Dan Ariely,neurocientífico:

“Las redes sociales se enriquecen con bulos, soledad y depresión”

He pasado la crisis de los 50: cada diez años hay que pasar una. He investigado en el MIT y ahora en Duke. Soy agnóstico y judío creyente en el principio de amar a tu vecino. Tengo dos hijos. Cada cual depende más de la suerte de lo que cree, por eso hay que construir sociedades solidarias que apoyen a quienes no la tienen. (Foto: LV)

¿Cómo pasó de ser militar del ejército israelí a la neurociencia?

Siendo soldado una explosión me dejó con quemaduras de tercer grado en el 70% de mi cuerpo y en el rostro... ¿Las ve?

Sí, debieron de doler.

Durante tres años sufrí horrores con las curas en el hospital. Estudié con método científico cómo realizarlas con mínimo dolor. Pregunté a las enfermeras y respondían que lo menos doloroso era quitar las vendas de golpe...

¡Ay!

...Y no era cierto. Lo que sí era cierto es que si las quitaban de golpe, acababan antes.

Y usted escribió un artículo al respecto.

Me especialicé en neurociencia e investigué en el MIT y ahora en Duke.

Le entrevisté en el 2008 cuando publicó Las trampas del deseo .

Luego investigué la bolsa en el crac de Wall Street. Y es que me interesa el ser humano. Me pregunto como neurocientífico dónde estamos y dónde podríamos haber llegado si supiéramos más sobre nosotros mismos.

¿Por ejemplo?

¿Por qué el odio que acaba siendo autodestructivo prevalece sobre otros sentimientos? ¿Por qué –investigo ahora– siendo seres racionales podemos llegar a creer falsedades tan obvias como las fake news de las redes?

A usted le han acusado de conspirar con Bill Gates para asesinar americanos...

¡Con las vacunas! Y miles tuitearon aquellas absurdas estupideces llenas de odio.

¿Ha aprendido algo de su sufrimiento?

Que la mente humana es un mecanismo evolucionado para tomar decisiones.

¿Cómo las tomamos?

Piense en una navaja suiza con muchas hojas que sirven para todo: abrelatas, tijeras... Pero ninguna lo hace del todo bien.

Pero mejor tener esa navaja que nada.

¡Mejor nuestro cerebro que nada! Nuestro cerebro evolucionó durante milenios para subirse a árboles huyendo de leones; y para vivir en comunidades pequeñas vidas cortas y simples en las que la mentira se penalizaba.

¿Sin armas atómicas ni redes sociales?

¿Qué hacemos hoy con nuestro cerebro de primates trepadores para vivir en grupos pequeños para interactuar en redes sociales con millones de usuarios? ¿Sabe cómo progresa la industria del automóvil?

¿...?

Los coches mejoran cada año, porque tratan de satisfacer a conductores cada vez más vagos y menos fiables. Sus innovaciones tienden a que el conductor haga cada vez menos hasta que lo sustituyen del todo. Los coches ya detectan y te avisan si te estás durmiendo.

¿Las redes sociales también innovan?

Cada vez entienden mejor el cerebro humano, pero no para servirnos a todos y hacernos mejores, sino para hacer más ricos a unos pocos: sus amos. Causan un gran daño al extender bulos que les dan beneficio.

Las redes fueron promesa de democracia.

Cuando nacieron Twitter y Facebook hace 20 años, creíamos que extenderían la democracia, pero hoy aíslan y deprimen a millones de usuarios y difunden bulos cargados de odio que dañan nuestros cerebros.

¿Toda tecnología no es susceptible de ser usada para el bien o para el mal?

El uso de las redes hoy podría dar lugar a acciones legales similares a las que emprendimos contra el tabaco. Los bulos dañan nuestra salud pública. Fíjese en los antivacunas.

¿No es usted tecnófobo?

No pido que cerremos las redes, sino solo que les hagamos respetar la legalidad. LinkedIn es hoy una plataforma útil; X, no. ¿Por qué no prohibimos los bots en las redes? ¿Por qué permitir el anonimato y sus bulos?

Cuando no había redes y sí imprentas también difundían bulos y odio impresos.

No había clics propagadores del odio. Realizamos un experimento con redes pidiendo al usuario qué quería al clicar: 1) ¿Dar por cierta la información?; 2) ¿Decir que es interesante?; 3)¿Pedir reacciones? Y así logramos que los usuarios dejaran declicar los bulos.

¿Y si clicaban solo para su grupo?

Mentir tenía un coste cuando vivíamos en pequeñas comunidades. Hoy no lo tiene en las redes y esa mentira anónima y odio difundido degrada nuestra salud mental.

¿Y decide políticas y guerras?

Elimina el saludable efecto moderador del contraste de opiniones –tenías la tuya, pero escuchabas las demás– que inspiró la moderna democracia parlamentaria. Hoy Trump solo habla para su grupo y no paga ningún coste por mentir; tampoco sus seguidores.

¿Qué hacer si eres víctima de un bulo?

No discutir con quienes los propagan ni llamarles idiotas, porque huirán. Hay que escucharles y deconstruir el proceso que les lleva a creer que la tierra es plana o que las vacunas implantan chips en el cerebro; y hacerles preguntas que infundan dudas razonables en ellos. Y tener paciencia. Pero habrá que regular las redes o las redes desregularán nuestras democracias.

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