Justo cuando la Unión Europea trata de buscar una respuesta común a la agresividad comercial de China, España se convierte en la economía más abierta a las inversiones del gigante asiático.
Un grupo de mujeres chinas toman fotos de la performance Muscle Girls en Tokio
Son cinco mujeres y un hombre y han pedido todo lo que les ha llamado la atención de la carta. Arroz con bogavante, paella, ostras y langosta... Se han pasado los platos para probarlos, y él ha acabado mojando la langosta en el gazpacho con gestos de afirmación hacia el resto.
La jornada ha sido redonda para estos seis ciudadanos de la República Popular China que se han paseado por el casco antiguo de Tossa de Mar y se han fotografiado en el Forat del Dimoni para emular el videoclip de la cantante surcoreana YooA, que se ha hecho viral en Asia. Han llegado en autobús desde Barcelona, adónde regresarán en unas horas.
A los chinos les gusta Barcelona, la Costa Brava. Les encanta hacer turismo aquí. España tiene fama de tratarles bien y conceder visados con facilidad. No como en otros países de la Unión Europea en los que para obtenerlos, deben detallar el itinerario del viaje y en algunos casos informar de su familia y de la empresa en la que trabajan. Los acuerdos de Schengen rigen para todos, pero como en otras cosas, la UE es una realidad fragmentada.
Alemania está en el cuarto año de estancamiento, con una industria que retrocede. El gobierno de Friedrich Merz no encuentra la solución. Pero sabe que una de las causas del retroceso es China (las otras son la energía y los aranceles). La prosperidad de los años Merkel descansaba en las exportaciones del Mittlestand (el tejido empresarial familiar de manufactura avanzada) a China. Desde la pandemia, ese flujo se ha casi invertido por el salto tecnológico de los asiáticos. Quien fue su mejor cliente es hoy su pesadilla.
En Países Bajos, el gobierno intervino por gestión irregular a Nexperia, empresa que fabrica chips para la automoción con sede en Nimega, pero propiedad de un grupo chino desde 2019. En respuesta, Pekín bloqueó la venta de chips (se fabrican en Europa, pero se ensamblan en China), lo que ha obligado a la automoción europea a ajustar su producción.
El gigante CATL creará 2.000 empleos en Zaragoza, pero todos ellos serán chinos
En Francia el dolor de cabeza está en el comercio electrónico. En una decisión jurídicamente arriesgada, el gobierno ha suspendido las actividades de Shein, bestia negra del e-commerce francés, motivada por la venta de muñecas sexuales de aspecto infantil. En paralelo, otra gran empresa china, J.D. Com, está en vías de hacerse con el control de Media Markt (productos electrónicos) y Fnac (bienes culturales), a través de las cuales quiere comercializar sus productos
En España, en contraste, China toma posiciones en sintonía con la política del gobierno, que considera esa inversión vital para el tejido industrial. Invierte en el coche eléctrico, en tecnologías limpias. Y compran empresas medianas en busca de canales de distribución y de licencias. Algunos observadores señalan incluso que España (como Turquía y Marruecos) puede estar beneficiándose de los cambios en la cadena mundial de suministros.
La visita de los Reyes a China durante la segunda semana de noviembre evidencia esa sintonía que ya se había hecho patente con los viajes de Pedro Sánchez a Pekín (tres veces en tres años).
La comodidad española con China es insólita en el contexto europeo y se asemeja a la de los países latinoamericanos. Según una encuesta de The Economist y Globe Scan , las simpatías españolas hacia China han aumentado este año en paralelo con un distanciamiento de Estados Unidos. En línea con países como Sudáfrica, Brasil, Canadá o México, todos ellos víctimas de la política de aranceles de los estadounidenses.
España es hoy el país de la UE más abierto a China justo cuando Bruselas persigue una política común con la que responder a la agresividad comercial asiática, principal apoyo de Rusia en una guerra que amenaza a Europa. José Manuel Albares, ministro de Exteriores, resuelve la ecuación y dice que no hay contradicción en ser “aliado de Estados Unidos y dialogar con China”. Lo primero seguramente es verdad. Pese a las advertencias del secretario del Tesoro, Scott Bessent, y los bufidos de Donald Trump al presidente Sánchez, EE.UU. Tiene en suelo español las bases de Rota y Morón, claves para la actividad naval y logística de la primera potencia en la región.
En contraste con países como Alemania o Francia, España aplaude las inversiones chinas
Lo dialogar con China ya es más difícil de interpretar. La UE recela de los chinos. Duda que quieran compartir su tecnología. Europa, que antes imponía su ley en el mundo, hoy es víctima de los nuevos superpoderes. Teme la llegada al continente de lo que han bautizado como segundo China Shock (el primero causó la pérdida de más de un millón de empleos en EE.UU. En los 2000). Entonces fueron empleos en la manufactura de bajo coste. Hoy sería en industrias de tecnología media y alta.
Casos como el de la planta de baterías de litio de la china CATL en Zaragoza, levanta suspicacias. Para construirla, el grupo exige contratar temporalmente a 2.000 ingenieros, técnicos y supervisores chinos para poner en marcha las líneas de fabricación. Aducen que no hay en España mano de obra para hacerlo. Los sindicatos protestan y el gobierno español calla, porque no acaba de saber qué hacer exactamente con una propuesta así.
