Dos soldados de la Guardia Nacional de Virginia Occidental han resultado heridos de bala este miércoles en un tiroteo cerca de la Casa Blanca y se encuentran en estado crítico en hospitales cercanos. La policía local ha detenido a un sospechoso en el mismo lugar de los hechos, en la esquina de las calles 17 e I, en una zona turística de la capital y a una manzana de la residencia presidencial.
El director del FBI, Kash Patel, ha informado en una rueda de prensa improvisada que los dos militares siguen vivos, pero “en condición crítica”, y ha anunciado que el sospechoso será procesado a nivel federal por “agresión contra un agente del orden”. Una hora después del incidente (producido a las 15 hora local, las 21h en España), el gobernador de Virginia Occidental, Patrick Morrisey había confirmado su defunción, pero al cabo de unos minutos se ha retractado.
La alcaldesa de Washington, Muriel Bowser, presente en la misma declaración, ha calificado el ataque como un “tiroteo intencionado”. Jeffrey Carroll, asistente del director de la policía metropolitana, ha afirmado que parece ser obra de un “tirador solitario”, de quien se desconoce la motivación. “En estos momentos, no hay indicios de que haya algún otro sospechoso. El único involucrado recibió disparos durante la interacción y fue trasladado al hospital para recibir tratamiento”.
Varios medios estadounidenses han avanzado, citando fuentes anónimas de la investigación, que el atacante ha sido identificado como Rahmanullah Lakanwal, un ciudadano afgano de 29 años, residente en el Estado de Washington. Entró a EE.UU. En 2021 como parte de la Operation Allies Welcome, un programa de la Administración de Joe Biden destinado a apoyar a los afganos vulnerables tras la retirada estadounidense de Afganistán. Para ser aceptado, pasó un proceso de evaluación en el que participaron las principales agencias de inteligencia y contraterrorismo.
El Pentágono anuncia que desplegará, por orden de Trump, 500 soldados adicionales de la Guardia Nacional en Washington
El presidente, Donald Trump, como muchos residentes de Washington, disfrutaba de un día de vacaciones en la víspera de la festividad de Acción de Gracias y se encontraba jugando al golf en su club privado de Mar-a-Lago, en West Palm Beach (Florida).
“El animal que disparó contra los dos miembros de la Guardia Nacional, que resultaron ambos gravemente heridos y ahora están en dos hospitales distintos, también está gravemente herido, pero, aun así, pagará un precio muy alto”, ha escrito Trump a través de su plataforma, Truth Social. “Dios bendiga a nuestra Gran Guardia Nacional y a todas nuestras Fuerzas Armadas y cuerpos de seguridad”.
Poco después, el secretario de Guerra, Pete Hegseth, ha dicho en una declaración improvisada ante los medios que el presidente le ha solicitado el despliegue de 500 soldados adicionales de la Guardia Nacional en Washington. Hegseth, que ha calificado el tiroteo de “cobarde” y “vil”, ha dicho que justifica la medida porque “solo reforzará nuestra determinación de asegurar que Washington sea un lugar seguro y bello”.
Decenas de agentes y una veintena de coches de la policía siguen desplegados en las inmediaciones del lugar de los hechos, aunque la situación se da por controlada. La Casa Blanca, que se había puesto en alerta roja (“amenaza para la vida”) tras el tiroteo, ha rebajado el nivel de alerta a naranja (“alto riesgo”).
Todavía es pronto para determinar si el tiroteo iba dirigido a los soldados por un motivo político. Se produce una semana después de que una juez federal dictaminara que el despliegue de 2.000 soldados de la Guardia Nacional en Washington, ordenado en verano por Trump para combatir el crimen, es probablemente ilegal. La juez ordenó bloquear su despliegue, pero aplazó su entrada en vigor durante tres semanas para minimizar las interrupciones operativas.
Los soldados, llegados desde otros estados republicanos, llevan tres meses patrullando armados y uniformados las calles de la capital estadounidense. El presidente ordenó su despliegue a la vez que asumió el control de la policía de la ciudad e incrementó el número de agentes migratorios, a quienes la Guardia Nacional ha estado acompañando en sus redadas rutinarias.
Su objetivo declarado es el de combatir el crimen y proteger a los agentes, aunque los delitos violentos llevan tres décadas a la baja en Washington. Sin embargo, no han sido desplegados en los lugares con mayor índice de criminalidad, el sureste de la ciudad: tan solo se les ha visto patrullando estaciones de metro y zonas turísticas, como el Downtown de Washington, donde se ha producido el tiroteo.


