En medio de la destrucción y el dolor, Bill Renye, jefe de la policía local de Grand Blanc, abrió una brecha de luz.
“Todavía estamos en el proceso de limpiar la iglesia, pero, en este momento, todas las personas han sido contabilizadas”, afirmó en rueda prensa celebrada la tarde de ayer.
De esta manera comunicó que no había ningún desaparecido después de que el exmarine Thomas Jacob Sanford, de 40 años, empotrara el domingo su pick up contra la puerta principal de un templo mormón en esa ciudad de Michigan, donde había centenares de personas, cuando llevaban media hora de servicio religioso. Entonces sacó su fusil de asalto, causando dos muertos y ocho heridos (de edades entre 6 y 78 años).
Falleció en un intercambio de tiros con los uniformados, si bien previamente prendió fuego al edificio. Entre las ruinas hallaron dos cadáveres.
Falta saber el motivo, pero la Casa Blanca afirma que el atacante actuó por odio a la fe mormona
A primera hora de ayer se temía que el saldo fuera bastante superior puesto que había siete desaparecidos. Pero no, esas desapariciones solo fueron fruto del caos que se creó.
Despejada esa incógnita, los investigadores aún tienen otra por delante: determinar el motivo de esta matanza. Sandford, que sirvió del 2004 al 2008 y estuvo desplegado en Irak en el 2007, dejó en el lugar al menos tres artefactos explosivos improvisados.
Residente en la cercana localidad de Burton (a escasos quince minutos en coche), el presunto pistolero había tenido banderas y enseñas de la campaña electoral de Donald Trump.
Pero las autoridades reclamaron no sacar conclusiones de forma precipitada. Toda su prevención al afrontar esa cuestión del motivo, como bien expresó el jefe Renye, careció de relevancia para Karoline Leavitt, jefa de prensa de la Casa Blanca. En la cadena Fox, Leavitt señaló que el pistolero y pirómano de Grand Blanc “odiaba” a los miembros de la Iglesia mormona.
Explicó que lo sabía porque había hablado con el director del FBI, Kash Patel, dirigente sobre el que recayeron numerosos críticas por los errores que cometió en la investigación por la muerte de Charlie Kirk cuando dio por detenido al francotirador, pero no era cierto.
“Por lo que tengo entendido, a partir de mi conversación con el director del FBI, lo que saben es que esa persona odiaba a las personas de la fe mormona y tratan de averiguar la premeditación, cómo lo planeó y si dejó una nota. Estas cuestiones aún se han de responder, pero el FBI encontrará las respuestas”.
Dentro de lo lógico que resulta la hipótesis de que el pistolero iba a por feligreses, el lenguaje tanto de Leavitt y el de Trump son muy diferentes al usado en el caso Kirk.
En aquella ocasión, de inmediato lanzaron la acusación contra “los lunáticos radicales de izquierda” a pesar de la falta de información. Esta vez el presidente no señaló a nadie.
“Parece ser otro ataque dirigido contra cristianos en Estados Unidos”, afirmó el presidente en su red social
“Parece ser otro ataque dirigido contra cristianos en Estados Unidos”, afirmó en su red social. ”¡Esta epidemia de violencia en nuestro país debe terminar inmediatamente!”, aseveró, sin acusar a sus rivales políticos. Tal vez alguien le había hablado de que existía la posibilidad de que el exmarine fuera uno de sus votantes.
En un fin de semana muy violento, otro exmarine, Nigel Edge, protagonizó otro tiroteo el sábado en un bar de Southport (Carolina del Norte), donde mató a tres personas e hirió a cinco.
“Hemos visto violencia armada en nuestras escuelas, tiendas, desfiles, festivales y lugares de culto. Son lugares a los que acudimos para sentirnos conectados, seguros y unidos”, remarcó la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer, en su comparecencia de ayer por el caso de Grand Blanch. “Pero este sitio ha sido profanado por las balas”, lamentó.
Paul Kirby estaba con su familia en el templo cuando escuchó un ruido fuerte procedente de la fachada. “Varios hombres salimos a ver qué pasaba. No pensé que nada malo podía suceder”, dijo a la CBS. Pero vio al pistolero y corrió al interior a reunirse con su seres queridos mientras las balas silbaban.


