David Bellos,premio Goncourt; publica ‘Copyright: la industria que mueve el mundo’:

“Los autores crearían igual aunque no tuvieran copyright”

Tengo muchos años y he ganado premios como el Goncourt, pero enriquecerse con lo que creas es una lotería que ganan poquísimos y perdemos los demás. Estudié en Oxford e investigo en Princeton: casi mejor que ser rico. La historia del copyright es la de una sinrazón que mezcla absurdo y oportunismo (Foto: Album / Alamy)

¿El copyright permite a las big tech dominar el mundo?

Y la historia de cómo ese co­pyright, los derechos de autor, define nuestra sociedad es una sucesión de caos, absurdo, consecuencias indeseadas e indeseables y de fortunas inmerecidas. Una historia que sigue...

No será por los autores: la mayoría no cobramos ni un duro.

Déjeme aclarar algo de entrada: ningún autor dejaría de crear porque no hubiera copyright. Lo he investigado y demostrado a fondo en la historia, el derecho, la sociología...

¿Nos pueden pagar aún menos?

Escribir para ganar dinero es como comprar un billete de lotería que ganan cuatro. Afortunadamente la inmensa mayoría de los que escribimos no lo hacemos por dinero.

Pero algunos sí ganan dinero.

Y no por ello son mejores que otros, pero sí que venden más y algunos sin merecerlo. El sistema se ha ido diseñando de forma que solo genera poquísimos grandísimos ganadores, como J.K. Rowling, que se quedan todo.

Me la ofrecieron para entrevistar en sus inicios y la ignoré por mera autora infantil.

Le consolaré diciendo que ni siquiera los mejores editores saben qué libro de los cientos que publican cada año va a ganar dinero; pero no puedes publicar un ganador sin publicar antes a 100 perdedores.

Los perdedores dirán, o tal vez diremos, que no escribimos por dinero.

Pero nadie sabe si de pronto serán triunfadores, incluso después de muertos: el gusto de la mayoría es incontrolable; los derechos de autor sí se controlan y no ayudan a mejorarlo.

¿Cómo hacer que sean menos injustos?

Gran parte de su injusticia y del sistema del “ganador se lo lleva todo” sin que cuente su calidad se debe a que los derechos de autor se asocian hoy con la idea de que son eternos. El copyright dura 70 años: toda una vida...

Y encima se heredan.

En efecto: en algunos países duran toda la vida del autor y 70 años más.

¿Merecen esos 70 años sus herederos?

La convención de Berna solo requería 50 años de pagar copyright a los herederos tras la muerte del autor.

¿Por qué se han universalizado?

Es absurdo e injusto, pero los tribunales lo defienden, porque las grandes multinacionales y fondos buitre pueden así invertir grandes sumas en la compra de derechos y tienen 100 años para recuperarlos.

Siempre que su libro, música o papel pintado, alfombra o lo que sea... siga en boga.

Si la música no se oye o el libro no se lee o el diseño no se usa, durante ese siglo, pierden lo invertido, pero ¿sabe cuál es su truco?

¿...?

Como son los dueños también de las grandes plataformas digitales y editoriales se aseguran de que sigas consumiendo esas obras cuyos derechos han comprado. Y ese mercadeo margina a todos los demás creadores.

¿Por qué los nietos de un escritor deben hacerse ricos por el talento del abuelo?

Esa idea y su legalidad es tan cuestionable que EE.UU. no la aceptó hasta 1976, pero Europa la asumió un siglo antes.

¡Dichosos bisnietos de Springsteen!

Hay dos razones para justificar el copyright post mortem: la primera fue proteger a las familias de los autores, pero hoy ya hay pensiones y fondos; después está el que los herederos velen por la integridad de la obra.

¿No se defiende a sí misma?

Los franceses creen que debe cuidarse la calidad de las reediciones; su puesta en escena... De forma que un bisnieto de Victor Hugo puede acudir hoy a los tribunales para prohibir una versión de Los miserables.

¿No es un abuso?

Pero si un autor muere joven, ¿a quién le corresponde decidir sobre su legado y qué parte de su obra se publica y cuál no?

¿Y, además de decidirlo, cobrar por ella?

Los herederos de T.S. Eliot, por ejemplo, cobran muchísimo por cada una de sus citas, cuando su obra está llena de citas de grandes autores por las que él jamás pagó un céntimo.

¿Quién decide qué es original o qué plagio en la cadena de la creación?

Lo absurdo es que las leyes del copyright no penalizan el plagio sino solo la reproducción exacta del texto. Las multinacionales dueñas de los derechos quieren que ese concepto de “reproducción” sea amplio: usted puede titular su novela Guerra y paz y nadie dirá nada; pero si cita dos líneas de Tierra baldía sin permiso, le denunciarán por plagio.

¿Y si creo un texto o canción con IA?

Esa es la gran pregunta ahora; pero me temo que el copyright se mantendrá con la IA.

¿Cómo?

Las grandes empresas que registren a su nombre los derechos de las obras generadas por IA los seguirán explotando sin dejar que otros lo hagan. Y eso volverá a concentrar, como ha pasado con los derechos de autor del software, sumas gigantescas en muy pocas manos.

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