En plena alarma por las s recientes incursiones rusas en el espacio aéreo de la OTAN, la Alianza Atlántica analiza su capacidad para combatir a largo plazo con los nuevos artefactos que van a marcar los conflictos en los próximos años. La guerra actual pasa en gran medida por drones kamikaze, tal y como ha recordado la presencia, fuera o no intencionada, de estos aparatos no tripulados en los cielos de Polonia y Rumanía.
La preocupante prueba rusa en Polonia salió muy barata para las arcas del Kremlin, mientras que para derribar una veintena de drones la OTAN recurrió a a cazas F-16 y F-35, que cuestan varios millones de dólares. “Por supuesto, reconocemos que la mejor manera de derrotar a los drones no es con un misil muy caro disparado desde un avión muy caro”, reconocen fuentes aliadas. La organización militar quiere aprender la lección y en las próximas semanas tendrá novedades sobre las nuevas tecnologías que está barajando para hacer frente a los económicos drones rusos. “Ya hemos estado trabajando en ello. Ya hemos estado probando cosas. Ya hemos analizado varios modelos”, aseguran estas fuentes.
La Alianza Atlántica tiene asumido que las probabilidades de más incidentes son “bastante altas”
Algo tiene que hacerse. Primero, porque en la OTAN tienen claro que lo que ha ocurrido estas semanas en Polonia, Rumanía y ahora Estonia –que el viernes detectó la presencia de tres aviones de combate rusos no autorizados en su espacio aéreo– no es un episodio aislado, ni va a ser la última vez que suceda. Los países fronterizos con Ucrania llevan encontrándose restos de drones o detectando a algunos de estos aparatos desde el inicio de la invasión en el 2022. “No tengo una bola de cristal. No puedo predecir necesariamente el futuro. Pero si miramos la historia, Rusia ataca casi a diario Ucrania con drones y misiles. Por lo tanto, las posibilidades de que algo así vuelva a ocurrir, ya sea intencionadamente o no, en ese contexto, son probablemente bastante altas”, advierte un alto mando de la OTAN.
Los restos encontrados hace unos días en Polonia confirman que los vehículos aéreos no tripulados rusos tienen un precio de alrededor de 10.000 dólares, mientras los cazas utilizados para derribarlos pueden llegar a costar 70 millones de dólares. Todos los analistas apuntan que no es sostenible emplear tantos recursos para drones como los que se están usando en Ucrania. Como mucho, se fabrican por 30.000 euros.
Según fuentes diplomáticas europeas, esta fue una de las preocupaciones que los embajadores comunitarios trasladaron al secretario general de la OTAN, Mark Rutte, en una reunión en Bruselas. Algunos países consideraron que esta respuesta, a través de misiles, fue decirle abiertamente a Moscú que Occidente no está preparada para una guerra. Rutte, al parecer, acató las críticas y reconoció que los F-35 no son la mejor manera de plantar cara a los drones.
En la OTAN están estudiando varias alternativas, pero no significa que vayan a optar directamente por una de estas. Entre ellas, municiones más baratas, equipos de fuego móviles como los de los ucranianos o seguir el ejemplo de Letonia, que ha trabajado mucho con un detector acústico para localizarlos. “Todo es posible en este sentido, y algunos de los detalles aún se están ultimando”, indican. El periódico The New York Times revela que un país de la Alianza –sin detallar cuál– ya se ha hecho con una tecnología láser australiana capaz de disparar a veinte drones por minuto, a un coste de menos de diez céntimos por disparo. Se llama Apolo –por el dios griego de la luz y el sol– y es muy similar a la tecnología usada en la Cúpula de Hierro de Israel.

Un soldado ucraniano prueba drones terrestres en la región de Zaporiyia
Curiosamente, ya son varios los países europeos convencidos de que en esta guerra de los drones hay que sacar lecciones de aquellos que llevan combatiéndolos durante más tiempo. Es decir, de los ucranianos. Tanto la Unión Europea como la OTAN quieren aprender de la capacidad del ejército ucraniano para fabricar armas baratas y aprender a utilizar los drones de ellos. La semana pasada, Varsovia anunció que enviaría a tropas y a ingenieros para que sean entrenados en Ucrania en un grupo conjunto para combatir los drones. “Estamos hablando de entrenar a ingenieros y soldados que resistirán y defenderán el espacio aéreo”, declaró el ministro de Defensa de Ucrania, Denys Shmyhal en una rueda de prensa junto a su homólogo polaco en Kyiv. También Dinamarca apuesta por enviar soldados a Ucrania para un entrenamiento práctico con drones. La cooperación entre Kyiv y Copenhague es estrecha, y en julio firmaron un acuerdo defensivo inédito que permitía a las empresas militares ucranianas abrir sedes en Dinamarca. Dos meses más tarde, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, anunció la primera línea conjunta de producción de drones con los daneses.
“Los ucranianos están aprendiendo cosas de nosotros, pero al mismo tiempo, nuestras fuerzas están aprendiendo cosas de los ucranianos”, apunta el alto mando de la OTAN citando el ejemplo danés, y también el acuerdo entre Ucrania y el Reino Unido para producir drones interceptores a grandes cantidades. “Los aliados y Ucrania ya están trabajando juntos en cómo producir drones, cómo diseñarlos, cómo utilizarlos, cómo responder a ellos y cómo defenderse de ellos. Creo que la cooperación es sólida”, resume en su valoración.
Polonia enviará a ingenieros y soldados a Ucrania para que entrenen con esta tecnología
Polonia, Finlandia y los países bálticos, en primera línea contra Rusia, llevan años pidiendo más coordinación para defenderse de los drones de Moscú. Es lo que bautizaron como el “muro de drones”, y ahora Bruselas ha escuchado. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha prometido 6.000 millones de euros para invertirlos en este muro, de la mano de la tecnología ucraniana. Ahora falta que la OTAN implemente estas nuevas tecnologías a gran escala.