Las primarias que el PSPV de la provincia de Valencia celebrará el próximo domingo para elegir a su nuevo secretario provincial son una prueba de gran riesgo para el socialismo valenciano y para la tranquilidad del liderazgo de Diana Morant, recientemente elegida secretaria general de la segunda federación socialista española. Si al final de esta batalla Carlos Fernández Bielsa, alcalde de Mislata, es reelegido, a nadie se le escapará una lectura razonable: que no solo ha perdido Robert Raga, el candidato alternativo y alcalde de Riba-roja del Túria, si no también la ministra valenciana que le apoya. Si sucede lo contrario, que sea el propio Raga quien resulte vencedor, todo apunta a que, viendo los avales presentados, asistiremos a una fractura evidente en el PSPV valenciano, en una provincia en la que, justo ahora, no parece acertado establecer trincheras en un partido con multitud de alcaldes afectados por la dana y necesitado de trasladar a la opinión púbica que pueden ser una alternativa unida al gobierno de las derechas.

Robert Raga y Carlos Fernández Bielsa antes de su cara a cara.
Insisto, que en el peor escenario posible valenciano, condicionado por la peor tragedia de la historia reciente, el principal partido de la oposición, que es el que además controla la mayoría de alcaldías de la zona devastada, esté inmerso en una batalla orgánica, traslada un nefasto mensaje a los ciudadanos. Es un poco aquello de “en el peor momento solo nos preocupamos por nosotros”. ¿Pará qué? ¿Qué es lo que está en juego? No es una novedad que en el PSPV se abran batallas fratricidas, le va en su ADN; y algunos podemos contarlas desde el año 1995 en el que los socialistas perdieron la Generalitat Valenciana. La historia del socialismo valenciano está repleta de cadáveres políticos desde entonces. Pero asombra que se haya planteado esta pugna justo en el momento más innecesario, en el inicio de la reconstrucción de la dana, y con el riesgo, evidente, de que el resultado no sirva para resolver las pugnas internas que ahora se dirimen, sean las que sean; tal vez las agrave.
No tengo ni buena ni mala opinión de los contendientes: Bielsa y Raga. Son, según su historia política, buenos alcaldes que suman varias victorias a sus espaldas. Los periodistas políticos sabemos aquello de que cada uno pertenece a una “familia”; sí, a esas familias que, todas, intentan mantener su cuota de poder. La razón parece no ser otra, y si no es así que me lo desmientan, que la de controlar la estructura para dirigir los órganos que permiten elaborar las listas futuras electorales, así en las autonómicas o en las locales. No estamos hablando de una confrontación ideológica: ambos defienden los mismos valores, como así ambos han reconocido en los debates que han mantenido. Después ya saben como funcionan las corrientes de opinión internas en el partido: Que si unos tienen de aliados a estos, que si uno es más cercano a Diana Morant y el otro no, que si está en juego poder destinar puestos de asesores a simpatizantes de uno u otro, por ejemplo.
¿Era necesario abrir ahora una crisis en la provincia que puede dañar todo el trabajo hecho anteriormente por Morant en el PSPV para evitar la confrontación partidista? ¿Es oportuno plantear unas primarias en una geografía castigada por la peor tragedia de la historia?
Hay un hecho objetivo: hace no mucho hubo un pacto entre Diana Morant, Carlos Fernández Bielsa y Alejandro Soler, que tomó forma en un despacho de Ferraz, para que la ministra pudiera alcanzar la dirección del PSPV sin batalla orgánica, sin oposición y para garantizar la paz. Recientemente, Morant refrendó aquel pacto con más del 81% de los militantes su liderazgo en el 15 Congreso del PSPV; con el apoyo directo de Pedro Sánchez. ¿De verdad era necesario abrir ahora una crisis en la provincia que puede dañar todo el trabajo hecho anteriormente por Morant en el PSPV para evitar la confrontación partidista? ¿Es oportuno plantear unas primarias en una geografía castigada por la peor tragedia de la historia? Sea cuál sea el resultado, será difícil que alguien pueda presentarse como ganador; más bien, todos corren el riesgo de resultar perdedores en esta pugna de la que, por cierto, lo que parece menos importante es el programa político que defiende cada uno.