La reventa callejera de fármacos agrava la convivencia en el Raval

Seguridad en Barcelona

Los policías de Ciutat Vella piden herramientas para luchar contra este tráfico

FOTO ALEX GARCIA CONVIVENCIA ENTRE LOS DROGODEPENDIENTES QUE ACUDEN AL CENTRO DE VENOPUNCION BALUARD Y LOS VECINOS DEL RAVAL SUR 2025/10/27. La gestión de la narcosala del Raval vuelve a estar en entredicho. El Centro de Atención y Seguimiento de las Drogodependencias (CAS) Baluard es, desde hace años, uno de los focos de conflicto del antiguo barrio barcelonés.

Un joven con sudadera verde, camina junto algunos de los vendedores habituales de medicamentos de la Rambla del Raval

Àlex Garcia

La escena se repite a diario, prácticamente las 24 horas del día, en la Rambla del Raval, en la esquina con la calle de Sant Pau. Un abultado grupo de jóvenes, la mayoría procedente de Argelia, merodea sin grandes desplazamientos, interactúa brevemente con unos que llegan, pagan, reciben y se van. Esa esquina se ha convertido en el principal punto de venta callejera de medicamentos de la ciudad de Barcelona con las consecuencias de fractura de la convivencia y de inseguridad.

La compra y venta se realiza con descaro. Ni los vendedores ni los compradores se preocupan en actuar con una cierta discreción, para desespero de los comerciantes de la Rambla del Raval que la semana pasada mantuvieron una reunión con los responsables de la comisaría de los Mossos d’Esquadra de Ciutat Vella en la que expresaron su “impotencia” ante una situación que está degradando el barrio. Algunos, incluso, verbalizaron en el encuentro que se plantean bajar la persiana.

Usuarios del CAS Baluard revenden sus pastillas recetadas de Lyrica y Rivotril a los tironeros más violentos

¿Qué ofrecéis? “Cuatro pastillas para poder comprar un bocadillo, un té, y no tener que robar”, asegura a La Vanguardia uno de los jóvenes. Sin reparo, el interlocutor detalla el procedimiento al tiempo que muestra la tarjeta de la sanidad pública que le permite acudir a los servicios médicos del barrio donde le prescriben los dos medicamentos más buscados en la calle: Lyrica y Rivotril. Ambos actúan sobre el sistema nervioso y se dispensan únicamente con receta. El primero tiene el principio activo de la pregabalina y es un antiepiléptico; mientras que el segundo contiene el principio activo del clonazepam y es una benzodiacepina.

Cada pastilla de Lyrica se vende a 2 euros, y las de Rivotril a uno. Un tráfico constante a pequeña escala que genera a su alrededor conflictos, peleas, inseguridad y el efecto llamada a unos consumidores que también están bajo la lupa. No son cualquiera los que buscan desesperadamente esas pastillas.

Quien habla ahora es un agente de la Guardia Urbana de Ciutat Vella que opera de paisano. Los consumidores de Lyrica y Rivotril son mayoritariamente delincuentes muy jóvenes que buscan ese efecto adrenalínico que le produce la mezcla de esas pastillas con el alcohol y el hachís o la marihuana para atreverse a hacer un robo con violencia. Una tesis que comparten los responsables de la comisaría de los Mossos d’Esquadra.

También la semana pasada, la comisaria de Barcelona, Montserrat Estruch, dirigió la reunión mensual con los cargos de la región. El intendente de Ciutat Vella, Victor Martín, abrió el turno de palabras advirtiendo del grave problema que está suponiendo para los vecinos y los comerciantes del Raval el tráfico de medicamentos a pequeña escala.

Todos los vendedores de fármacos con los que habló este diario son usuarios del CAS Baluard, la popularmente conocida como narcosala, y explican sin tapujos que las pastillas que ofrecen son las que tienen recetadas para su terapia de adicción.

La solución para el problema no es sencilla. Las actuaciones policiales están condicionadas por las instrucciones que se han enviado desde la fiscalía de Barcelona y más concretamente del fiscal delegado en Catalunya de la Fiscalía Antidroga, Gerardo Cavero. El pasado 14 de septiembre se celebró en las dependencias del ministerio público una reunión para aclarar algunos aspectos legales relacionados con las intervenciones en salud pública. Y, aunque no estaba en el orden del día, los interlocutores plantearon a Cavero la problemática de la venta callejera de fármacos. La respuesta fue clara, el criterio de la Fiscalía sigue siendo el de proponer el sobreseimiento de los procedimientos instruidos por tráfico de medicamentos cuando solo se intervengan medicinas y la transacción se realice a pequeña escala.

Cavero defendió esa postura asegurando que no era lo mismo vender un par de unidades de Lyrica que realizar una distribución masiva. Y que el hecho de que estos comprimidos se estuvieran ofreciendo a cambio de dinero tampoco podía ser considerado delito contra la salud pública.

“Con esa instrucción, estamos literalmente atados de pies y manos y no podemos hacer nada más que pasar por los puntos de venta insistentemente, identificarles y hostigarles”, asume un guardia urbano.

El teniente de alcalde de Seguridad que además es concejal responsable de Ciutat Vella, Albert Batlle, admitió durante la celebración el miércoles de la Diada de la Guardia Urbana que el tráfico de medicamentos requiere un nueva mirada. “Tengo previsto reunirme en breve con el fiscal Cavero para tratar de buscar alternativas para afrontar un problema que tenemos y que nos preocupa”, explicó a este diario.

A este problema se refirió también Batlle en la reunión que el pasado lunes por la tarde celebró con representantes de todos los grupos políticos del Ayuntamiento, que escucharon de boca de los responsables de la Guardia Urbana y los Mossos del distrito la situación de los barrios y el problema que está provocando esa venta descontrolada de medicamentos.

Las patrullas de los Mossos tienen ya la instrucción de hacer acto de presencia permanente en los puntos de sobra conocidos para disuadir a vendedores y compradores.

Los policías que operan en el Raval insisten en la necesidad de gestionar el problema no como una simple venta puntual de pastillas sino que se tengan en cuenta las derivadas que comporta ese consumo. Es inviable una investigación a gran escala, porque no existe. Aquí se comercializan pastillas que previamente han sido recetadas. Lo grave, insisten los interlocutores, es que esa Lyrica y ese Rivotril acaban convirtiéndose en la gasolina que utilizan algunos delincuentes para envalentonarse y protagonizar robos con mucha violencia.

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