Loading...

Walden 7, cincuenta años del edificio que cambió Sant Just Desvern

50.º aniversario

El Taller de Arquitectura de Ricardo Bofill propició una transformación urbanística y sociológica

Análisis: La vivienda como utopía, por Silvia Angulo

Vista interior del Walden 7, con otros bloques de viviendas en el fondo 

Àlex Garcia

El urbanismo suele marcar buena parte del devenir de las ciudades, pero en el caso del Walden 7 un solo edificio supuso un antes y un después en Sant Just Desvern. En el año 1975 se inauguró la obra diseñada por el Taller de Arquitectura dirigido por Ricardo Bofill, comportando cambios que hoy en día siguen vigentes. Se ensanchó la ciudad hacia donde había una cementera e incluso significó una transformación sociológica en la localidad del Baix Llobregat.

Medio siglo después, un millar de vecinos conviven bajo la inspiración de aquella idea de vida comunitaria y buscan crear mecanismos para mejorar la gestión del legado de una construcción única y difícilmente replicable situada a tiro de piedra de Barcelona.

“Sin lugar a dudas, Sant Just Desvern no sería lo que es hoy en día sin el Walden 7”, considera el alcalde del municipio que actualmente tiene 20.815 habitantes, Joan Basagañas. “Ha sido más importante que cualquier plan urbanístico. Además, es el referente visual de la localidad”, agrega el alcalde en referencia a que el edificio, conocido y estudiado, ayudó a situar a su ciudad en el mapa.

Según Basagañas, su creación supuso “cambios tangibles e intangibles” en Sant Just Desvern. “Urbanísticamente, el pueblo creció hacia allí superando los límites de la antigua cementera”, recuerda el alcalde.

Celebración: Con motivo del 50.º aniversario, se están llevando a cabo varias actividades 

Àlex Garcia

El proyecto era inicialmente más ambicioso incluyendo otros edificios que no se culminaron. Pero al margen de él, en la zona acabaron emergiendo una plaza, equipamientos públicos como un ambulatorio y otros bloques de viviendas. Buena parte de estos pisos fueron alzados por la empresa municipal de vivienda, Promumsa, ofreciendo hogares públicos a los vecinos. “Ahora las viviendas se están liberalizando, pero durante tiempo fue una de las pocas bolsas de vivienda asumible para la clase trabajadora”, asegura el edil.

Para Basagañas, el edificio también supuso otro cambio menos perceptible pero tan o más importante. “No solo fue un cambio urbanístico, también modificó la morfología sociológica de la ciudad con la llegada de profesionales liberales de Barcelona”, remata el alcalde. Una herencia que sigue vigente.

El color arcilloso del exterior y sus formas irregulares son un icono del Baix Llobregat 

Àlex Garcia

¿Cómo es vivir en el Walden 7?. Natalia Bravo es la actual presidenta de la comunidad de propietarios: “Es como un barrio en vertical. Aquí conviven personas con muy pocos recursos con otras que tienen muchos. También tenemos vecinos de varias nacionalidades y con profesiones de todo tipo”, describe. Bravo lleva desde el año 1996 viviendo allí y dice que le proporciona sensación de “libertad, seguridad y privacidad”. También se ha generado un sentimiento de pertenencia. “Soy una waldenita ”, reivindica.

Desde el exterior, mirando el marrón arcilloso que en cierta manera recuerda al río Llobregat, su imponente altura de 40 metros y su forma irregular, se puede tener la sensación de que los vecinos del Walden 7 viven hacinados de cualquier forma. “Pero no es un hormiguero, se respira tranquilidad”, aclara Bravo. Incluso los colores del interior, acuosos, generan un ambiente distinto al que se puede intuir desde fuera.

El interior el Walden 7 sorprende por la variedad y combinación de tonalidades 

Àlex Garcia

En todo caso, a la presidenta de los vecinos lo que más le gusta es “el concepto de comunidad”, que se plasma entre otras cosas en varios espacios comunitarios, como una sala cultural con su pequeña biblioteca, entre otros. También en las actividades que los vecinos suelen organizar y en los patios de este edificio, que es como una especie de laberinto conectado.

Esta vida comunitaria es precisamente uno de los principales objetivos de los ideólogos del Walden 7. “El Taller de Arquitectura reunió a arquitectos, filósofos, sociólogos, pensadores...”, recuerda Guillem Costa Calsamiglia, decano del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya (Coac). Entre ellos, estaban los hermanos Anna y Ricardo Bofill, Salvador Clotas, Ramón Collado, José Agustín Goytisolo, Joan Malagarriga, Manuel Núñez Yanowsky, Dolors Rocamora y Serena Vergano.

El Col·legi de Arquitectes destaca su singularidad y el trabajo conceptual de sus impulsores

Rememora Costa Calsamiglia que aquel grupo, que se reunía “a finales de la dictadura en un momento de mucho movimiento político”, se inspiró en lecturas para proyectar el inmueble. De hecho, incluso el nombre del proyecto emana de libros. Concretamente de Walden 2 , del psicólogo y filósofo social norteamericano Burrhus Frederic Skinner, que a su vez toma como referencia Walden , de Henry David Thoreau.

Explica el decano del Coac que se “trasladó la utopía de una forma de vivir colectiva en un edificio”. En su momento, el arquitecto y poeta Joan Margarit escribió que el Walden “no es solo una arquitectura. Es una manera de vivir. El edificio te obliga a mirar de otra manera, a convivir diferente. Esto no es siempre fácil, pero es muy poderoso”.

Lee también

Más allá de estas ideas, Costa Calsamiglia destaca que el Walden 7 tiene una “aplicación de la geometría y la matemática muy fuerte”. Las viviendas se construyeron a partir de la repetición de un modulo básico de 28 m2, que se combina de múltiples maneras, por eso hay pisos grandes y pequeños y todos son distintos. Incluso hay quien se ha comprado más de uno y los ha juntado. “Pero todas las viviendas son muy dignas, es una densidad de población muy pensada”, aclara Costa Calsamiglia.

Con todo, el decano del Coac destaca la “singularidad” del Walden 7, que es “dificilmente repetible” y que en su momento “rompió” con el estilo de barrios que se creaban en el área metropolitana de Barcelona durante la dictadura franquista, con grandes acumulaciones de pisos, a veces en condiciones indignas.

Los vecinos trabajan en una fundación para gestionar el legado

El Walden 7 supone un legado arquitectónico y social y no siempre es sencilla su gestión. “Los costes de mantenimiento son muy elevados”, afirma Natalia Bravo sobre un edificio catalogado como bien cultural de interés local. Por eso, desde la comunidad de propietarios se trabaja en la creación de una fundación vinculada al bloque. “Sería muy importante para preservar el edificio y cuidar la comunidad”, dice. Así esperan perfeccionar, por ejemplo, las visitas y los rodajes convirtiéndolos en una fuente de ingresos.

Con motivo del 50.º aniversario, en el Walden 7 hay una exposición conmemorativa y se están llevando a cabo una serie de actos, como conciertos e incluso una carrera subiendo sus infinitas escaleras.

Lee también

La vivienda como utopía

SILVIA ANGULO

El Walden 7 también vivió su parte oscura. En 1977, por defectos de construcción, las baldosas que cubrían el edificio comenzaron a caer. Por aquel entonces, se truncó la continuidad del proyecto con otros edificios conectados. Con problemas estructurales, arrancó un periplo de demandas de los vecinos a la empresa promotora, Ceex 3, que acabó quebrando y solicitando la declaración de ruina.

“Hubo un proceso de decadencia y se convirtió en un problema social. Pero el Ayuntamiento descartó el derribo y apostó por la rehabilitación, con la complicidad del ministerio y la Generalitat”, recuerda el alcalde de Sant Just Desvern. El Consistorio se hizo con los solares adyacentes para hacer pisos públicos y equipamientos. La rehabilitación se inició en el 1993 y finalizó dos años después.