Pedro Jara,psicólogo clínico, psicoterapeuta:

“No te tomes nada de manera personal, porque no lo es”

Tengo 59 años. Nací y vivo en Ceutí, Murcia. Estoy separado y no tengo hijos. Soy profesor de psicología en la Universidad de Murcia, ejerzo de psicoterapeuta y he publicado varias obras divulgativas sobre la terapia. Tengo una visión distópica de hacia dónde va la sociedad humana. No tengo ninguna creencia.

La rabia, ¿una emoción caduca?

Sí, un atavismo. Tenemos un cerebro cavernícola, pero vivimos en un contexto completamente diferente.

Pues parece que la rabia abunda.

La respuesta psicobiológica de la rabia está diseñada para empoderarnos ante el enfrentamiento físico: para golpear, morder, arañar, y bloquea, ofusca y entorpece las respuestas adaptativas a las amenazas actuales.

Pero surge como un volcán.

Hay maneras más evolucionadas de marcar límites. Hay que diferenciar la amenaza física de la psicológica.

Si te tragas la rabia acabas enfermando.

Estamos hablando de dejar de fabricar rabia, contenerla sigue siendo rabia.

¿Usted no se enfada?

Ni por fuera ni por dentro. Ante el agravio o la amenaza de tipo psicológico está el arte de aprender a no sentirse ofendido ni atacado.

¿Y cómo se hace?

Psicológicamente la rabia es una emoción que se deriva del miedo o la frustración, de la vergüenza, la tristeza…, otro tipo de sentimientos que cuando son abordados de manera adecuada la rabia no emerge.

Enséñeme a librarme del enfado.

Tenemos que entender qué es lo que hacemos para enfadarnos, indagar en aquellos aspectos, sentimientos y reacciones propias o de los demás que nos duelen.

¿No lo hacemos?

No. Solemos evitar o controlar; hay que cultivar una actitud de introspección y de empatía hacia nuestro propio sufrimiento y comprender cómo creamos el problema. Debemos hacer una cartografía de las estrategias que ponemos en marcha de forma automatizada para fabricar esa emoción.

¿Por ejemplo?

Si una persona tiene una insana autoestima –la sana es un amor propio incondicional–, sufre una enorme vulnerabilidad y sacará las uñas ante una ofensa o se retirará al rincón.

El entorno también influye.

El hecho de que vivimos en una cultura que se basa en los resultados genera frustración, que es otra de las grandes bases de la rabia.

Nos frustramos prácticamente a diario.

Lo que nos lleva a la rabia es la frustración intensificada por cierto tipo de creencias y exigencias. Uno de los aspectos fundamentales para fabricar rabia y culpabilidad son el juicio fácil y rápido, y creer en el libre albedrío.

Eso defiende Yuval Harari, que no existe.

Y la investigación experimental más reciente, de manera que nos despachamos rápidamente con juicios: “Tal persona lo ha hecho mal, es una egoísta”. Y eso es no entender nada. Hay que levantar el capó de esas etiquetas para ver las causas complejas.

¿Hacemos lo que podemos y no lo que queremos?

Las personas hacemos lo que queremos, pero no decidimos quererlo. Lo que determina nuestras elecciones pertenece a un ámbito mucho más incontrolable e inconsciente; dicho esto, no hay que confundir la explicación con la justificación.

Eso está claro.

¿Una persona se enfada porque quiere? ¿Se deprime porque quiere? Si no cambiamos las causas, no podemos cambiar los efectos.

Entonces, ¿nada es personal?

Exacto, y esa es una de las cosas que hay que hacer para no enfadarse: no tomarse nada de modo personal, porque no lo es. Vamos por la vida como coches en una vía densa, y en ese proceso nos vamos golpeando y estorbando unos a otros continuamente, y no es nada personal contra nadie, es propio de cada uno.

Si no hay libre albedrío, ¿hay resignación?

Cuando reconocemos y admitimos nuestra jaula, condicionamientos y falta de libertad, podemos empezar a ampliar el tamaño de la jaula, indagar en esos aspectos propios que no nos gustan y aumentar nuestros recursos y posibilidades.

A menudo la rabia es una manera de resistirnos a la tristeza.

Sí, de no dejarnos caer en el abatimiento. Pero la tristeza es mucho más fructífera que la rabia, porque nos orienta hacia dentro en lugar de reaccionar. Y ojo con las quejas.

Son cansinas.

Siempre que hay quejas, aunque sea a nivel interno, entramos en el proceso cognitivo que fundamenta la emoción de enfado. Si hay enfado hay queja, si hay queja hay enfado.

¿El enfado con uno mismo no nos ayuda?

No, eso ayuda a reincidir en los errores. No existe una culpa saludable, la culpa es un autocastigo y, si no, no es culpa, es mero sentimiento de responsabilidad.

Es una palabra que cada vez me gusta más.

Cuando me siento culpable o culpo a otros estoy soltando mi volante. La pregunta alternativa a la rabia, la culpa o la queja es: ¿qué hago yo al respecto, qué es lo que depende aquí de mí? Enfadarse porque otro coge mal la rotonda es estadísticamente habitual, así va el mundo; una locura compartida es una locura peligrosísima.

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