‘Vivir sin miedo’
Colecciona halos de alegría y belleza: sostiene que cada día es un milagro, solo hay que saber verlo. Lo comparte cada sábado en cartas a lectores suscritos mediante su página (www.nadaimporta.com): son observaciones y reflexiones para estimularte a “dejar de lloriquear y patalear: ¡disfruta!”, proclama. Ahora reúne 200 cartas –las que contienen más verdad– en el libro Vivir sin miedo (Destino). Despliega belleza sinestésica y sensualidad –vinos y soles, fuegos y vientos–, perlas cuyo brillo pondrá luz en tu día. Terrés te alienta a barrer tu trozo de acera y a ver que hay belleza alrededor y que esta vida es una amalgama de alegrías y sombras. Y que es divertido dejar este mundo algo mejor de lo que lo encontraste. Es la noble ambición que guía a Jesús Terrés en sus textos.
Nos brinda usted un prontuario de felicidad.
De gozos, de alegrías.
Por carta.
Sí: envío a 40.000 seguidores mi e-mail cada sábado por la mañana.
¿Desde cuándo lo hace?
Desde los días del confinamiento. Primero llegó a cuatro personas, luego a diez...
¿Un folio?
Un folio, sí. Y la gente fue suscribiéndose libremente, paulatinamente.
¿Cuál ha sido la clave del éxito?
Haber seguido un camino de intimidad, sin rubor, desangrarme sobre el folio.
¿Y qué cuenta a sus lectores?
Lo que veo, lo que leo, lo que siento, lo que pienso... sobre la belleza del mundo.
¿Una mirada complaciente?
He entrenado mi mirada para disfrutar las maravillas de la vida, y las comparto.
¿Resulta inspirador?
¡Para vivir mejor! Tal propósito era el proyecto de los primeros filósofos.
¿Y quién le ha inspirado a usted?
La mirada de Manuel Vicent: enaltece el aceite de oliva, el olor a azahar, el rumor de olas en sus textos, sus columnas. He entendido que la realidad sensorial... es una dulce vía de elevación espiritual.
Muy de acuerdo, Terrés.
Placeres sencillos: el aroma de una pizza en el horno... ¡Es la definición de hogar?
Presta importancia al paladar, ¿no?
Fui por años crítico gastronómico en prensa. Hoy valoro más que nada una rebanada de pan tostado y untado con el mejor aceite de oliva virgen extra.
¿Alguna otra inspiración?
Un koan que le leí a Fernando Sánchez Dragó: “Sonríe. Nada importa nada”.
¿Afabilidad, ligereza y desapego?
Pero algo sí importa mucho: ¡el amigo!
¿Qué es un amigo?
Fácil: es tu amigo esa persona por la que no dudas en recorrer 400 kilómetros en coche para compartir una paella.
Buena definición.
Y si estás muy mal, es amiga la persona que te pregunta solo esta cosa: “¿Qué necesitas?”. Se lo dices. Lo hace. Y ya está.
Jesús, me decía ser muy sincero...
No me guardo nada.
Pues comparta aquí cuál es su lema para la vida.
Sin adoctrinar, sermonear ni aburrir a nadie, le diré que tengo cuatro principios que podría tatuarme a fuego.
Uno.
¡Vive sin prisa! Lo digo porque vivo apresurado... pero aspiro a “caerme en un bache”, como en Cádiz dicen de detenerte en una tasca... y luego, demorarse. Abrazar contradicciones está bien, creo yo.
Dos.
¡Busca la luz! Otra contradicción: tiendo a la tristeza, pero sé que vendrá luz. Lo canta bien el gran Leonard Cohen: “Por cada grieta... se cuela luz”.
Tres.
¡Habita el presente! Hay tiempo para todo... y a la vez no hay tiempo para nada: ¡hazlo ya!, lo que sea. Por si acaso.
Y cuatro...
¡Sigue el camino del corazón! ¿Sabes por qué? Porque tu corazón no se equivoca nunca, nunca, ¡jamás!
Señáleme un pequeño gran placer.
Estás en la cama. Mueves la pierna. Y encuentras la parte fresquita de la sábana.
¡Ahhhh! ¡Es verdad! Desvéleme algo que haya aconsejado a su pareja.
En fotos de años atrás en las que nos vimos feos, hoy nos vemos guapos. Por tanto, gustémonos hoy en las fotos de hoy, sin esperar a vernos bellos... años después.
¿La belleza física nos atormenta?
No está mal ser bella, está mal la obligación de ser bella.
¿Y el amor de pareja, cómo debiera ser?
Ama como amas a tu gato: sin exigir, respeta su libertad y agradece su presencia. La forma más pura de amor es escuchar.
Pero nos embargan miedos...
Yo era joven y mi padre murió ante mi, desmayado. Hace poco, Laura, mi pareja, padeció un aborto espontáneo y se desangraba... desmayada en el suelo de casa ante mí...
Qué miedo.
He estado a punto de morir en escalada, pero aquella noche en casa sentí más miedo que nunca. ¿Qué hacer? Solo saber que el miedo es inevitable ¡y actuar, avanzar!
Pero titula usted su libro de cartas Vivir sin miedo.
Otra contradicción, ¿ve? Es imposible lograrlo. Lo acepto. Acéptalo tú. Vivir... es convivir con el miedo.
¿Qué más es vivir, Jesús?
Vivir... no es ganar. Es perder ¡también! Y aceptar lo que es como es. ¡Y escuchar! Y caminar. Y sufrir. Todo es fugaz, fugaz...
Despida a mis lectores con alguna luz.
Busca estar en paz con el niño que fuiste.