Retratos incómodos

Crisis en Oriente Medio

Activistas israelíes protestan en silencio en Tel Aviv sosteniendo fotos de niños gazatíes muertos

Protesta en Tel Aviv

La protesta, en el paseo marítimo de Tel Aviv; cada semana se cambia la ubicación y se comunica a última hora

Ofer Laszewicki Rubin

La salida del sabbat es mágica en el paseo marítimo de Tel Aviv. En el césped, cientos de personas esperan la fusión del sol rojizo con el horizonte del Mediterráneo. Jóvenes árabes del distrito de Yafo prenden barbacoas, atletas de cuerpos esculpidos trotan sudorosos, las parejas se besan con especial intensidad. Solo un helicóptero Apache en la lejanía recuerda que, a apenas una hora de viaje, la guerra continúa.

En segundo plano, decenas de personas con camisetas negras y sin eslóganes visibles forman un círculo. De una mochila emergen cartulinas con retratos. Cada activista mira a “su” niño a los ojos: aprenden sus nombres y sus historias para archivarlos en su conciencia. Una mujer enciende el megáfono: “Nos distribuiremos en dos líneas rectas, de pie y sentados. En cada tramo habrá pacificadores. Manteneos en silencio y evitad la confrontación”.

“Al principio, cuando éramos unos pocos, pensábamos que nos golpearían”, dicen los organizadores

La icónica puesta de sol se altera cuando los activistas se extienden frente a la costa. “19.424 niños y niñas fueron asesinados en Gaza. De la mayoría no quedó ni una memoria, ni siquiera una foto”, reza la única pancarta que se despliega en la “protesta silenciosa”. Cada semana, los organizadores mandan a última hora la localización de la protesta. Temen que, si la comparten con antelación, será boicoteada por radicales.

Los concentrados sostienen los retratos de niños muertos bajo las bombas del ejército de su país. “Ni Siaf Azzadin Sadun ni su madre están con nosotros”, se lee en una cartulina. “Jala Abu Saada, trece años”, muestra a una adolescente disfrazada de rosa con orejas de conejo. “Jali Abu al Kash era el nombre un bebé que apenas abrió los ojos”. “Rawan (10), Nur (7) y Malaj (1 mes) Darwish, eran hermanos que ya no están”, ni tampoco “Lena, Alin y Muhamad Daidan, hermanos muertos el 13 de julio en la ciudad de Gaza”.

La reacción de los transeúntes es diversa. La mayoría demuestra sorpresa o indiferencia. Otros, identificación: toman fotos y agradecen a los manifestantes. Pero una minoría estalla en cólera. “¡No puedo creer lo que estoy viendo, llevo meses luchando en Gaza por vosotros!”, chilla descontroladamente una joven judía, reclutada poco después de emigrar desde Francia. Las secuelas de participar en la guerra más larga de la historia de Israel son evidentes: “He perdido amigos, y en breve vuelvo al frente. ¡No entiendo qué estáis haciendo!”.

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Irit Keynan, académica Israelí. Entrevista a Irit Keynan es la Decana de la Facultad de Educación en el College of Management Academic Studies, ubicado en Rishon LeTzion, Israel.

“Algunos israelíes lo ven como una traición, la realidad es blanco o negro. Cargan una armadura para protegerse de ver la realidad como es, mientras los medios bloquean la información de lo que pasa en Gaza y lo que hace nuestro ejército y el Gobierno”, lamenta a La Vanguardia Yael, quién intenta explicar la protesta a sus compatriotas que estallan de rabia.

“¡Vergüenza, estáis enfermos de la cabeza!”, grita un exaltado. Otro empieza a delirar, apuntando una a una a las fotos de los niños muertos. “La madre de éste era terrorista. La de éste, te habría apuñalado por la espalda”. Algunos recomiendan a los activistas que ingresen en un psiquiátrico. Pero los concentrados no pierden la compostura. “Si no entendéis que son solo niños, no tenemos nada más que explicaros”, defiende con voz tenue una pacificadora.

“¿Y los niños Bibas, y por nuestros rehenes no protestáis?”, pregunta otra exaltada. La mayoría de los participantes de la “protesta silenciosa” se dirigieron posteriormente a la manifestación semanal que exige al Gobierno de Beniamin Netanyahu parar la guerra para devolver a los rehenes en manos de Hamás. “La empatía no es empatía si es selectiva, hay gente que sufre mucho más que nosotros en este momento”, aclaró Danielle Cantor, una de las organizadoras de la iniciativa, al canal Deutsche Welle.

Israel sigue atascado en el trauma del 7 de octubre del 2023. La herida abierta y la sed de venganza impide a algunos empatizar con el horror diario que sufre Gaza. “Tienen una armadura de victimismo, la política de identidades impide ver la fotografía completa”, prosigue Cantor. En el Estado judío hay consenso: Hamas no puede mantener el poder en Gaza. No obstante, muchos consideran que la guerra se eterniza por el interés de Netanyahu de conservar el poder y no asumir responsabilidades por la matanza islamista. El peor precio se paga a 70 kilómetros: “Hay un consenso global de que no está bien matar niños”, lamenta Cantor.

Las violentas reacciones desatadas en Tel Aviv constatan que estas acciones difícilmente podrían convocarse en sitios como Jerusalén, donde la integridad de los presentes correría peligro. Aun así, los organizadores celebran que “al principio, cuando éramos unos pocos, pensábamos que nos golpearían. Nos sorprende cuánta gente pide unirse”. Una “marcha silenciosa” reunió a casi 1.000 personas recientemente.

En un extremo de la fila, una transeúnte susurró a los oídos de los activistas: “Tenéis razón”.

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