Hong Kong condena “por sedición” al magnate anticomunista Jimmy Lai 

China

El Supremo considera al expropietario del diario Apple culpable de “colusión con potencias extranjeras”

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El magnate de prensa Jimmy Lai en una imagen de archivo de junio de 2020, en Hong Kong

ANTHONY WALLACE / AFP

El magnate de la prensa Jimmy Lai ha perdido su pulso de cinco años con la justicia de Hong Kong, así como la batalla de su vida contra el Partido Comunista de China (PCCh). El tribunal supremo de su ciudad adoptiva le ha declarado culpable este lunes de “sedición” y de “conspiración con fuerzas extranjeras”. Cargos que, tanto en el Hong Kong reintegrado a China como en el de la época británica, conllevan penas de cadena perpetua. 

El veredicto, anunciado en medio de una gran expectación mediática internacional, frente al desinterés de los propios hongkoneses, cierra un proceso extenuante y meticuloso, con docenas de comparecencias. La sentencia, que ocupa más de ochocienta páginas, no ha sido leída y la condena no se conocerá hasta enero.

De forma sumaria, la magistrada Esther Toh -uno de los tres miembros del tribunal- consideró demostrado que Lai conspiró con terceros en perjuicio de Hong Kong y de China. 

La sesión en el complejo judicial de West Kowloon se celebró bajo un dispositivo de seguridad que parecía excesivo, a la luz de la desmovilización de la oposición prodemocrática. Las protestas masivas y a menudo vandálicas del verano y otoño de 2019 no solo fracasaron en su objetivo de traer la democracia, por primera vez, a Hong Kong, sino que terminaron propiciando una regresión de su sistema representativo y un endurecimiento de sus sistemas de control. 

Hace quince días, solo un 31% de los hongkoneses se molestó en acudir a las urnas para votar el 22% de escaños de Consejo Legislativo que salen del sufragio universal (antes eran el 50%). Asimismo, la Ley de Seguridad Nacional implantada en 2020 ignora complemente el pasaporte británico de segunda (Nacional Británico de Ultramar) que todavía tienen muchos hongkoneses nacidos antes del 15 de julio de 1997, además del pasaporte de la Región Administrativa Especial de Hong Kong. 

Hoy, como en otras sesiones, había representantes diplomáticos de los consulados anglosajones y de la UE. Todos ellos consideran que se trata de un “juicio político”. En realidad, Jimmy Lai lleva la mitad de su vida haciendo política, después de haber dedicado la primera mitad a ganar dinero. Mucho dinero, aunque llegó pobre, en su adolescencia, a Hong Kong, huyendo de la Gran Hambruna, producto del fracaso del Gran Salto Adelante. 

En aquel Hong Kong británico donde, según cuenta la leyenda, los chinos trabajaban 359 días al año y tenían prohibido sindicarse, Lai ascendió de obrero a capataz y luego a propietario de un imperio textil, Giordano, que luego vendería para dedicarse a “socavar a China”, según palabras literales de la sentencia. Una decisión tomada a raíz de su apoyo, desde Hong Kong, a la revuelta de Tiananmén, aplastada por las autoridades. 

En años sucesivos, trenzó contactos al más alto nivel, tanto en Taiwán como en Estados Unidos, con la tarjeta de presentación de su anticomunismo furibundo. No era el amor a la democracia sino el odio al PCCh lo que movía a Jimmy Lai. De hecho, era un admirador declarado del general Augusto Pinochet. En su despacho tenía el busto de los economistas ultraliberales Friedrich Hayek y Milton Friedman. A este último, asesor del dictador chileno, le hizo de guía en Hong Kong. 

Su trato con los sectores más derechistas de Washington y  más beligerantes con Pekín se convirtió en su razón de ser. Fundó un diario sensacionalista para hombres, Apple Daily, con versión china e inglesa y fotos de destape, que nunca estuvo entre los más leídos de Hong Kong. Su machismo desacomplejado hoy le acarrearía problemas y en más de un país occidental podría llevarle a la cárcel, aunque la mayoría prefieren olvidar que no solo tenía una sección de crítica gastronómica, sino también de crítica de burdeles y de prostitutas. 

Desde esa tribuna, acompañó la Revolución de los Paraguas, de 2014. Y luego, en 2019, las protestas  promovidas por determinados sectores de la sociedad hongkonesa que querían cerrar evitar la posibilidades de ser extraditados y juzgados fuera de su jurisdicción. Aunque el detonante había sido la imposibilidad de extraditar a Taiwán a un hongkonés que había asesinado a su novia en dicha isla. 

Como es sabido, el caso en Hong Kong llegó a su apogeo con el saqueo de la Cámara Legislativa. Esa misma semana, Jimmy Lai  se entrevistó en Washington con el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence. Seis meses más tarde, la ley del karma quiso que el propio Pence tuviera que esconderse en el asalto al Capitolio. Las penas dispensada por los tribunales estadounidenses fueron mucho más numerosas y bastante más duras que en Hong Kong. Con la diferencia que en EE.UU. El president Trump ha terminado indultando a casi todos sus partidarios. 

Cabe decir que el editor del diario Apple Daily permanece encarcelado desde 2020. Un año más tarde, hubo una redada en su periódico, con 500 agentes, que bloqueó los fondos de la empresa, llevando al equipo directivo a decidir su cierre. 

También sostuvieron que Lai actuó como “cerebro y sostén económico” del grupo ‘Stand with Hong Kong’, al que atribuyen campañas internacionales para presionar a gobiernos extranjeros y promover sanciones contra autoridades locales y chinas.

Pekín también habilitó al jefe del Ejecutivo hongkonés, John Lee, para vetar la participación de juristas extranjeros en casos de seguridad nacional, potestad con la que vetó a un abogado británico. 

Casi cinco años en régimen de aislamiento parecen haber afectado a Jimmy Lai, de 78 años, pero las autoridades hongkonesas aseguran que recibe atención médica adecuada. Lai se convirtió al catolicismo el año en que los británicos arriaron la bandera. Su padrino de bautismo fue el periodista de The Wall Street Journal que escribía los grandes discursos de George W. Bush. Su relación con el exobispo de Hong Kong, cardenal Joseph Zen -que acompañado su proceso- viene de entonces. 

También lo ha hecho el presidente estadounidense, Donald Trump, que dijo haber planteado el caso a su homólogo chino Xi Jinping, en su breve encuentro en Corea del Sur. Un año antes, en campaña, había dicho que sacar a Lai de la cárcel “era cosa fácil”. También el primer ministro británico, Keir Starmer, ha declarado que la situación de Lai es “prioritaria” para Londres. Estas son precisamente las dos potencias a las que China considera responsables de injerencia en sus asuntos, en una enmienda a la descolonización sin precedentes. 

Es fácil pasar por alto que el caos generado por algunos cientos de miles, durante aquellos cuatro meses de Hong Kong de 2019, perjudicó a millones. Muchos comercios tuvieron que cerrar -nada menos que treinta centros comerciales- en una ciudad de alquileres astronómicos y no todos tuvieron el músculo financiero para reabrir cuando hubo pasado la tormenta. Miles de personas perdieron su empleo. 

De hecho, gran parte de la clase empresarial desaprueba el choque frontal promovido por Jimmy Lai y su entorno inmediato, en el que contaba amigos tan particulares como John Bolton, el ex Asesor Nacional de Seguridad, considerado como uno de los más sinófobos dentro del Partido Republicano. Su misma mano derecha en Apple Daily, Mark Simon, era un antiguo oficial de inteligencia de la US Navy, hijo de un agente de la CIA. 

El Partido Comunista de China no se llama a engaño sobre los objetivos últimos de Jimmy Lai y su entorno. Hasta puede considerar una victoria haber completado su proceso judicial y haber dictado sentencia en un panorama infinitamente más sosegado que el de entonces. Pero la atonía de Hong Kong -a la hora de expresarse, como a la hora de votar por sus instituciones- se sigue atentamente en Taiwán y no supone una buena noticia para China. 

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