Un libro repasa la historia del colectivo de 'manaies' más numeroso de Catalunya

Tradiciones de Semana Santa

La primera noticia documentada sobre la existencia del manípulo de Banyoles data del año 1832 

Los 'manaies' de Banyoles desfilarán este viernes, durante la procesión de la Virgen de los Dolores.

Los 'Manaies' de Banyoles desfilarán este viernes, durante la procesión de la Virgen de los Dolores.

Jaume Valls

Los soldados romanos que desfilan en Semana Santa en muchas procesiones catalanas reciben distintos nombres en función del lugar en el que lo hacen. En Girona, Amer o Banyoles se les denomina manaies; en Badalona o Besalú, estafermos y en Tarragona, Manresa, Mataró o Sant Hilari Sacalm, reciben el nombre de armats

El origen de esta tradición se remonta a 2.000 años atrás, cuando, según se dice,  Poncio Pilatos mandó una guarnición de legionarios la misma noche de la muerte de Jesús para comprobar si resucitaba o no. 

La agrupación cuenta con más de 600 inscritos, aunque en las salidas participan 160 como máximo

Un hecho que se recrea con el desfile de unos hombres vestidos de soldados romanos con unos rasgos comunes: lucen cascos, coraza, capas, sandalias y lanzas. Lo que distingue a unos armados de otros son los colores de su vestimenta. 

Si hay un colectivo que destaca por ser el más numeroso de Catalunya este es el de Banyoles. La agrupación cuenta con más de 600 miembros inscritos, aunque en los desfiles participan como máximo 160. El principal será este viernes, acompañando la procesión de la Virgen de los Dolores, el acto principal de la Semana Santa en la capital del Pla de l'Estany.

Los manaies de Banyoles recorriendo las calles del municipio, durante la procesión de 2024.

Desfile por las calles del municipio, durante la procesión de 2024.

Ramon Ruiz

El libro, De XXV a CLXII: Un retrat del Manípul de Manaies de Banyoles, del periodista y profesor Eloi Camps, repasa los cerca de 200 años de la entidad, poniendo el foco en los últimos 75, desde que fuera recuperada esta tradición en 1949 tras el parón de la Guerra Civil y los años de posguerra.

“Su arraigo, vinculado a la celebración de los Dolores, es indiscutible. Mientras el sentimiento religioso va a la baja, los manaies no han parado de sumar miembros. De los 25 que desfilaron en 1949, a los 162 de 2024”, explica el autor en la publicación. 

Los primeros cobraban una peseta por desfilar y eran mercenarios locales o comarcales, raramente devotos

La primera referencia escrita  data del año 1832, según se recoge en una nota de un libro de contabilidad del convento de los monjes servitas, conservado en el Archivo del monasterio de Sant Esteve, que indica que había catorce vestidos de “armados” en la parroquia de Santa María.

Al menos desde aquel año había se tiene constancia de su presencia en Banyoles, aunque el autor presupone que ya existían unos años antes. En los primeros compases de la historia de la entidad, los que desfilaban “eran mercenarios locales o comarcales poco serios y raramente devotos”, según apuntó el que fuera concejal entre 1967 y 1974 y cronista honorario de la ciudad, Antoni Maria Rigau en una publicación de la época.

Nuevas generaciones de manaies de Banyoles.

Nuevas generaciones de manaies de Banyoles.

Jordi Angelats

Cobraban una peseta por desfile y tal era su fama que los redobles de su marcha eran contestados por el público y por ellos mismos, al canto de 'per la pela!'. Años más tarde,  se negaron a salir si no cobraban al menos un duro.

No fue hasta la restauración de la entidad, a partir del año 1949 que cambiaría el perfil de los armados. “Se decidió que ya no tenían que ser mercenarios, sino voluntarios del pueblo y se hizo un llamamiento a través de la revista Horizontes para que se implicaran jóvenes con alguna experiencia en movimientos tácticos y también algún cabo licenciado para  dirigirlos”, se explica en el libro. 

En el año 1949 desfilaron por primera vez tras la Guerra Civil y fueron solo 25

Aquellos primeros manaies tras la restauración formaban parte de círculos católicos y se les exigía algún requisito: debían medir como mínimo 1'75 metros y contribuir a los gastos del uniforme. La mayoría eran hijos de comerciantes y empresarios locales. 

Más allá de estas anécdotas, el libro dedica un capítulo a cómo se puede entrar a formar parte de la entidad, cómo se organiza la asociación, la evolución de la banda- en su primer desfile tras la Guerra Civil había solamente una trompeta larga, dos tambores y dos pífanos-  y un índice con la simbología más destacada. 

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Algunas páginas están dedicadas a Joaquim Duran, considerado “el alma del manípulo”, que ejerció de presidente entre los años 1975 y 2022. Manaia desde que tenía 19 años, entró en la organización en el año 1965. De aquél entonces recuerda “la gran desorganización” que le llevó a abandonar temporalmente la entidad en 1970. 

Duran destaca que “los manaies forman parte del paisaje de la ciudad” y destaca su salud de hierro, al ser de las pocas agrupaciones que ha crecido, en parte gracias a la incorporación de mujeres y niñas. 

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