El azaroso destino del Dipòsit Comercial

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Este edificio en construcción provocó en la época de los Juegos Olímpicos un intenso debate público. Importa no adelantar acontecimientos e ir por sus contados.

En la segunda mitad del siglo XIX, el puerto de Barcelona experimentó una serie de transformaciones considerables. Una de ellas se refiere al origen y evolución de lo que se dio en llamar Dipòsit Comercial.

En la época olímpica a punto estuvo de ser derribado, pero acabó transformado en Palau de Mar

El primer almacén moderno había sido proyectado en 1862, fruto de una necesidad imperiosa. Pronto se hizo chico. En otro y mejor emplazamiento no entró en servicio hasta 1890 el gran Dipòsit nuevo. Solo los cimientos ya se demoraron tres años y encima se le cambió la orientación para alinearlo con el bloque de edificios Collaso Gil, tras los Porxos Xifré. La misión encomendada consistía en recibir y guardar las mercancías arribadas y que debían ser reembarcadas. No prestó el servicio esperado, y lo convirtieron en cuartel de carabineros.

El destino que habían de merecer los tinglados ya provocó un debate considerable en el período preolímpico. Se trataba de eliminar las barreras que ocultaban la relación con el mar, aunque ni las aguas de un puerto grande merecen ser cualificadas así.

La construcción se alargó mucho por unos cimientos dificultosos

PAU AUDOUARD / IMAGEN CEDIDA POR EL ARXIU FOTOGRÀFIC DE BARCELONA

Por fin fueron derribados y una vez tomada esa carrerilla y el paisaje que al punto emergió con esplendor y seducción, impulsó a no detener semejante estilo y acometer con pico y pala el Dipòsit Comercial. Su tan voluminosa presencia había adquirido un protagonismo que nunca había tenido ni merecido.

La voz popular estaba a favor de la destrucción y una opinión cualificada como la de Oriol Bohigas lideraba el amplio sector. Se ignoraba incluso la autoría, hasta el punto de que el edificio era denostado como la obra de un “paleta”.

Un sector minoritario, técnico y urbanístico salió en su defensa, al considerar que su presencia tan visible había pasado a cumplir una misión novedosa: dominar el sector, al aparecer entonces anclado con una fuerza estratégica hasta entonces inexistente.

Se restauró, se informó que su autor era el ingeniero Mauricio Garrán, primer director de Obras del Port, y fue recalificado como Palau de Mar y destino museístico. Una grandilocuencia exagerada, pero se ha de reconocer que la decisión había sido acertada. Y ha cumplido lo encomendado.

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