Una fortaleza mediterránea para Macron

RESIDENCIAS DE VERANO / 2

Fort de Brégançon, enclave privilegiado de la Costa Azul, es la residencia de verano de los presidentes franceses desde 1968, aunque no a todos les ha gustado

Una fortaleza mediterránea para Macron
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Así es Fort de Brégançon, la residencia estival de Macron

Criado en la norteña Amiens y habitual de los Pirineos para visitar a su abuela durante su infancia y adolescencia, Emmanuel Macron siente sin embargo una debilidad por el Mediterráneo y por la ciudad de Marsella en particular. De ahí que, como presidente de la República, haya estado encantado de utilizar a menudo la residencia de verano de Fort de Bregançon, ubicada en un lugar privilegiado de la Costa Azul, entre Toulon y Cannes.

La antigua fortaleza medieval, en el municipio de Bormes-les-Mimosas, está en lo alto de un islote –hoy unido artificialmente al continente–, con una vista espectacular y un soberbio jardín. Enclave estratégico, su función militar fue importante. Durante la Revolución Francesa, cuando Napoleón Bonaparte era inspector de costas, el futuro emperador hizo instalar 23 cañones. El lugar permite todavía un gran aislamiento y seguridad a sus moradores. A Macron le gusta pasearse en barca y, al menos una vez durante su estancia veraniega, salir a cenar con Brigitte al pueblo y saludar a la gente.

La antigua fortaleza medieval está ubicada en lo alto de in islote, entre Toulon y Cannes

La antigua fortaleza medieval está ubicada en lo alto de in islote, entre Toulon y Cannes

Boutria Luc/ Efe

El general De Gaulle convirtió oficialmente Fort de Brégançon en residencia presidencial en septiembre de 1968. Aunque él mismo no sentía un apego especial, lo consideró útil para recibir a visitas de Estado en el sur del país. A su sucesor, Georges Pompidou, sí le gustaba. Lo abrió a la prensa para hacer la jefatura del Estado más próxima a la ciudadanía. También fue visitante asiduo Valéry Giscard d’Estaing, que quería dar la imagen de presidente joven y padre de familia.

El socialista François Mitterrand no amaba demasiado la fortaleza, aunque la empleó para algunas reuniones, como la que mantuvo con el canciller Helmut Kohl en 1985, en plena guerra fría. El conservador Jacques Chirac, vinculado como su mujer a la región sureña, donde vivió de niño, sí apreciaba mucho el enclave. Lo mismo ocurrió con Nicolas Sarkozy, que ahora veranea no lejos de allí, en una casa de la familia de su esposa, Carla Bruni.

En este desigual gusto de los mandatarios por la residencia destaca el caso del socialista François Hollande, que dejó de usarla por completo y a la abrió al público a través del Centro de Monumentos Nacionales.

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Macron ha mantenido el acceso a los visitantes cuando él no está, pero lo reserva para su disfrute y el de su familia –los hijos y nietos de su esposa, sobre todo– en la época estival, aprovechando también la atmósfera distendida para acoger a otros dirigentes mundiales como la primera ministra británica Theresa May en 2018, el ruso Vladímir Putin en 2019 o la canciller alemana Angela Merkel en 2020.

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