Episodio de tensión en la mesa de actualidad de Malas lenguas (La 1). Pablo Iglesias y Esther Palomera intercambian reproches y comentarios sulfúricos que empiezan siendo políticos y acaban siendo personales. Son pequeños incendios dialécticos que, si se controlan, permiten ampliar la onda expansiva del incidente en el ámbito, mayoritariamente parasitario, de las redes sociales. Cuando las discusiones superan la frontera de este tipo de discordia, se puede acceder a un momento de delirio incontrolable y de insurrección creativa (pienso en, por ejemplo, el histórico El mundo por montera , también en TVE, en el que Fernando Sánchez Dragó no logró controlar la verborrea apocalíptica y la dicción narcoléptica de Fernando Arrabal) de cierta categoría. El incidente Palomera-Iglesias tiene la categoría televisiva y moral de cuándo, en Sálvame , los colaboradores se despellejaban mutuamente no tanto por antipatías reales sino por la necesidad de preservar el darwinismo caníbal en su repertorio de prestaciones televisivas.

Pablo Iglesias
LA MIERDA DEL MAR APESTA. Fiasco total: el crucero de la caca (Netflix) es un documental que recrea el accidentado crucero que, durante seis días de 2013, dejó a 4.000 pasajeros y 1.200 tripulantes sin electricidad, a la deriva, condenados a convivir con los efluvios de una inundación nada sutil de orines y excrementos. Doce años más tarde —me imagino que será el tiempo que se tarda en resolver las demandas en los tribunales y en superar algunos traumas—, algunos de los supervivientes de aquellos seis días infernales recuerdan la aventura con una nostalgia de la superación que sitúa un accidente de primer mundo en una dimensión dramática próxima a la de una guerra.
El accidente de un crucero transmite la dimensión dramática propia de una catástrofe natural o de una guerra
CARROÑEROS. También en Netflix, buena docuserie argentina, Las mil muertes de Nora Dalmasso ?, sobre un asesinato que provocó una perversa combinación de azares. De entrada, una instrucción negligente, con multitud de defectos de forma, y, paralelamente, un seguimiento mediático ferozmente depredador, con criterios de sensacionalismo que no dudaron en saltarse todas las normas deontológicas o de ética humanística.
Y es que a veces en la sociedad también se producen incendios que propician inundaciones incontrolables de pestilencia y de inmundicia.