Un año después de su ascenso al poder, Ahmed el Sharaa se ha convertido este lunes en el primer presidente sirio en pisar el suelo de la Casa Blanca. A diferencia de las visitas oficiales de la mayoría de líderes extranjeros, ha entrado a la residencia presidencial por una puerta lateral y se ha reunido con el líder estadounidense, Donald Trump, a puerta cerrada. De esta forma, el mandatario ha evitado la imagen de su apretón de manos con un ex combatiente yihadista, que fue encarcelado por Estados Unidos en Irak y hoy ha completado una transformación prodigiosa de su imagen. Su encuentro en el despacho oval ha simbolizado la salida del aislamiento internacional de Siria tras la caída del dictador Bashar el Asad en diciembre del 2024, después de 14 años de cruenta guerra civil.
Los dos líderes se reunieron por primera vez hace seis meses en Arabia Saudí, y Trump anunció entonces que iba a levantar todas las sanciones contra Siria. Hoy, minutos después de su salida de la Casa Blanca, también discreta, el departamento del Tesoro ha anunciado que eliminará la mayoría de restricciones comerciales al país y suspenderá algunas de las sanciones que todavía quedaban en pie contra el presidente sirio, promulgadas en el 2019 mediante la ley César.
Sin embargo, su eliminación definitiva requiere una derogación del Congreso, que todavía no se ha dado. Este paso, que la Casa Blanca espera que se dé antes de que termine el año, permitirá impulsar la inversión global para la reconstrucción de Siria, lo que requerirá, según el Banco Mundial, más de 200.000 millones de dólares.
El presidente sirio Ahmed al-Sharaa saluda a sus seguidores antes de reunirse con Donald Trump
El ex miliciano de la Organización para la Liberación del Levante (HTS, en árabe), vinculada durante años a Al Qaeda, fue eliminado este mes de la lista oficial de EE.UU. de “terroristas globales especialmente designados”, en un gesto que busca normalizar relaciones con Siria, país al que la Administración Trump da una gran importancia estratégica en la región de Oriente Medio. Su acercamiento, en el cálculo de la Casa Blanca, le permitirá contener la influencia de Irán y acercar a Damasco a un marco de seguridad regional.
Desde que tomó el poder de forma interina, el Sharaa, de 43 años, ha reorientado sus relaciones internacionales, alejándose de los principales aliados de Asad y socios tradicionales de Siria, Irán y Rusia, y acercándose a Turquía, los países del golfo y Washington. Sin embargo, mientras busca estrechar lazos con países occidentales, el Sharaa ha sido cuidadoso con no antagonizar a Moscú, como demuestra su visita el mes pasado a la capital rusa para reunirse con el presidente Vladimir Putin, quien ofreció refugio a su enemigo, Asad, tras ser derrocado.
EE.UU. quiere fraguar también una reconciliación con Israel, que invadió partes del sur de Siria tras la caída del dictador, estableció bases militares y ha exigido una zona desmilitarizada al sur de Damasco, alegando necesidades de seguridad. La esperanza de Trump es que Siria se una a otros países árabes y normalice lazos con Israel en el marco de los acuerdos de Abraham de su primer mandato. Oficialmente, Siria nunca ha reconocido a Israel y ha estado en conflicto con el estado hebreo desde su creación en 1948. El grupo chií libanés Hezbolá, milicia respaldada por Irán, también ha tenido un profundo arraigo en el país y se unió a las fuerzas de Asad durante la guerra.
La Administración Trump ha estado mediando, en conversaciones de bajo perfil, para establecer un pacto de seguridad entre Damasco y Tel Aviv. Además, quiere integrar al gobierno sirio en la coalición liderada por Washington para combatir al Estado Islámico, lo que permitiría al Pentágono reducir sus tropas que todavía permanecen en Siria, unos 2.000 soldados. Con el mismo fin, la Casa Blanca también ha mediado entre el gobierno y las Fuerzas Democráticas Sirias, una milicia kurda del noreste del país que ha colaborado con EE.UU. en la lucha contra el Estado Islámico.
El Sharaa, antes conocido como Abu Mohammad al Jolani, ha tratado de distanciarse de su pasado yihadista, que lo llevó a estar encarcelado durante cinco años por las fuerzas estadounidenses en Irak, y ha cambiado su uniforme por trajes elegantes. Además de levantar sanciones, Washington ha eliminado la recompensa de 10 millones de dólares por información que llevara a su captura.
El presidente de EE. UU., Donald Trump, durante su breve reunión con el presidente sirio Ahmed al-Sharaa en Riad, Arabia Saudita, el 14 de mayo.
El Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la semana pasada levantar las sanciones relacionadas con el terrorismo que pesaban sobre él mediante una resolución redactada por EE.UU. Tras la decisión, Reino Unido también levantó sus sanciones y la Unión Europea confirmó que tiene previsto seguir el mismo camino.
Cuando asumió la presidencia tras la caída de el Asad, que llevaba 53 años en el poder, el Sharaa prometió un gobierno inclusivo en un país devastado por la larga guerra, que enfrentó a diversos grupos rebeldes y al dictador prorruso. Sin embargo, los críticos señalan que en el último año se han seguido dando episodios de violencia sectaria contra minorías (en un país con gran diversidad religiosa y étnica), en ocasiones a manos de las fuerzas de seguridad lideradas por el Sharaa, que han dejado miles de muertos. La comunidad internacional ha pasado mayormente por alto esa violencia para favorecer la reintegración siria y reforzar sus nuevas alianzas.
El Sharaa espera salir reforzado de la reunión con Trump no solo a nivel internacional, también en el plano interno. La alianza en EE.UU. puede desbloquear una inversión que será clave para la reconstrucción siria, lo que ayudaría a unificar un país que enfrenta grandes divisiones y una grave situación humanitaria durante este periodo de transición. Según datos de Naciones Unidas, unos 16,5 millones de personas, de una población total de 25,6 millones, siguen necesitando algún tipo de ayuda humanitaria, más de 9 millones sufren inseguridad alimentaria y 11 millones están desplazados internamente o refugiados en otros países vecinos.


