Shabana Mahmood, ministra británica de interior: “A mí me han llamado ‘paki’”

Crisis en el gobierno laborista

La miembro del gabinete de Starmer se convierte en heroína de la derecha con su plan antiinmigración

A handout picture released by the BBC, taken and received on November 16, 2025, shows Britain's Home Secretary Shabana Mahmood appearing on the BBC's 'Sunday Morning' political television show with journalist Laura Kuenssberg. (Photo by Jeff OVERS / BBC / AFP) / RESTRICTED TO EDITORIAL USE - MANDATORY CREDIT

Shabana Mahmood, en su reciente aparición en un show dominical televisivo de la BBC

JEFF OVERS / AFP

El Titanic laborista ha chocado desde que salió de puerto en julio del año pasado no con un iceberg, sino con varios. El casco ha quedado perforado y se cuela el agua por todas partes. La inclinación del barco es de al menos treinta grados, las sillas vuelan por los aires, los pasajeros se han lanzado despavoridos a las lanchas salvavidas y el pianista ha dejado de tocar. El capitán Starmer solo ha encontrado un tablón al que aferrarse en las aguas heladas de la política británica: el brutal plan de inmigración de su ministra de Interior, Shabana Mahmood.

En la línea de predecesoras conservadoras de origen indio o paquistaní (Priti Patel y Suella Braverman) encargadas de crear un clima hostil para que los inmigrantes no vean el Reino Unido como la tierra de las oportunidades (y si algunos de los que ya hay se van, tanto mejor), Mahmood ha copiado los elementos clave de la estrategia de los socialdemócratas daneses, con medidas que han enfurecido a los grupos pro derechos humanos y al sector más progresista del Labour.

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Los estrategas del partido consideran que es el último cartucho para mantenerse en el poder tras las próximas elecciones, e incluso para que Keir Starmer no sea objeto de un desafío interno. La necesidad de “controlar las fronteras” aparece en todas las encuestas como la segunda mayor preocupación de los votantes, después del coste de la vida. Y una amplia mayoría se manifiesta partidaria de limitar los derechos de asilo, reunificación familiar y obtención del permiso de residencia permanente, aunque ello dificulte la integración de los extranjeros. “Lo sentimos, pero el país está lleno y, además, no hay dinero”, parece ser la opinión generalizada.

Las medidas anunciadas por Mahmood hace unos días son tan radicales que ha recibido el aplauso tanto de los conservadores (que dicen que apoyarán el plan en los Comunes si la izquierda del Labour intenta frenarlo) como del populista ultra Nigel Farage, quien ha ofrecido a la ministra de Interior el carnet de su partido (Reforma UK), tan similar es su visión en materia migratoria.

Mahmood podría reemplazar a Keir Starmer si la suerte del primer ministro no cambia en los próximos meses

Con solo un 20% de apoyo en los sondeos, los Verdes y liberales demócratas pisándole los talones, y a punto de presentar un presupuesto con subida de impuestos que no será popular, Starmer y sus asesores han estimado imprescindible un plan draconiano antiinmigración para frenar el alza de la ultraderecha. El mensaje de Mahmood al Parlamento es que se trata del mal menor, porque la alternativa es Nigel Farage en el 10 de Downing Street, y la hecatombe.

El cálculo del primer ministro y su estratega Morgan McSweeney es que no gustará a los votantes más progresistas, pero que eventualmente aceptarán que el Labour es la única alternativa realista para impedir el acceso de Farage, y lo votarán con la nariz tapada. Y que, al mismo tiempo, laboristas tradicionales que se han pasado a Farage o se plantean hacerlo regresarán al redil alentados por la dureza con los inmigrantes.

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Un protesta frente a un albergue de solicitantes de asilo en Orpington, en el área metropolitana de Londres, en agosto pasado. 

TOLGA AKMEN / EFE

Mahmood (45 años, soltera, sin pareja, una de cuatro hermanos) era una virtual desconocida hasta hace quince meses, a pesar de llevar en los Comunes desde el 2010. Hija de paquistaníes de Cachemira emigrados al Reino Unido con una escala previa en Arabia Saudí, estudió Derecho en Oxford (donde coincidió con el ex primer ministro tory Rishi Sunak) y se estableció brevemente en Londres antes de regresar a su Birmin­gham natal y conquistar un escaño en el Parlamento por la segunda ciudad inglesa.

En cierto modo es la antítesis de Starmer, una oradora apasionada que o bien está genuinamente enfadada por el elevado nivel de inmigración y el supuesto abuso del sistema, o bien lo finge estupendamente. Transmite autenticidad, que es un valor muy firme en política y del que su jefe –siempre dando bandazos– carece por completo. “Sé de lo que hablo, porque a mí muchas veces me han llamado jodida paki ” (término despectivo en Gran Bretaña para las personas de origen paquistaní), proclamó en los Comunes cuando un diputado liberal demócrata cuestionó la humanidad de su programa.

El mensaje de laal Parlamento es que se trata del mal menor, porque la alternativa es Nigel Farage en el 10 de Downing Street, y la hecatombe

Admiradora de Thatcher y musulmana practicante, empezó preocupada por la justicia social antes de pasarse al Labour azul, el ala del partido más socialmente conservadora y antiinmigración, próxima a los planteamientos de Boris Johnson, obsesionada con la lucha contra la delincuencia, la ley y el orden, y al mismo tiempo defensora de la cultura de los subsidios. Dice que su misión es “servir al país y a la clase trabajadora”.

A lo mejor el plan migratorio no cambia nada, a lo mejor es la tabla de salvación de Keir Starmer. O tal vez su autora se vuelva tan popular en los círculos de la derecha que el Labour decide ponerse en sus manos, y el primer ministro se ahoga cuando ya se veía a salvo en la orilla. Todas las opciones están abiertas.

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