Pakistán bombardea Kabul y Kandahar y los talibanes acceden a un alto el fuego de 48 horas

Frontera caliente

 Las explosiones sobre cuarteles talibanes habrían forzado la tregua, aunque estos dicen que la solicitó Islamabad

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Una columna de humo se levanta sobre Kabul, que este miércoles ha sufrido dos de los bombardeos pakistaníes “de precisión” que habrían precipitado un alto el fuego temporal a partir de las 4.30 de la tarde

- / AFP

El Gobierno de Pakistán y el régimen talibán de Afganistán acordaron este miércoles un alto el fuego temporal de 48 horas, con efecto desde las 6 de la tarde, hora pakistaní. Los combates en la frontera, que fueron intensos en su arranque del sábado, repuntaron hoy en Spin Boldak, con varias muertos y, como colofón, algunas explosiones en puntos estratégicos de Kabul y Kandahar. Todo ello habría precipitado la consecución de una tregua entre el movimiento talibán y el ejército pakistaní.

A pesar de que este último estuvo directamente implicado en la creación del primero, hace tres décadas, hoy les bombardeaba.  Ambos aseguraban, a su vez, que la tregua había sido solicitada por  la otra parte. El caso es que solo en Kabul habrían muerto, horas antes de la tregua, un mínimo de cinco personas y otras cuarenta fueron llegando a los hospitales de la zona con heridas de metrallas. En la frontera de Khost, un periodista de la Televisión de Afganistán que cubría los combates murió por fuego pakistaní y su cámara resultó herido. 

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Agencias
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“Por solicitud y a insistencia de la parte paquistaní, un alto el fuego entrará en vigor entre ambos países después de las 5.30 horas de esta tarde”, declaraba el autodenominado Emirato Islámico, citando la hora afgana (media hora antes).

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 Lógicamente, el anuncio incluía la orden de “respetar la tregua, salvo en caso de agresión” y, una vez más, los talibanes han demostrado que su control sobre el territorio es prácticamente absoluto, algo que nadie había logrado -ni siquiera ellos en su primera dictadura- desde los años setenta. 

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La porosa línea Durand, que Pakistán reconoce como frontera, pero no Afganistán. A ambos lados mayormente hay pastunes.El mapa señala algunos de los focos de enfrentamiento armado de los últimos días

Will Jarrett / Ap-LaPresse

Mientras tanto, el ministro de Exteriores talibán, Amir Jan Muttaqi, ha regresado ya a Kabul, procedente de India, donde ha permanecido seis días, uno menos de lo previsto, por la situación sobrevenida. No en vano, su visita ha provocado un gran resquemor en Pakistán, pocos meses después de la peor escaramuza entre las dos potencias nucleares en veinticinco años. Los talibanes, por cierto, condenaron el asesinato de turistas hindúes en Cachemira con el que arrancó el último ciclo de violencia, en primavera. 

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Otra columna de humo hoy en Kabul. Según los pakistaníes, un bombardeo de precisión sobre un objetivo de los talibanes. Según el portavoz de estos, Zabiullah Mujahid, solo un camión cisterna. 

SAMIULLAH POPAL / EFE

Mientras tanto, en Pakistán, el primer ministro Shehbaz Sharif -elegido de forma turbia, tras el encarcelamiento de su popularísimo antecesor, Imran Jan- se encomienda a la protección de Donald Trump, sin renunciar al abrazo de China. O viceversa. También a nuevos préstamos del Fondo Monetario Internacional con los que devolver préstamos anteriores y cubrir su desproporcionado presupuesto de Defensa. 

El jefe del ejército, general Asim Munir, se ha convertido en un interlocutor de Donald Trump por derecho propio. Como exdirector del poderosísimo servicio de inteligencia (ISI), del que fue destituido por Imran Jan, casi nadie está en posesión de tantos secretos como él, sobre los veinte años de ocupación estadounidense de Afganistán o sobre la búsqueda -o no- de Osama bin Laden.  

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Camión cargado hoy hasta los topes en Chamán, localidad pakistaní de frontera, a medio camino entre Kandahar y Quetta

Abdul Khaliq Achakzai / Reuters

El supuesto deshielo entre EE.UU. y Pakistán -que tiene a India en ascuas- podría ser un farol para mejorar las bazas de ambos frente a China. Pero si fuera en serio, también había que mirar más allá del Himalaya. Al fin y al cabo, fue Pakistán el sherpa que, en 1971, abrió las puertas de la Gran Muralla para los EE.UU. de Nixon y Kissinger .

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