La verdadera Nicaragua sandinista quedó atrás hace tiempo. Desde hace casi dos décadas, el matrimonio formado por Daniel Ortega y Rosario Murillo ha secuestrado el control de todos los espacios del país y ha reprimido a la oposición tanto dentro como fuera de sus fronteras, expulsando a ciudadanos, expropiando bienes y despojando de la nacionalidad a 453 personas. Entre ellas se encuentra Edipcia Dubón, exdiputada nicaragüense, quien actualmente lucha desde España por restablecer la democracia en su país, al que el régimen no le permite regresar.
Este próximo enero se cumplen 19 años de Daniel Ortega en el poder. ¿Cómo se ha llegado a este punto?
La verdad es que no había reflexionado sobre el tiempo, y poniéndolo en perspectiva es la mitad de mi vida, prácticamente. Primero se desmanteló el idealismo hacia el sandinismo y la lucha imperialista, parte de la identidad nicaragüense. Eso quedó completamente diluido con la configuración de un régimen que ha desdibujado la historia nacional. La llegada de Ortega y Murillo al poder es realmente una desgracia para el pueblo de Nicaragua porque fracturó a la sociedad y abrió la puerta a los males más terribles: el destierro, las desapariciones, la entrega del país a empresas chinas y rusas y la confrontación con Estados Unidos.
¿Se podía esperar este giro tan autoritario?
Creo que ni en nuestras peores pesadillas podríamos pensar que íbamos a llegar a este punto. Era evidente que había una confabulación de actores políticos. El Partido Liberal Constitucionalista del entonces presidente Arnoldo Alemán tuvo que vender su alma al diablo por estar implicado en casos de corrupción y pactó con el sandinismo. Ahí empezó la debacle y facilitó que el Frente Sandinista acumulase poder para desmantelar los poderes del Estado y vaciar de contenido la democracia. Viéndolo en perspectiva, no podría decir si fue una cuestión de azar o parte de un plan.
¿Cómo consigue Ortega secuestrar el poder?
Primero, utilizando la organización social y consiguiendo gobernar fuera del poder. Luego, los errores del liberalismo por corrupción le permitieron volver a gobernar y fue conquistando hasta tener el control del aparato electoral. Creo que Ortega fue tanteando, empujando la puerta y cuando vio que cedía entró a la vista de todos. En el 2011, tras conseguir mayoría absoluta en unas elecciones fraudulentas, logró reformar la Constitución y por esa vía logró el control absoluto de los poderes del Estado al arrogarse la designación de todos los cargos públicos relevantes. En el 2016, con el control del poder electoral, logró imponer a Rosario Murillo [esposa de Daniel Ortega] como vicepresidenta inconstitucional.
No importa que estés en tu casa, es casi peor que la mafia. Para esta gente no hay lugar sagrado”
¿Una vez sometida la política, cuando empieza la represión?
La represión del régimen empezó desde el día uno de su llegada al poder. Sometió a los sectores que tenía que controlar, como el del transporte, en el país que había logrado gestar un movimiento democrático. Después, fue una represión selectiva a los actores políticos construyendo una narrativa. Era muy fácil escuchar en las calles aquella frase de: “Si estás metido en política, vos te lo buscaste”. Para el régimen todos éramos actores políticos y si vos no estabas ahí, no te iba a pasar nada. Eso mediatizó a una parte importante de la población y empezó una nueva represión que puso el foco en articulaciones sociales. Empezaron a haber arrestos, desarraigo de personas, persecución selectiva... y empezó a escucharse el rumor de la violencia más allá de hacia la oposición.
Actualmente, la persecución llega más allá de las fronteras, con el asesinato del opositor Roberto Samcam en Costa Rica hace cinco meses. ¿Cómo de peligroso se ha vuelto ir en contra de Ortega?
Es peligroso desde hace mucho tiempo. Humberto Ortega, el hermano de Daniel Ortega y uno de los hombres más poderosos del país, murió bajo arresto. Eso denota el nivel de maldad: si lo puedes hacer con tu hermano, ¿con quién no lo puedes hacer? Lo de Roberto es una nueva modalidad, la huella que dejó su asesinato es que no importa donde estemos, no importa que estés en tu casa, es casi peor que la mafia. Para esta gente no hay lugar sagrado. Actualmente, estamos entrando en una nueva fase de violencia selectiva, en la que actúan como un cazador tras un conejo.
¿Queda algo de libertad para los nicaragüenses en Nicaragua?
Nicaragua es una gran cárcel en la que los ciudadanos no pueden salir sin permiso, no tienen libertad para expresarse, hay como un panóptico que está vigilando a todos los nicaragüenses en su día cotidiano para evitar la efervescencia de expresiones de incomodidad.
¿Y qué queda de la Nicaragua de antes de Ortega?
Queda que Nicaragua sigue estando ahí, que hay historias, familias, amigos y sueños que todavía siguen intactos. Hay cosas que no van a poderse recuperar. Hay compañeros que murieron, que vamos a tener que ir a sus tumbas a dejar flores. Pero también se lo debemos a ellos. La lucha por la democracia en Nicaragua es por nuestra gente y es por nuestro sueño. Creo que la misma maldad del régimen y su propia gente se va a hacer cargo de ellos mismos. Mi única esperanza es que sea con menos muertos y con menos violencia. Mi esperanza está puesta en esas ansias de libertad que creo que más tarde o más temprano serán visibles.


