El proyecto del caza europeo, al borde del colapso

Industria militar

Las diferencias entre Francia y Alemania hacen que sea “muy improbable” alcanzar un acuerdo para salvar el programa armamentístico más caro de Europa

Recreación del nuevo avión de combate europeo desarrollado por Francia, Alemania y España en el programa FCAS

Recreación del nuevo avión de combate europeo desarrollado por Francia, Alemania y España en el programa FCAS

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Sobre el papel, Europa lo tiene claro: el futuro del continente pasa por la autosuficiencia militar. Hay que depender menos de EE.UU., que ha dejado de ser un socio fiable, y dar un impulso a la industria de defensa propia, sumando fuerzas y unificando criterios. Pero de la teoría a la práctica hay un trecho.

El ejemplo más sangrante es el del nuevo caza europeo de sexta generación, el llamado Futuro Sistema Áereo de Combate (FCAS, por sus siglas en inglés). Con un coste de 100.000 millones de euros, este proyecto comenzó a andar hace ocho años de la mano de Francia y Alemania –luego se sumaría España–, con la idea de desarrollar un avión dotado de la tecnología de guerra más avanzada. El problema es que los socios tienen visiones opuestas sobre el plan, el cual estaba previsto que fuera una realidad en el 2040.

La parte francesa, representada por la empresa Dassault Aviation, insiste en liderar el proceso de desarrollo del avión, mientras que alemanes y españoles –representados por Airbus e Indra respectivamente– exigen un reparto de tareas más equitativo. Asimismo, existen diferencias profundas en torno al diseño de la aeronave: Francia quiere un caza capaz de transportar armamento nuclear y aterrizar en portaaviones, y Alemania y España, no.

Fractura profunda

La reunión convocada en Berlín para desatascar el proyecto no ha servido para acercar posiciones

Estas discrepancias son públicas desde hace meses, y los tres países están intentando salvar los muebles antes de que acabe el año, cuando debería ponerse en marcha de la siguiente fase del proyecto, consistente en la construcción de un prototipo.

El 8 de diciembre, los ministros de Defensa de los tres estados implicados se reunieron en Berlín para desatascar el plan, pero parece ser que el encuentro fue poco productivo. No solo no hubo ningún comunicado oficial para informar del resultado de las conversaciones –lo que siempre es una mala señal–, sino que fuentes familiarizadas con el asunto aseguraron a la agencia Reuters que es “muy improbable” que haya un acuerdo.

El pasado martes, el director ejecutivo de Dassault, Éric Trappier, echó más leña al fuego, y dejó entrever que el futuro del FCAS pinta negro. “¿Sucederá? No lo sé”, dijo. “Si nuestros socios no logran ponerse de acuerdo sobre una estructura de liderazgo que garantice la eficiencia y proteja los conocimientos técnicos, debemos preguntarnos si esta cooperación sigue siendo viable”. También el martes, un destacado diputado de la CDU alemana, Volker Mayer-Lay, quien se encarga de hacer de enlace entre el Bundestag y la fuerza aérea, afirmó que “Francia y Alemania no necesitan obligatoriamente los mismos aviones”, y sugirió que su país y España podían buscar nuevos socios para construir su propio caza.

De hecho, una opción que se plantea para evitar el desmorone total del FCAS es justo esa: que cada uno desarrolle su avión por separado –como ya sucedió años atrás, cuando Francia se retiró del proyecto Eurofighter para fabricar por su cuenta el caza Rafale–, pero que los tres socios se mantengan unidos en la creación de la llamada “nube de combate”, el sofisticado sistema de comunicación dotado de inteligencia artificial destinado a la nueva aeronave. 

Con esta solución de compromiso, al menos Europa podría garantizarse la autonomía en un ámbito tan sensible como es el de la arquitectura digital de sus futuros aviones de guerra. La nube es la que se encarga de conectar en tiempo real al caza con los drones, satélites y bases militares, y de ella depende el procesamiento de datos masivos en tiempo real. Renunciar al control total de esta tecnología podría ser un error fatal, sobre todo si se tienen en cuenta los desafíos de seguridad que deberá afrontar el continente en los próximos años.

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