Es uno de esos secretos que antes se comentaba en los bares con los amigos y de un tiempo a esta parte se expande a través de vídeos de TikTok (como tantas otras cosas). Entre las estaciones de Jaume I y Barceloneta, en la línea amarilla, si te fijas bien al pasar, desde la ventana del metro se puede ver en la oscuridad lo que era una antigua estación de metro, la conocida como estación fantasma de Correos.
Tras cincuenta años en la más absoluta penumbra, con los trabajadores de mantenimiento de Transports Metropolitans de Barcelona (TMB) como únicos visitantes durante todo este tiempo, llegó el día de volver a recibir pasajeros. Ha sido un grupo muy selecto que consiguió hacerse con las escasas entradas habilitadas para celebrar el centenario del metro visitando tan enigmática estación.
La estación fantasma se encuentra junto a las vías del tren y hasta hace poco había casi más grafitis que historia
No había pasajeros aquí desde el 20 de marzo de 1972, cuando Correos dejó de ser la estación terminal de uno de los dos ramales del Gran Metro. En 1934 se inauguró y empezaron a llegar los trenes desde Aragón (actual Passeig de Gràcia) hasta este punto. Su desaparición tras algo menos de 40 años en servicio fue para dar paso a las obras de prolongación de la ya entonces conocida como línea 4, que crecía hacia la Barceloneta y el Poblenou. La estación en cuestión quedaba demasiado cerca de las otras y se apostó por prescindir de ella.
La boca de metro, junto al edificio histórico de Correos en un extremo de la Via Laietana, se clausuró por completo y del vestíbulo no queda ni rastro. Ahora es un triste pozo de ventilación. Por eso, la única forma de llegar hasta la estación fantasma es caminando algo más de 200 metros por las vías desde Jaume I, lo que aporta un punto extra de aventura y épica para los afortunados, que son grandes aficionados al mundo del transporte pero la mayoría nunca han caminado entre raíles, esquivando los aparatos de vía.
El túnel desde Jaume I es el acceso hasta la estación de Correos y TMB ha marcado con pintura fluorescente las instalaciones para evitar tropezones
La pasión de los visitantes por la historia del suburbano la demuestran ya solo por el hecho de asistir a la convocatoria: la noche del lunes al martes, entre la una y las cuatro de la madrugada. Es el único momento en el que se puede visitar la estación fantasma debido a su ubicación. Hay que esperar que finalice el servicio de metro y no haya tensión eléctrica en la red, garantizar que la infraestructura está a punto para dejar entrar a curiosos y aprovechar el lapso de tiempo entre el último tren de la noche y el primero de la mañana, antes del cual debe volver a revisarse con detalle que todo se encuentra a punto.
Ambientación para la ocasión junto a las vías en el trayecto que los visitantes hacen a pie desde la estación de Jaume I
En ese paréntesis habitualmente destinado a trabajos de mantenimiento, los escogidos disfrutan de un viaje en el tiempo. Primero sobre su construcción, en recuerdo a unos trabajadores que hicieron posible un túnel en una ubicación muy delicada debido a la cercanía del mar, con constantes filtraciones de agua.
Una vez en la estación propiamente dicha, anclada en el tiempo desde que cerró, toman protagonismo las letras restauradas de la antigua estación de Correos en la parte superior, las baldosas de las paredes tal cual eran y los carteles publicitarios.
Los hay de grandes marcas como Danone y de pequeños negocios como Mueblerías Asturias, así como del procurador franquista Eduardo Tarragona, “que llama al pa, pa i al vi, vi”, según decía en su cartel el que antes fuera fundador de Muebles Tarragona y Expomobi y después, ya en democracia, diputado por Alianza Popular.
Los carteles electorales de un procurador de las Cortes franquistas se han conservado en una de las paredes de la estación
Todo ello puede ser observado desde las vías por las que antes de que salga el sol volverá a circular el metro. Estos elementos son el resultado de un trabajo de restauración que se inició coincidiendo con la modernización de este tramo de la L4 hace dos veranos y que ha culminado la recuperación patrimonial a lo largo de este año. Si antes desde la ventana del metro se veían dedos de polvo en las paredes, ahora las baldosas son de un blanco reluciente. Queda constancia también de la acción habitual de los grafiteros, que al fin y al cabo también son historia del metro.
Llama la atención lo estrecho que es el andén, pero para eso están los responsables de la fundación TMB, que resuelven todas las dudas. Era un andén de servicio, utilizado solo por los conductores para ir del primer vagón al último y viceversa en esta instalación de final de línea.
El andén que se ha conservado es el que era destinado a los maquinistas; el de pasajeros desapareció
Los pasajeros accedían a la vía única que había aquí en aquel entonces por el otro lado, desde un andén mucho más ancho, en el que también estaban las taquillas y la garita del jefe de estación, como era habitual en la época. Lamentablemente, pasó a la historia y se perdió para construir la otra vía, por donde ahora circulan los trenes en sentido Urquinaona. Allí antes había un amplio andén con diez arcos de tres metros que había que cruzar para subirse al metro. Las fotos lo atestiguan, como también demuestran que fue aquí donde se instalaron los primeros fluorescentes en un equipamiento público de toda España.
“Estas visitas únicas son una muestra del compromiso de TMB con el patrimonio de la ciudad”, destaca la presidenta de la compañía, Laia Bonet, que tampoco ha dudado en trasnochar para acompañar a los primeros visitantes en acceder a la estación fantasma. Aunque en un primer momento ha dejado claro que esta experiencia “no se podrá repetir por la excepcionalidad que representa”, un rato después ha deslizado que “se intentarán volver a hacer”.
La presidenta de TMB, Laia Bonet, y el consejero delegado, Xavier Flores, durante la primera visita a la estación fantasma
Lo cierto es que TMB ha dado un giro radical respecto al cuidado del patrimonio desde que coincidió un relevo al frente de la fundación de la compañía y los preparativos de conmemoración del centenario del suburbano, que incluyen también una carrera nocturna por la línea 2, una exposición de trenes históricos en Glòries, la recuperación de la estación fantasma de Gaudí y visitas a otros lugares como los modernos simuladores o las cocheras históricas.
Por lo pronto, se repetirán las visitas a Correos varias madrugadas más tanto este mes como el que viene, con todas las invitaciones agotadas. En total, unas 300 personas serán las afortunadas, siempre de lunes a miércoles para no interferir en las tareas de mantenimiento, ese trabajo que también se podría calificar de fantasma porque no se ve pero sin el cuál el metro no funcionaría como es debido.
