“Es la culpa, el miedo, la impotencia, lo que hace crueles a los hombres” (Anaïs Nin, escritora franco norteamericana). Pero también a veces pueden llevar a decisiones positivas, como el reconocimiento del Estado palestino por el Gobierno británico que anunció este domingo su primer ministro, Keir Starmer.
El Reino Unido tiene un sentimiento de culpa, por haber sido la potencia colonial en Palestina hasta hace setenta años (la Declaración Balfour abrió la puerta a la creación del Estado de Israel); Keir Starmer se siente impotente para frenar los desmanes de Netanyahu y la masacre de los gazatíes. y hacer que llegue la ayuda a la Franja; y también tiene miedo, en este caso político, a que la pérdida de votos por el apoyo a Israel en las circunscripciones de mayoría musulmana y ciudades universitarias (y entre la izquierda en general) le cueste el poder.
Diputados laboristas temen perder sus escaños si el Gobierno no es más radical en su condena a Israel
Starmer justificó la decisión de reconocer al Estado palestino, en un video divulgado a través de las redes sociales, en “el deseo de mantener vivo un proceso de paz basado en la solución de los dos estados”. Pero, aun dándole el beneficio de la duda y asumiendo que así sea, el miedo electoral ha sido un factor decisivo. El último sondeo sitúa su popularidad a mínimos históricos y da al Labour sólo un 16% de apoyo, empatado con los conservadores, algo inusitado para un partido que hace poco más de un año obtuvo la mayoría absoluta, y cifras que se traduciría en una victoria aplastante del ultraderechista Nigel Farage.
El miedo de Starmer y los suyos al desgaste por la izquierda es tan severo que se ha arriesgado a irritar a Donald Trump, aliado incondicional de Israel, quien en su reciente viaje a Inglaterra dejó clara su discrepancia en la materia. Miedo, y también presiones de los diputados laboristas que temen perder sus escaños ante los Verdes, los independientes pro Gaza y el nuevo partido de izquierda radical de Jeremy Corbyn y Zarah Sultana (aunque ya se han tirado los trastos a la cabeza y parecen incapaces de ponerse de acuerdo sobre una estrategia).
Starmer calificó de “horrible e inaceptable” la “destrucción y devastación de Gaza”, pidió el levantamiento de las restricciones que impiden o dificultan la entrada de ayuda humanitaria, y denunció el establecimiento de más y más colonias judías en Cisjordania como un intento de facto por parte de Netanyahu para hacer inviable un Estado palestino que no tiene ejército, ni capital, ni fronteras reconocidas. Para compensar, aseguró que Hamas no jugaría ningún papel en una hipotética administración por tratarse de una organización terrorista, y pidió la puesta en libertad de los rehenes que quedan. Parole, parole , como la canción de Mina...
El efecto real del reconocimiento sobre la situación en Palestina será como mucho simbólico, mientras Londres sigue sin imponer sanciones comerciales serias a Israel y le vende componentes militares utilizados en los bombardeos de Gaza. Sí, Starmer tiene miedo a perder votos de la progresía, pero también a Trump y el poderoso lobby judío tanto de los Estados Unidos como de Gran Bretaña, que considera el paso que ha dado Londres como un premio a Hamas y el terrorismo.
Decía Anuar el Sadat, ex presidente egipcio asesinado, que el miedo es la herramienta más eficaz para destruir el alma de una persona y de un pueblo.