himalaya. Sin embargo, los recortes de USAID a instancias de Donald Trump están suponiendo ya un duro golpe para esta juventud relativamente educada. 

La agencia gubernamental estadounidense destinaba más de cien millones de euros anuales a Nepal, cuya distribución empezaba -y a veces terminaba- en estas mismas calles de la protesta. El presidente de la federación de ONG de Nepal advertía hace unos meses que los recortes de Donald Trump y su secretario de Estado, Marco Rubio, iban a afectar en primer lugar a las ONG implicadas en “cambio climático, nutrición y LGBTI”.

19 muertos y 400 heridos

El ministro del Interior, Ramesh Lekhak, ha presentado su dimisión 

El hombre de 38 años detrás de la convocatoria de hoy, Sudan Gurung, es un empresario de la noche en Thamel (el barrio mochilero de Katmandú), propietario del club OMG, de DJs en directo. Gurung dice que cayó del caballo con el terremoto de 2015, cuando empezó a recabar ayuda y redistribuirla, aunque solo registró Hami Nepali (“nosotros, nepalíes”) en 2020. Desde entonces se había especializado en asistencia en emergencias naturales y sanitarias. 

Sin embargo, este lunes la web de Hami Nepali lucía una nueva portada combativa. “Somos más que una organización. Somos un movimiento juvenil”. Nada más que añadir, en una página en construcción, que aún así alcanza a colocar los logos de sus patrocinadores: Coca Cola, Al Jazeera, Barbara Foundation, algún hotel... 

TikTok fue reactivada tras cumplir con la ley

Facebook, Whatsapp, X, Instagram o Youtube, desactivadas por desacato

El puño en alto que ocupa toda la pantalla es toda una provocación -o un ejercicio de suplantación- teniendo en cuenta que tienen enfrente a un primer ministro como KP Sharma Oli, a la postre secretario general del Partido Comunista de Nepal (marxista-leninista). Alguien que purgó 14 años de cárcel por su izquierdismo y que participó en el derrocamiento de la monarquía en Nepal, aunque de forma menos intensa que Pushpa Kamal Dahal, el guerrillero maoísta “Prachanda”, con el que luego se ha alternado a menudo en el poder. 

El origen de todas las balas deberá se esclarecido. Todo indica que ha habido un uso de la fuerza desproporcionado ante jóvenes armados con teléfonos móviles. Pero el gobierno de Katmandú tenía motivos para estar sobre aviso. El primer ministro Oli -contra la opinión del presidente de Nepal- insistió en acudir a la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai, en Tianjin, China, y luego en el desfile militar de Pekín.

Debía hacerlo también el presidente de Indonesia, Prabowo Subianto, que tuvo que cancelar su participación en Tianjing ante el estallido de monumentales  protestas, también “contra los privilegios de la clase política y su corrupción”. Aun así, el exgeneral no se quiso perder, tres días después, el desfile militar que reunió en la tribuna de Tiananmen, en Pekín, a los presidentes Xi Jinping, Vladimir Putin y Kim Jong Un entre otros, además del primer ministro Oli. 

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Alborotadores saltan el muro del recinto del Parlamento, perseguidos por los policía antidisturbios. 

Navesh Chitrakar / Reuters

Al regreso de Prabowo, los disturbios en Yakarta y otras ciudades han ido perdiendo intensidad, tras dejar varios muertos. El presidente de Indonesia -que esto año ha ingresado en el grupo de los Brics- este ha responsabilizado a “elementos mafiosos”, a las órdenes de una “injerencia extranjera” que no ha aclarado. 

Mientras las llamas parecía que se apagaban en Indonesia, han brotado inesperadamente en Nepal. El propio gobierno nepalí es responsable de la cuenta atrás, al haber establecido el 4 de septiembre como límite de plazo para que cumplieran con la ley 26 redes sociales y aplicaciones de móvil (casi todas estadounidenses, desde Facebook a Instagram, pasando por X, Youtube o Whatsapp, aunque también está la china WeChat, la rusa VK o la asiática Line). Es decir, que hicieran lo mismo que han tenido que hacer, por ejemplo, en la vecina India: registrarse legalmente y contar con una oficina y un responsable en el país para rendir cuentas. 

Ninguna lo ha hecho, en un mercado pobre y mucho más pequeño. El gobierno de Nepal se juega su autoridad, pero muchos nepalíes lo consideran una intromisión, como los estadounidenses amenazados con perder TikTok o los indios que, efectivamente, se quedaron sin Tiktok y decenas de apps chinas, por motivos políticos camuflados de seguridad nacional. 

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Un policía antidisturbios herido por una pedrada 

Navesh Chitrakar / Reuters

Aunque no se puede descartar un sesgo antiimperialista en los últimos gobiernos nepalíes, el caso es que antes que Oli, fue el mismísimo Prachanda quien prohibió la china TikTok. Luego Oli ha rehabilitado a TikTok, pero solo después de que abrieran una oficina en Nepal, cosa a la que se niegan algunas de las empresas más rentables de Silicon Valley. 

La degeneración de la protesta y la violencia de los antidisturbios -incapaces de controlar la situación con cañones de agua y gases lacrimógenos-  han sorprendido a propios y extraños. La Comisión Nacional de Derechos Humanos ha hecho un llamamiento urgente a la contención por ambas partes, reivindicando el derecho a la protesta pacífica y lamentando tanto la escalada vandálica de la autodenominada Generación Z (o Gen Z, menores de 28) como el uso excesivo de la fuerza. 

Mientras todavía hay vehículos humeantes en las inmediaciones del Parlamento de Katmandú y se practican las autopsias, las fuerzas de seguridad rodean otros edificios públicos, como el palacio presidencial y  residencial oficiales (en Yakarta se saqueó la del ministro de Finanzas). Según cómo evolucione la semana será más fácil hacer un diagnóstico sobre lo que está ocurriendo. Los propios vecinos de Nepal están en ello. 

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Frente a frente en Katmandú

Navesh Chitrakar / Reuters

En India, el partido hinduista en el poder (BJP) y su nebulosa de organizaciones afines nunca han ocultado su pesar por la instauración de la república en Nepal, hasta 2008, “el único reino hindú”. Sin embargo, el propio poder indio observa con atención como, en un vecino tras otro, se suceden revoluciones de signo muy distinto a las propugnadas por Prachanda -o sus propios naxalitas- mucho más cercanas a lo que fueron las primaveras árabes o las “revoluciones de colores”. Sucedió en Birmania, sucedió en Sri Lanka, sucedió en Bangladesh (el año pasado) y este año llama a la puerta de Nepal. 

El primer ministro  de India, Narendra Modi y su ministro del Interior, Amit Shah -hombres que dejan poco al azar- nada más llegar al poder cortaron la financiación extranjera de las ONG radicadas en su territorio, llevando a la clausura de miles de ellas. Desde entonces durmieron más tranquilos. Hasta hoy. 

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