Caelainn Hogan,escritora y periodista de investigación:

“Irlanda: Iglesia y Estado ocultaron abusos y la muerte de 9.000 niños”

Tengo 36 años. Nací y vivo en Dublín, Irlanda, con mi pareja e hijo de un año y medio. Soy autónoma, publico en ‘The New York Times’, ‘The New Yorker’, ‘The Guardian’, ‘Al Jazeera English’... Creo en la igualdad entre las personas, algo que está en retroceso. Educada en el catolicismo, pero sin ninguna creencia. (Foto: LV.)

¿Irlanda destrozó la vida a más de 60.000 madres?

Hasta hace muy poco la Iglesia católica, actuando de acuerdo con el Estado irlandés, dirigía una red de instituciones para ocultar, castigar y explotar a “mujeres descarriadas”.

¿Qué habían hecho?

Quedarse embarazadas fuera del matrimonio. El aborto era un pecado. Se las apartaba de la sociedad y se las encerraba, amenazaba y separaba de sus bebés.

¿Qué tipo de lugares eran?

Lugares de trabajo de los que no salían jamás y donde la tasa de mortalidad era abrumadoramente alta. En las lavanderías de la Magdalena, por ejemplo, se recluía a niñas y mujeres y se las condenaba a la servidumbre.

¿En qué años ocurrió?

Con la independencia de Irlanda y la creación de la república en 1922. ¡Las últimas instituciones cerraron en el 2006!

La noticia se destapó en el 2014.

Se hizo público el hallazgo en el hogar de Tuam de una fosa común. El Estado lo sabía desde hacía años, pero callaron. Una investigadora independiente descubrió restos de unos 800 bebés en una fosa. En total murieron alrededor de 9.000 menores en estas instituciones.

¿Qué pasaba con los que sobrevivían?

Se entregaban a parejas católicas casadas y “decentes” sin el consentimiento de la madre, y se les cambiaba la identidad para que nunca pudieran encontrarlos. Todavía hay centenares de niños de los que no se sabe su paradero. Los que no eran adoptados, en su mayoría con discapacidades, quedaban institucionalizados de por vida.

¿Por qué morían tantos niños?

Sus vidas eran consideradas sin valor. Sufrían falta de cuidados, abandono y desnutrición. La mortalidad era cinco veces más alta que en la población infantil general.

¿Las embarazadas debían trabajar?

Sí. Incluso en avanzado estado de embarazo fregaban suelos arrodilladas, trabajaban en lavanderías de conventos y recibían castigos físicos. Eran tratadas como criminales.

¿Cómo se financiaban estos centros?

Con fondos estatales y donaciones privadas de familias adoptantes.

¿Qué comían?

Un superviviente relató que en el hogar de Tuam, mientras las autoridades del condado celebraban banquetes en la institución, madres e hijos pasaban hambre hasta el punto de comer musgo.

¿Sufrían abusos sexuales?

Sí, muchas llegaban allí por violaciones que nunca eran investigadas. Pero también hubo violaciones dentro de las instituciones por parte de curas y empleados.

¿Qué testimonio le impactó más?

El de una mujer que nació en un hogar de este tipo, fue enviada a una lavandería de la Magdalena y todavía está allí, sin haber sabido durante décadas que tenía familia viva.

También entrevistó a las monjas que regentaban los hogares.

Sí, muchas dispuestas a hablar a título personal de lo que vieron. Algunas intentaron intervenir ante crueldades pero fueron silenciadas. Lo malo es que la cultura del silencio sigue presente. Pocas órdenes participan hoy en planes de reparación.

Cuéntenos los abusos confirmados.

Abusos sexuales a mujeres y niños, trabajos forzados, maltrato físico, negligencia médica, enterramientos sin digna sepultura.

¿Y sacerdotes y obispos callaban?

Algunos curas en su día se escandalizaron y quisieron manifestarse en contra públicamente, pero la jerarquía de la Iglesia nunca lo permitió. Incluso en el 2018, cuando se despenalizó el aborto un obispo defendió reabrir esas instituciones como alternativa al aborto con algunos cambios.

Impactante.

Sí, ¡hasta qué punto algunos no han entendido todo el daño que han hecho!

En el 2021 se publicó el informe oficial.

Reflejó que 60.000 madres, la mayoría adolescentes, y 57.000 niños –9.000 murieron–, pasaron por estas instituciones. Y esto ocurrió entre la década de los años 60 y 70.

¿Cuál es su conclusión?

  • Tanto Iglesia como Estado deben escuchar más a las víctimas. Es maquiavélico que sobre la fosa común de niños se construyera un parque infantil, algo solicitado en los años 70 por la Junta del Condado que sabía lo que había bajo el terreno.

¿El Gobierno sabía lo ocurrido?

Sí, desde el principio. En debates de los 70 se habló de esclavitud en estas instituciones, pero siguieron abiertas hasta los 90 y más allá. A partir del 2000 el Estado pidió disculpas y creó un plan de reparación, pero excluyó a más de 20.000 víctimas.

¿Cómo reaccionó la sociedad?

Se sabía que existían esos lugares, pero no la magnitud de la mortalidad ni las fosas. Esto desató indignación y una llamada colectiva a la justicia.

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