Kashiwazaki-Kariwa (KK) fue la mayor central nuclear del mundo hasta que el accidente de Fukushima forzó el parón de todos los reactores de Japón. Catorce años después de aquel tsunami, su reapertura se da por segura, tras obtener la aprobación del gobernador de la prefectura de Niigata, donde se ubica. Todo un revulsivo para su propietaria, la empresa Tepco (Tokyo Electric Power Co.), que no ha vuelto a operar ninguna central tras el desastre de Fukushima, también de su propiedad.
La autoridad nuclear de Japón dio el visto bueno hace casi dos años a la reactivación de dos de los siete reactores de KK. Se trata de los dos más avanzados, que hoy están prácticamente a punto para volver a entrar en servicio. Este viernes el gobernador electo, Hideyo Hanazumi, ha dado luz verde a uno de ellos, el número seis. La decisión será ratificada salvo sorpresa dentro de dos semanas por la asamblea de Niigata, una prefectura conservadora en la que el gobernante Partido Liberal Demócrata (PLD) tiene mayoría absoluta.
No está claro que la mole de Kashiwazaki-Kariwa -de 400 hectáreas- haya de volver a ser, una década y media después, la central nuclear con mayor capacidad del mundo (8 gigavatios). Ya que algunos de sus reactores más antiguos, de principios de los ochenta, podrían ser clausurados, según se ha insinuado. A pesar de que, en junio pasado, las autoridades japonesas acordaron relajar el calendario de jubilación de centrales nucleares, con permiso para operar más allá de sesenta años en casos justificados.
Cabe decir que tras el accidente nuclear en Fukushima, en marzo de 2011, los 54 reactores nucleares japoneses fueron desactivados de forma escalonada, hasta mayo de 2012. Desde esa fecha hasta agosto de 2025, el parón nuclear fue total, para reevaluar las medidas de seguridad, y el país dependió completamente de combustible fósil y energías renovables. Desde entonces, han vuelto a estar en red 14 de los 33 reactores autorizados. Y este verano, por primera vez en dos décadas, una empresa japonesa, Kansai, ha manifestado su decisión de solicitar los permisos pertinentes para construir una central de nueva planta.
Todo ello concuerda con los planes nucleares de la nueva primera ministra, Sanae Takaichi, que pretende cubrir la demanda energética desorbitada de los centros de datos mientras reduce la dependencia de combustibles fósiles y persigue la neutralidad en carbono antes de 2050. No en vano, Takaichi fue previamente ministra de Seguridad Económica.
Manifestación antinuclear este viernes frente a la Dieta de Tokio, organizada por la organización de “hibakusha” (supervivientes de la bomba atómica) que ganó el Nobel de la Paz 2024.
Pero hablar de primavera nuclear es prematuro: los reactores solo cubren un 5,6% de la demanda energética japonesa, cuando llegaron a cubrir una tercera parte.
Asimismo, la primera ministra ha topado este mismo viernes con una manifestación de protesta frente a la Dieta por sus otros planes nucleares. Efectivamente, ayer se iniciaron los procedimientos parlamentarios para revisar los tres “noes” sobre los que se asienta desde 1967 la doctrina nuclear japonesa: No producir ojivas nucleares, no poseerlas y no permitir su entrada en Japón. Hace una semana, en la misma Dieta, Takaichi afirmó que este último punto debilitaba la disuasión nuclear de EE.UU..
No se ha hecho esperar la reacción de la organización de supervivientes del bombardeo de Hiroshima y Nagasaki, Nihon Hidankyo, galardonada con el Nobel de la Paz 2024, que encabezaba las protestas de hoy tras denunciar sus intenciones.
En una línea divergente, Taiwán levantaba este viernes todas las restricciones a las importaciones de alimentos procedentes de Japón, introducidas tras el desastre nuclear de Fukushima. Su presidente, Lai Ching-te, publicaba el jueves una foto en la que aparecía degustando “sushi de origen japonés”. Oportunamente después de que la República Popular de China restableciera la prohibición de importar pescado y marisco nipones. Una medida de represalia política, más que sanitaria, por “la injerencia” de Takaichi en la querella de las dos Chinas.
Todo ello, sin que esta demuestre contrición, ni Pekín dé muestras de haberse desfogado todavía: Una docena de artistas japoneses han visto cancelados sus conciertos en China, mientras que varias aerolíneas chinas planean recortar sustancialmente sus vuelos al país del sol naciente, “por la caída de la demanda”.
