Cisjordania se queda sin cosecha

Oriente Medio

Los ataques de colonos israelíes contra palestinos en los territorios ocupados se dispara en la época de la aceituna

Horizontal

Mahmoud Daghamin, de 34 años el pasado 2 de noviembre, con sus ovejas, afectadas por el ataque de colonos israelíes del 27 de octubre. Colonos israelíes asaltaron su casa rociándoles de gas pimienta y apalearon hasta la muerte a la mitad de su ganado. 

Magda Gibelli / EFE

No habrá cosecha este otoño en Wadi Shish, a las afueras de Susya. La familia Daghamin es de las últimas que permanecen en esta zona al sur de Hebron, en la Cisjordania ocupada. “La vida se ha vuelto realmente complicada después del 7 de octubre” del 2023, dice Mahmud, el propietario de la casa y la pequeña granja anexa.

Frente a su colina ya no se alzan campos de olivos, sino una torreta militar y un complejo de viviendas protegido por vallas de seguridad. “Los colonos israelíes salen de allí, y vienen cada día a acosarnos”, explica. Estos asentamientos son considerados ilegales por la ONU y la mayor parte de la comunidad internacional. Se estima que entre 650.000 y 700.000 israelíes viven en más de 250 asentamientos en Cisjordania, un número que no ha hecho más que aumentar en los dos últimos años.

Un grupo de colonos entró en las cuadras de la familia Daghamin y mató diez ovejas, la mitad del rebaño

“El ejército declaró este territorio como zona militar, lo que incluye nuestra casa”, explica Mahmud. Poco a poco, comenzaron las tácticas de aislamiento: los militares sellaron el pozo, cortaron la carretera de acceso y les prohibieron cultivar o pastorear. “Como no podemos sacar al rebaño, compramos heno y alimentamos a los animales dentro de la granja”, explica, y añade: “Hemos tenido que crear un nuevo camino de tierra, y no tenemos permitido movernos a partir de las cinco de la tarde”.

La situación empeoró drásticamente el pasado lunes. “Estaba en casa con mis cuatro hijos, cuando llegaron unos ocho o diez colonos con la cara cubierta y armados”. Los atacantes israelíes entraron en las cuadras y mataron a diez ovejas, la mitad del rebaño, y destrozaron su coche. La familia se escondió dentro de la vivienda, hasta que uno de los colonos rompió una ventana y roció el interior con gas pimienta.

El más pequeño de los hermanos, Amouri, de tan solo seis meses, tuvo que ser trasladado al hospital por problemas respiratorios. Los otros tres niños también sufrieron heridas del ataque. El vídeo de la agresión, grabado por las cámaras de seguridad de Mahmud ha circulado en redes desde entonces.

Un campo de olivos cerca del muro de Cisjordania en Al Walajah

Un campo de olivos cerca del muro de Cisjordania en Al Walajah

John Wessels / AFP

Sin embargo, no es un caso aislado. La época de la recogida de la aceituna se ha convertido en blanco diario de los colonos, que protagonizan asaltos a los palestinos que acuden al campo a recolectar. Además de símbolo nacional palestino, el aceite y las olivas son el sustento económico principal de familias enteras en Cisjordania.

Según datos de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas (OCHA), se han registrado más de 3.000 ataques de este tipo en el territorio palestino durante los últimos dos años, 1.000 de ellos solo en 2025.

Un gran número de los asaltos se concentran en las denominadas zonas C -que abarcan el 60% del territorio de Cisjordania-, fuera del control de la Autoridad Palestina y donde los complejos israelíes no dejan de multiplicarse. “No sirve de nada llamar a la policía palestina”, asegura Mahmud. “Los colonos normalmente visten uniformes del ejército”, y, si los militares acuden al altercado, “les protegen a ellos en vez de a nosotros”, asegura.

Desde el estallido de la guerra en Gaza, más de un millar de palestinos han muerto y cerca de 10.000 han resultado heridos a manos de las fuerzas israelíes y de colonos armados, según datos de Naciones Unidas.

En lo que va de año, la OCHA reportó al menos 178 muertes de palestinos en incidentes vinculados a la represión militar o a los ataques de colonos. Entre ellos hay agricultores, niños y vecinos alcanzados por las redadas y las incursiones en aldeas y campos de refugiados.

Esa violencia ha dejado también un rastro silencioso de desplazamientos forzados. Desde que comenzó la ofensiva sobre Gaza, más de 3.400 palestinos se han visto obligados a abandonar sus casas por los ataques, la destrucción de tierras agrícolas o las restricciones impuestas al acceso de sus propias parcelas.

Pero lo Darghamin no se van ningún sitio. “Quiero que mis hijos crezcan y vean quiénes son los que quieren robar sus tierras”, asevera Mahmud. “Sabemos que lo que nos sucede es un problema en toda Palestina, y que al menos no estamos en Gaza”, explica a su lado, Wafa, su esposa.

No todo sus vecinos tienen la misma determinación. Las dos casas más cercanas se han quedado vacías hace unos meses. “Esa aún no está ocupada”, dice Abed, primo de Mahmud. “Si la toman, estaremos totalmente rodeados”, añade. “No tenemos a dónde ir, esta tierra y estas ovejas son lo único que nos queda”, concluye.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...