Jerusalén y Tel Aviv viven el segundo aniversario de los ataques de Hamas del 7 de octubre de 2023 con la mirada puesta en las negociaciones que comenzaron ayer en la localidad egipcia de Sharm el Sheikh con el objetivo de poner fin a una guerra que ha dejado más de 67.000 muertos en la franja de Gaza.
Las asociaciones de familiares de los rehenes y víctimas han convocado veladas para recordar a las 1.219 personas que perdieron la vida en la matanza del 7 de octubre. Una de estas concentraciones tuvo lugar ayer frente a la residencia del primer ministro israelí, Beniamín Netanyahu, para rezar con motivo del Sucot, “otra festividad judía sin sus seres queridos”.
No todas las asociaciones comparten la misma posición. El Foro de las Familias, una de las organizaciones más poderosas, solicitó ayer el premio Nobel de la Paz (que se concede el 10 de octubre) para Donald Trump, por haber dado impulso a la negociación con la presentación de un plan de veinte puntos.
El plan, suscrito por Beniamin Netanyahu en su última visita a la Casa Blanca, le ha dado la vuelta al tablero. Según lo acordado, Israel se comprometería a poner fin a dos años de bombardeos que han dejado la franja destruida, y a retirar sus tropas de forma paulatina del territorio. A cambio, Hamas liberaría en una sola operación a los 59 rehenes que todavía retiene, de los que 24 estarían vivos. Según fuentes próximas al grupo, se habrían iniciado ya los preparativos para la entrega.
Hamas ha aceptado también dejar las armas y ceder el poder en la franja a una Autoridad Palestina renovada. Los militantes que acepten dejar las armas obtendrían la amnistía y se les darían facilidades para abandonar el territorio. A cambio, Israel permitiría avanzar en la autodeterminación palestina en un camino que podría desembocar en un estado palestino (extremo este que Netanyahu ya ha advertido que combatirá con todas sus fuerzas).
Familiares de rehenes acampan frente a la casa de Netanyahu para que cierre un acuerdo con Hamas
Además de las discrepancias de fondo (sobre el futuro de la gobernanza en la franja), hay cuestiones más prácticas. Hamas ha pedido que los miembros de la organización que hubieran participado de la matanza de hace dos años puedan acceder a la amnistía, una línea roja difícil de cruzar tanto para las familias de los rehenes, pero sobre todo para los partidos ultrarreligiosos que apoyan el gobierno de Netanyahu.
Hamas ha criticado también que, por razones de seguridad, la Cruz Roja se haya visto obligado a abandonar Ciudad de Gaza y dirigirse al sur de la franja en un momento como el actual. Este organismo deberá tener un papel clave durante la logística de los intercambios.
La situación es contradictoria. Desde que Hamas aceptó el plan Trump (el pasado viernes), han muerto en Gaza 104 palestinos, algunos de ellos niños, por los bombardeos israelíes. Ayer no fue una excepción: ocho personas fallecieron por los disparos israelíes.
En las negociaciones, la delegación palestina está encabezada por Jalil al Jaya, de 66 años, un duro, pero también un pragmático. Por la parte israelí destaca Ron Dermer, un hombre de la más estrecha confianza del primer ministro de Israel. Los estadounidenses han enviado a Steve Witkoff, el inmobiliario amigo del presidente, y al yerno de este, Jared Kushner, que tuvo un papel crucial en la firma de los acuerdos de Abraham.
Las negociaciones para un alto el fuego han fracasado en numerosas ocasiones. Qatar y Egipto, los principales negociadores, consiguieron en enero de este año una frágil tregua, pero a duras penas avanzaron en la solución del conflicto.
La organización islamista pide que los que participaron en la matanza se beneficien de la amnistía
Esta vez la clave parece estar en la determinación de Donald Trump y en las presiones que ejerce sobre el gobierno israelí y sobre Hamas. Pese a que la postura de la organización palestina dista mucho de satisfacer a la administración Trump, el presidente estadounidense prefiere mantener viva la negociación y presionar al movimiento islamista para que acepte el acuerdo, antes que dejarlo caer por completo.
El 7 de octubre marcó un antes y un después en el conflicto entre israelíes y palestinos, y desencadenó lo que diversos países y una comisión de expertos de la ONU consideran un genocidio contra los gazatíes. Dos años después, y guerras paralelas libradas en Líbano, Yemen e Irán, un asomo de esperanza crece en ambas sociedades. Así lo ve Miran, jerusolomitana palestina: “Ya hemos tenido suficiente. Aunque hayamos perdido, esta matanza debe acabar lo antes posible”
